40 AÑOS DE DEMOCRACIA

ENTREVISTA / Marisa Germain*

“Esta elección transformó a un sector de la población en blanco de los ataques colectivos”


—¿Cómo se fueron transformando las militancias en estas décadas?

—Previo a la dictadura tenía una militancia secundaria, en Córdoba, en una zona que era mucho más compleja desde antes del golpe militar del 76. Las militancias anteriores y posteriores al golpe tienen una impronta general relativa a las precauciones y el cuidado. Cuestiones que tienen que ver con la protección frente a los sistemas de delación que suponía la dictadura, los sistemas de investigación clandestina y el aparato represivo. La impronta más fuerte que queda de esas épocas de militancia tiene que ver directamente con las formas de cuidado relativas a la preservación de la propia vida, la integridad física, ya fuera antes de que empiece la dictadura o inmediatamente después de la salida de la dictadura. Todos salíamos con mucho cuidado, pensando que el aparato represivo estaba totalmente intacto.

—¿Cuándo te parece que empezó a aflojar esto?

—Este aparato se fue desarmando de un modo lento, progresivo. Fundamentalmente a partir de determinadas situaciones como la creación de la Conadep (Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas), el Juicio a las Juntas, la difusión de todo el sistema represivo de modo extenso y público en la sociedad. Algo diferente es lo que podía saber la gente que tenía cierto recorrido político o sindical, que pudiera tener información sobre el proceso represivo aún durante la dictadura.

Durante la gestión de Alfonsín se empieza a saber más claramente lo que fue el aparato represivo y su dimensión. También el hecho de que se abriera a la mirada pública permitió que hubiera más control sobre sus actividades. La visibilidad y el enjuiciamiento pusieron cierta luz sobre eso, y a medida que se iba avanzando en el proceso democrático, primero con Alfonsín y después con el gobierno de Menem notoriamente, fue desarmándose.

—¿Cómo impactó esto en las militancias? Hablaste de los cuidados que se tenían, ¿cuándo te parece que empiezan a aflojar esas precauciones y miedos? 

—Se fue desarmando a medida que se avanzaba, después de la sanción a las Juntas Militares, sobre todo durante el gobierno de Menem. La sensación era que se podía militar con ciertos niveles de tranquilidad porque en todo caso, si había una intervención desde el Estado sobre quiénes tenían participación gremial o política, en general eran procesamientos, es decir la judicialización de la política. Pero era toda una serie de prácticas blanqueadas frente al Estado y el aparato judicial. Mucha gente que realizaba actividades de resistencia sufría efectivamente denuncias, procesos, incluso encarcelamientos, pero de un modo abierto a la mirada pública. Todo el mundo sabía eso y eso también volvía a la militancia susceptible de no tomar los recaudos de la época de la dictadura.

—¿Qué te imaginás que puede pasar en esta nueva etapa política que se abre en el sentido de los cuidados y precauciones?

—Muchos comportamientos de cuidado que empiezan a darse nuevamente tienen que ver con que esta elección es muy bisagra, muy distinta a todas las anteriores y muy compleja. En algún sentido, quienes acompañan con su voto a Milei, de hecho lo que están haciendo es acompañar una reivindicación de la dictadura. Como si en algún sentido estuvieran diciéndole a la sociedad que el Estado de derecho no importa, que los derechos de los ciudadanos no importan.

Es como una demanda de cierto nivel de resolución de los problemas y ahí entraría el diagnóstico de qué entiende esta población como problema. Hay una idea de que se trata de resolver una situación de crisis en Argentina y que para resolver eso no importa el Estado de derecho. Creo que el 55 por ciento de quienes votaron el nuevo gobierno en algún sentido dicen eso porque todos saben que Victoria Villarruel reivindica la dictadura, todos escucharon a Milei decir en el debate las mismas palabras que Massera en los juicios. No hay demasiadas chances de tener una confusión o una duda ahí.

Es abiertamente un conjunto de la población que no desconoce los crímenes de la dictadura sino que dice que no le importa. Es muy complicado lo que están diciendo de cara a la sociedad. Es como si más de la mitad de la población alemana dijera de cara al conjunto de la sociedad que no le importan los crímenes del nazismo. Es muy complicado en términos de convivencia democrática.

—¿Cómo ves los llamados a ocupar las calles de parte de algunas organizaciones o espacios políticos que se oponen al inminente gobierno de Milei?

—Soy cautelosa. No se puede convocar a movilizar o a resistir en las calles sin niveles de organización importante. Porque otra vez hay que volver a buscar el cuidado y la protección de los sectores que se han vuelto blancos colectivos. Esta elección transformó a un sector de la población en blanco de los ataques colectivos.

Pensemos en todos los episodios que han ocurrido en estos días, desde la maestra que es atacada en un colectivo en el conurbano porque lleva públicamente algunas insignias de las organizaciones LGBTIQ, sin hacer otra cosa más que eso; o el mismo domingo a la noche en el marco del festejo en Rosario que se congregaron un conjunto de personas frente al Atlas, había dos chicas gays y hubo militantes mileístas que desde un vehículo les dijeron de todo de un modo no solo insultante sino amenazante…

De esos casos hay bastantes más. El conjunto de la población se ha sentido habilitada a pasar a la acción por los dichos de los dirigentes y por los votos obtenidos por ellos. Y ni siquiera con organización, sino que pasan de modo silvestre a la acción.

Es muy complicado que cualquier organización política, sindical, social, convoque a movilizar o a estar en el espacio público sin poder garantizar mínimos niveles de protección sobre esa población.

 

—Hace un año fue el intento de asesinato de Cristina Fernández, ¿lo viste como un punto de inflexión en todo este proceso?

—En todo caso operó como una advertencia a un conjunto de la población: mirá lo que le podemos hacer a quien está en el lugar más protegido, imaginate lo que te puede pasar a vos. Ese es el primer mensaje.

Lo segundo que contiene el atentado es algo así como: «señalamos cuál es el blanco». Apuntar a Cristina es apuntar a manifestar la indefensión de todo ese sector y señalarlo como el blanco de violencia. Tiene esa doble función. Hay una diferencia notoria entre el mecanismo de la condena mediático-judicial que funciona y el pasaje a la acción violenta directa, que además es inorgánica a diferencia de lo que fue la última dictadura.

No tiene que ver con los aparatos de seguridad o los aparatos represivos de modo directo, sino que son bandas organizadas de modo paraestatal.

Es una novedad este formato que vamos a ver en el futuro próximo: las formas represivas, las formas más violentas, no van a pasar por la estructura judicial ni por la estructura de seguridad del Estado. Tiene que ver con el aprendizaje sobre lo que le pasó al poder militar y policial durante la dictadura, justamente por haber llevado adelante el proceso represivo.

—Algunos autores hablan de un fascismo que viene de la propia entraña de la sociedad y no de grupos que dirigen o no están tan organizado como antes…

—No sé si concuerdo con la tesis de que el fascismo es algo así como una resultante natural del deterioro de las condiciones de vida. Es una posibilidad para entender un fascismo espontáneo en la sociedad. En el caso de la sociedad argentina estas manifestaciones desde la base han sido suscitadas por formas de comunicación contemporánea. No nació del repollo. Todo eso ha sido fabricado en una combinación que articula medios tradicionales y redes.

—Se ha subrayado la cantidad de jóvenes que se vieron seducidos por la opción libertaria, hay que ver qué pasa ahora cuando asuma Milei, ¿estuviste siguiendo los enunciados de estos jóvenes? No hay una reivindicación, si se quiere, abiertamente fascista

—No, no lo hacen. Pero el mecanismo que ponen en juego es del chivo expiatorio. Por eso digo que hay algo de fascismo en la forma de responder y no es particular de los jóvenes, lo encontramos en gente de cualquier edad. El mecanismo es que todos nuestros males y todo nuestro padecimiento es el resultado de X. En el caso del nazismo eran los judíos. Todos nuestros padecimientos, la decadencia, el deterioro, las crisis, lo que nos impide ser la primera potencia del mundo, dirían los alemanes, todo radica en los judíos y su poder económico.

En nuestro caso, el X que es el blanco es el peronismo. Peronismo, kirchnerismo, los negros, los kukas, los planeros, lo van variando, son todos modos de enunciar lo mismo, es una larga cadena de significantes que remite a los responsables de todos los males y eso sí lo dicen. De modo claro hacen una responsabilización.

Lo que no dicen es la segunda parte de esa cadena de significaciones: si ellos son los responsables, hay que eliminarlos. Eso es lo que normalmente no se dice, pero forma parte de la misma cadena de significación. Algunos en la tele o en las redes llegan a decirlo, pero se los señala también como los depositarios de los privilegios.

Cuando dicen la casta no es la casta política, son aquellos a los que se visibiliza como los depositarios de los privilegios. Por ejemplo, los que tienen empleos estables en el Estado. Entonces, todo aquel que tiene empleo con protecciones sociales, goza de un privilegio, no tiene un derecho. El conjunto de significaciones que se articula es ese.

Quienes toman esta posición siguen esta operación estrictamente del fascismo, buscar un chivo expiatorio para los males y problemas que hemos padecido.

Cuando digo que no es espontáneo y que es fraguado quiero decir que los medios de comunicación y las redes señalan a uno para distraer la atención de los que efectivamente nos proveen de condiciones de vida cada vez más horrorosas, desiguales y terribles. Esa operación ha sido diseñada por una internacional de ultraderecha cuya cabeza principal es Stephen Bannon y tiene niveles de coordinación no solo en el continente americano sino fuera de él.

Estas cosas no pasan de casualidad, cuando uno ve el funcionamiento, por ejemplo, de las granjas de trolls en Polonia o en Hungría, uno ve que el funcionamiento es exactamente el mismo que en América Latina. Esta lógica no viene del malestar espontáneo de los sectores económicamente marginados en Argentina. La crisis seguro es un caldo de cultivo, condimenta, hace posible pero no lo provoca.

—Ante esta situación y siendo que estamos hablando de la militancias ¿cómo ves la posibilidad de organización? Otros hablan de resistencia, de cómo aguantar estos años que vienen…

—Creo que en el futuro más o menos inmediato vamos a tener mejores condiciones porque la decepción va a ser fastuosa. Quienes votaron a Milei con la expectativa de que se frene la descomposición económica en la que vivimos, esta especie de constante inflación que nos corroe la vida, se van a llevar una sorpresa y la van a tener dentro de muy poco tiempo porque lejos de detenerse esto va a ir incrementándose de un modo brutal. Va a haber condiciones para la militancia.

Si nosotros tenemos la disposición de usar determinados recursos culturales va a haber esta posibilidad: hay que crear algunos recursos culturales que nunca tuvimos ni nos interesamos en producir y tienen que ver con usar el repertorio de instrumentos por los cuales se accede a esas subjetividades que han terminado votando a Milei. Si nosotros desechamos completamente el uso de la articulación entre medios y redes y no tratamos de pensar estrategias en relación con eso, estamos perdidos. Culturalmente hemos perdido y va a ser muy difícil que logremos nada.

Las condiciones de vida de la mayor parte de la población van a empeorar muy rápidamente y esa situación lamentablemente va a ser una condición de posibilidad para volver a empezar a hablar. El problema que tenemos ahora es que nada de lo que nosotros podamos decir va a ser escuchado sino como procediendo de quienes son los culpables de todo. En estas condiciones no nos escuchan, nadie escucha, nadie que haya votado a Milei nos escucharía.

Lamentablemente, solo cuando hagan la experiencia de la frustración tal vez haya espacio para que eso pueda cambiar. Para que pueda abrirse otra vez una comunicación, un diálogo, un intercambio. En este momento es muy difícil, no digo que haya que dejar la calle pero hay que hacerlo con precaución, hay que tomar recaudos.

*Psicóloga y Magíster en Salud Pública por la Universidad Nacional de Rosario. Profesora titular de Teoría Social en la carrera de Psicología

 

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