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Eurocrisis: ahora es el turno de Portugal

Sócrates, el ex primer ministro portugués fue devorado por la crisis económica.

Si alguien hubiera escrito el guión para la tragedia griega, la que estamos presenciando (me refiero obviamente a la crisis del euro), no podría haber elegido un nombre más apropiado para el saliente primer ministro de Portugal: Sócrates. Mientras que el sabio homónimo de la antigua Grecia decía “sólo sé que no se nada”, el funcionario portugués debe haber pensado “sólo sé que no puedo hacer nada”. Cuando el Parlamento portugués rechazó su plan de austeridad no tuvo más opción que renunciar.

La agencia calificadora Standard & Poors redujo el rating de Portugal dejándolo en “BBB”, peligrosamente cerca de la categoría riesgo especulativo (que el mercado prefiere llamar “junk” o basura). La tasa de interés que enfrenta Portugal para refinanciar su deuda (alrededor del 7,9) es prohibitiva e inevitablemente generará un efecto bola de nieve generando una deuda impagable. Como es el principal acreedor de Portugal, es muy improbable que España no se vea afectada. La situación es tan crítica que un periodista del Financial Times sugirió (un poco en broma) que Portugal fuera anexada por Brasil. La idea no le hizo ninguna gracia a los portugueses. Con la misma lógica, la India podría anexar a Inglaterra si sus problemas fiscales empeoran. Esta idea es un disparate pero el hecho de que tenga cabida en uno de los diarios más influyentes en el mundo financiero da una pauta de la insolubilidad de los problemas que enfrenta el gobierno de Lisboa.

Frente a esta situación es muy probable que haya un rescate de Portugal por parte de la Unión Europea (UE) y el FMI. “Cada vez que el FMI intentó tratar de las deudas de los países, creó más problemas que soluciones,” advirtió Lula en una reciente visita a Lisboa, durante la que aconsejó al gobierno rechazar cualquier plan de rescate. La realidad inescapable es que aunque los problemas de Portugal y el resto de los PIGS son de orden económico, su solución pasa por la política. Hace un par de semanas, Martin Wolf, el influyente columnista del Financial Times, escribió un artículo bastante optimista sobre las perspectivas de la eurozona. Aunque Wolf reconocía los desafíos que plantea la actual crisis, argumentaba que Europa no sólo tenía los recursos financieros para resolver los problemas de los PIGS sino también que sus elites gubernamentales estaban firmemente comprometidas con la supervivencia del euro. Ambos argumentos son muy válidos. Sin embargo, en ninguna parte de su artículo Wolf mencionó al electorado. Es muy probable que ninguno de los gobiernos europeos actualmente en el poder quiera promover abierta solapadamente el colapso del euro. Pero como demuestra la renuncia de Sócrates la semana pasada, el electorado es el que al final decide. Y aunque probablemente los votantes de Portugal tampoco quieran el fin del euro, es claro que tampoco quieren sufrir un ajuste brutal como el que han experimentado Irlanda (contracción del 11 por ciento del PBI en los últimos dos años) y Grecia (contracción del 6,5 por ciento durante 2010). Es decir que los votantes tienen preferencias inconsistentes lo cual es típico en una democracia. Es un problema con el que los argentinos nos podemos identificar fácilmente. En diciembre de 2001, la mayoría probablemente no hubiera votado el fin de la convertibilidad pero tampoco hubiera votado a favor del ajuste brutal. El dilema que enfrentan los PIGS es similar. Las tragedias griegas se caracterizan no sólo por su final trágico (por algo son tragedias) sino también porque ese final es conocido por los espectadores desde el comienzo. Es decir, no hay sorpresas. En esta tragedia que comenzó en Grecia a principios de 2010 ya sabemos el final. ¿Cómo es el final? El final tendrá varios actos. En el primero, todos los PIGS van a ser rescatados por la Unión Europea y el FMI. El de Portugal es inminente pese a las advertencias de Lula, y el de España cada vez más inevitable. En el segundo, el plan de austeridad que se impondrá sobre estos países tendrá un costo enorme en términos de crecimiento económico y empleo, lo cual en vez de resolver el problema fiscal lo agudizará. Y en el tercero, va a haber una reestructuración de deuda en uno o más de los países en problemas (Grecia es el principal candidato).

Veremos si el rescate de Portugal logra salvar a España (de un rescate). El gobierno de Zapatero lógicamente intenta despegarse lo más posible de los problemas de su vecino, pero la relación económica entre ambos países es muy estrecha. Es una carrera contra el tiempo. Medida en relación al PBI, España no tiene tanta deuda como Irlanda o Grecia si tomamos en cuenta el “agujero” en el sistema financiero y la deuda de las comunidades autónomas (que alcanza a casi 150.000 millones de dólares, duplicando el nivel de hace sólo dos años) su situación deja de ser holgada. El anuncio de que el Banco Base (formado de la fusión de tres cajas y tercero en volumen de activos) necesitará una inyección de capital que es el doble de la estimada hace sólo una semana por el Banco de España, es una señal preocupante.

Aunque sabemos el final de esta tragedia no sabemos exactamente cuándo va a llegar. La eurocrisis lleva más de un año y aún no termina. La dinámica de la política en la UE y la posibilidad de los rescates hacen que cada acto de esta tragedia se extienda hasta el máximo tiempo permisible por el mercado. A nivel de la economía real es como “la muerte de los mil cortes”.

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