Espectáculos

ETA: tan lejos, tan cerca

El periodista español Florencio Domínguez, experto en el tema, desnuda en su último libro el complejo entramado de la organización separatista vasca armada con los movimientos guerrilleros latinoamericanos.

Por Rubén Alejandro Fraga 

El próximo 18 de julio se cumplirán 50 años de la primera acción violenta de la organización separatista vasca armada Euskadi Ta Askatasuna (ETA, del euskera País Vasco y Libertad): el intento de descarrilamiento de un tren con voluntarios franquistas que viajaban a la ciudad de San Sebastián para conmemorar el comienzo de la Guerra Civil Española. Desde aquel acto realizado en 1961 hasta hoy ha pasado mucha agua bajo el puente.

Autodeclarada independentista, nacionalista vasca y marxista-leninista, ETA adoptó la lucha armada como método para obtener la independencia de lo que el nacionalismo vasco denomina Euskal Herria de los estados de España y Francia. Para ello utiliza el asesinato, el secuestro y la extorsión económica tanto en España como en Francia.

Fundada en 1958, en plena dictadura de Francisco Franco Bahamonde, tras la expulsión de miembros de las juventudes del Partido Nacionalista Vasco, ETA contó inicialmente con el apoyo de una parte significativa de la población española al ser considerada una más de las organizaciones opuestas al régimen franquista. Pero tras la muerte del “Generalísimo” en noviembre de 1975 y el inicio del proceso democratizador, al cual no se incorporó, fue perdiendo apoyos públicos, siendo condenados sus actos y calificados de terroristas por la inmensa mayoría de las fuerzas políticas y sociales desde la aprobación del Estatuto de Gernika en 1979 hasta la actualidad en la que su condición de grupo terrorista es plenamente admitida por la inmensa mayoría de los Estados y las organizaciones internacionales. Desde 2002, diversos partidos políticos y organizaciones sociales vascas fueron ilegalizados por su vinculación con ETA.

En ese marco, y cuando ETA está a punto de cumplir medio siglo de actuación, se publicó en la Argentina Las conexiones de ETA en América (Debate, Buenos Aires, febrero de 2011), el último libro del periodista Florencio Domínguez Iribarren.

El autor, doctor en Comunicación Pública por la Universidad de Navarra, es un reconocido especialista en terrorismo, en especial del fenómeno de ETA. Redactor jefe de la agencia Vasco Press en Bilbao, Domínguez escribió una decena de libros sobre ETA, constituyéndose en uno de los referentes a la hora de analizar el derrotero de la organización separatista vasca armada.

En su obra, el autor muestra cómo el territorio americano representó y representa algo más que un refugio para los etarras, suponiendo un área esencial en la actividad de la organización vasca armada.

Con la meticulosidad de un artesano y aportando abundante documentación, Domínguez da cuenta del modo en que, desde fines de la década del 60, los activistas etarras fueron tejiendo una red de relaciones e intereses con los grupos revolucionarios latinoamericanos, dedicándose a secuestros, entrenamientos o combates en esta parte del mundo; apoyando a los servicios secretos locales; buscando financiación y protección; ejercitándose en la fabricación de material explosivo y la confección de bombas.

Así, en una vertiginosa e impresionante crónica, uno de los máximos expertos en ETA relata el complejo entramado del grupo terrorista vasco y su entorno político con los movimientos guerrilleros latinoamericanos, e incluso su viraje más reciente hacia una posición indigenista en la cual los etarras pretenden compartir la lucha de los pueblos originarios del continente.

Domínguez saca a la luz de qué modo ETA desarrolló y desarrolla en suelo americano actividades de intercambio de experiencias terroristas y de adiestramiento mutuo, financiando, estableciendo contactos y actuando en conjunto con el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) chileno, los Tupamaros uruguayos, las guerrillas salvadoreñas, los sandinistas nicaragüenses, la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y agentes cubanos. Asimismo, el libro explica la política permisiva e incluso protectora aplicada en ciertos períodos por algunos gobiernos latinoamericanos.

Sin embargo, la investigación también pone de relieve que ETA jamás sintonizó con el líder del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el carismático subcomandante Marcos (ver aparte).

El capítulo 8 del libro de Domínguez se titula “Argentina: tierra para buscar solidaridad”. Allí, el autor señala que ETA ha tenido “muy pocas conexiones relevantes” con la Argentina y describe los vínculos que la presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, tuvo con ETA, tomando como punto de partida su testimonio en el juicio realizado a comienzos de 2005 en Madrid al represor Adolfo Scilingo –un ex marino y confeso protagonista de los denominados “vuelos de la muerte”–. El autor pone de relieve expresiones de Bonafini solidarizándose con familiares de los etarras presos y las considera una ofensa a las víctimas de ETA.

Domínguez también narra la mediación que el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel llevó adelante en 1995, intentando que el gobierno español de entonces, encabezado por Felipe González, dialogara con ETA. Al año siguiente, el triunfo electoral del conservador José María Aznar sobre González en las elecciones generales españolas hizo naufragar definitivamente las gestiones de Pérez Esquivel.

Distinto del caso argentino, es el de otros países latinoamericanos, como México o Venezuela, considerados el “paraíso” de los etarras, aunque el autor aclara que la presencia de los terroristas vascos allí es anterior a la llegada de Hugo Chávez al poder.

En un informe de tanta actualidad que incluso incluye documentación hallada en las computadoras del comandante de las Farc Raúl Reyes, abatido el 1º de mayo de 2008 en un campamento en Ecuador, se pone de relieve que la violencia parece representar el criterio único y esencial para determinar la intensidad de las relaciones entre ETA y sus socios latinoamericanos: máxima colaboración durante las etapas de mayor violencia y debilitación de los lazos cuando estos grupos optaron por una incorporación a la vida política, pacífica e institucional.

La conclusión del autor es que ETA siempre soñó con ser una guerrilla, “tener un territorio liberado y controlar un espacio geográfico, poder salir uniformados y no tener que hacer terrorismo urbano en un país lleno de casas, de carreteras y de polígonos industriales; esa es una nostalgia de ETA: le hubiera gustado ser como las Farc”. Sin embargo, debido a las condiciones del País Vasco, ETA no pudo representar una guerrilla rural sino un grupo terrorista urbano, que actúa en la ciudad, en un contexto extremamente diferente.

El “Subcomandante “meditando” sobre los etarras   

A diferencia de otros insurgentes latinoamericanos, el subcomandante Marcos, líder del EZLN de México no sintonizó nunca con ETA. El mediático rebelde de pasamontañas y pipa expresó que, aunque considera “justa y legítima” la lucha del pueblo vasco por su soberanía, “esa noble causa, ni ninguna, justifica que se sacrifique la vida de civiles”.

Y, en ese marco, no dudó jamás a la hora de condenar las acciones “militares” que matan a civiles: “Las condenamos por igual, provengan de ETA o del Estado español, de Al Qaeda o de George W. Bush, de israelíes o palestinos, o de cualquiera que, aduciendo razones de Estado, ideológicas o religiosas, cobre sus víctimas entre niños, mujeres, ancianos y hombres que nada tienen que ver en el asunto”.

A fines de 2002, Marcos fue más allá y en una de sus esgrimas verbales propuso a ETA una tregua unilateral de 177 días para que él pudiera asistir a un debate público con el juez Garzón en la isla de Lanzarote.

“En caso de que no acepten, me ofrezco personalmente como víctima propicia en su próximo ataque –añadía Marcos–. Ustedes podrán acusarme de «colaboracionista» con el Estado español (lo que no dejará de ser paradójico, pues las autoridades españolas me acusan de ser «apologista del terrorismo»). No habrá reproches ni represalias de parte nuestra, pues al menos yo sí sabré por qué muero”.

Como era de suponer, ETA rechazó el convite y señaló ácidamente que no estaba dispuesta a participar “en ningún tipo de pantomima u opereta para ganar el favor de las portadas de los periódicos internacionales o las páginas web”.

La respuesta de Marcos no se hizo esperar y puso fin a la polémica con una carta que comenzaba así: “Estaba yo en la letrina, pensando en lo que pasaría si ETA me tomaba la palabra y cumplía mis deseos justo cuando estuviera yo cumpliendo con necesidades que llaman fisiológicas. Ya me imaginaba las cabezas de los periódicos del día siguiente: «Muere el Sub víctima de su bocota», …«Quedó hecho mierda» . En fin, estaba yo en reflexiones de ese tipo y regresando a la comandancia, cuando llegan a buscarme los comandantes y me dicen: «Escuchamos en las noticias que ya respondió ETA». «¿Ah, sí? Y ¿qué dicen?». «Te regañan»”. Y, entre otras cuestiones, subrayaba: “Respecto a que no quieren ser parte de ningún tipo de «pantomima u opereta», lo entiendo. A vosotros os gustan más las tragedias”.

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