Por Viviana Roldán (*)
En el campo de las infancias se libran batallas en las que no faltan estrategias, rivalidades y virulentos enfrentamientos. No escapa a las determinantes de cualquier otro campo. La competencia por el monopolio la palabra expone mecanismos que cuestionan su supuesta pureza. Pierre Bourdieu decía que los combates en los ámbitos científicos y académicos tienen una dimensión política y otra puramente intelectual; así, los conflictos epistemológicos son siempre conflictos ético-políticos.
Intentar separar intereses científicos puros de intereses ideológicos es un viejo anhelo positivista que ya debería estar superado. Sin embargo sigue vigente. La discusión tiene potencial transformador si se conjuga con el debate por la función social de las instituciones. Conocimientos científicos, determinantes políticas y sociales, intereses económicos e ideología conforman “el suelo” en el que nos formamos y en el que cristalizan las relaciones entre el saber y la verdad.
La pregnancia de la representación de la infancia inocente parece hacerse extensiva a ciertos nombres. Sin embargo, quienes trabajamos intersectorialmente conocemos de pequeñas y grandes miserias. Formas negativas que precisan ser deconstruidas en diálogo con las teorías y con objetivos que combinen la construcción de prácticas éticas sustentadas en el paradigma de los DDHH, con perspectiva de género y fundamentalmente con mirada de infancias.
Formamos parte del problema, sin dudas. Es así que no está demás, aún en tiempos urgentes como los que transitamos, reflexionar al interior del campo. La pobreza, las violencias y la falta de respuestas eficaces demuestran el fracaso de las políticas de infancias y de la actuación de la justicia.
La complejidad de las problemáticas que se reciben en los efectores públicos y privados demandan de actualización y formación permanente en distintos discursos y áreas para su abordaje interdisciplinario. Sin embargo es aquí donde el campo de las infancias se convierte en escenario de disputas. Sutilmente (a veces) se instala la necesidad de autorización de las intervenciones, la conveniencia de formarse en tal o cual espacio de “altos estudios” a cargo de “especialistas”. Las redes sociales forman parte extensiva del campo con publicidades efectistas que a la vez banalizan la práctica y se convierten en escenario de retroalimentación narcisísticas.
Las estrategias para devenir autoridad tampoco conoce de límites. Vale todo, mentiras, injurias y victimizaciones. El análisis exhaustivo y la escucha atenta pretende ser reemplazada por consignas que encarnan miradas fijas e incuestionables que conllevan el agravante del ataque feroz a quien se anime a plantear una mínima diferencia. Posiciones corporativas y cerradas, más del orden del slogan que de la consideración del caso por caso obturan la construcción de nuevas herramientas.
La lucha por el dominio tiene un efecto destituyente del potencial creativo de cada profesional a la vez que produce un descentramiento en el que las infancias quedan en segundo plano ocultas tras las estrategias para “devenir autoridad” (Bourdieu, P. 2000).
En un campo complejo sabemos que los juegos de estrategias políticas le son propios; consensos, acuerdos, discrepancias teóricas y clínicas forman parte de nuestro contexto. Entre acuerdos y discrepancias hemos aprendido que no existen recetas absolutas. Elegir co-construir sin conspirar es tomar una posición ético-político. Ya sin super-expertos de togas y birretes cuadrados, apostamos a construir respuestas que no pierdan de vista que en el centro de la escena están los derechos de las infancias y juventudes.
(*) Viviana Roldán
Psicóloga
Docente UNR
Integrante del Tribunal de Ética del Colegio de Psicólogos y Psicólogas de la 2da. Circunscripción
Correo electrónico: vivianaroldan@gmail.com
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