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El Psoe formará gobierno

España: cuando la derecha ya festejaba, las urnas pusieron freno al “trifachito”

Ochenta años después de la finalización de la Guerra Civil, España se polariza entre “rojos” y fascistas. Agazapada, la derecha autoproclamada liberal y la más conservadora esperaban festejar este domingo un regreso a la España predemocrática. Pero el Psoe del reinventado Pedro Sánchez será gobierno


El reinventado Psoe de Pedro Sánchez formará gobierno.

Por En Estos Días

Dos placas adornan la cuidada plaza de Brunete, pequeña ciudad a 36 kilómetros de Madrid. “El 18 de julio de 1946, X aniversario del glorioso alzamiento nacional. Francisco Franco, Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos inauguró esta plaza mayor construida por la Dirección General de Regiones Devastadas”, reza una; “Esta plaza perpetúa la gran victoria de la batalla de Brunete en nuestra gloriosa cruzada de liberación. Año de 1937”, desafía la otra.

Casi 40 años de democracia no lograron que esos y otros homenajes a Franco y su alzamiento militar que derivó en la Guerra Civil (1936-1939) y que se multiplican por toda España, fueran retirados de los lugares públicos.

¿Empecinamiento de retrógrados dirigentes políticos locales? No. Una muestra de la prolongación de un limbo entre una España que muere y otra España que bosteza, según el poema de Antonio Machado.

A tono con aquella letra de Españolito que prometía que una de las dos Españas / ha de helarte el corazón, Carlos, trabajador bancario, vecino de Brunete, dice que “aquí la Guerra Civil sigue presente”, y muestra avergonzado las placas de homenaje al dictador que durante casi 40 años gobernó el país.

La campaña electoral de los últimos meses visibilizó rabiosamente esa división. La irrupción de VOX en el escenario electoral -al calor de las experiencias de Trump, Bolsonaro y la italiana de Matteo Salvini- permitirá que la extrema derecha vuelva a tener representación en el Congreso. No lo conseguía desde 1979, cuando el franquismo residual aún ocupaba buena parte del centro político español.

Al bloque de derechas conformado por el Partido Popular (PP), Ciudadanos y VOX se lo denominó en las calles y algunos palcos de campaña “trifachito”. VOX pasó de cero a 24 escaños, ya que es su primera participación electoral nacional con posibilidades -luego de fulgurante debut en Andalucía-, pero el resultado se alejó de la expectativa de los dirigentes de esa España inferior que ora y embiste.

Los “trifachito” soñaban con hacerse del Gobierno, pero las urnas le dijeron no.

 

Reinventarse

 

La derecha no gobernará España. Y no lo hará, entre otras explicaciones, por la habilidad política del Secretario General del PSOE (Partido Socialista Obrero Español), quien en dos años y medio pasó de ser un paria dentro de su partido a convertirse en Presidente gracias a un aluvión de votos.

El sistema parlamentarista español impone la formación del Gobierno a través del voto de los Diputados del Congreso. Quien obtenga una mayoría de 176 votos (la mitad más uno de los 350 Diputados) logrará ese objetivo. El único en condiciones de hacerlo es el PSOE de Sánchez.

Es que los resultados de este domingo otorgaron 123 escaños para esa fuerza (39 más que en la elección anterior); 66 para un desdibujado -esmerilado por derecha y por el centro- PP (Partido Popular); 57 Diputados para la centro derecha bien peinada de Ciudadanos; 42 escaños para la alianza Unidas Podemos (Izquierda Unida y Podemos); 24 para el neofascismo de VOX; y, siempre entre los primeros lugares, 15 Diputados para la izquierda independentista catalana de ERC (Izquierda Republicana de Cataluña, según sus iniciales en catalán).

En dos años y medio, Sánchez logró reinventarse. El 29 de octubre de 2016, renunció como Diputado para no tener que aceptar la decisión orgánica del PSOE de abstenerse y permitir que Mariano Rajoy (PP) formara Gobierno. Había dicho que no avalaría un nuevo mandato de Rajoy y cumplió. “No es no”, repitió ahora en la reciente campaña, para revestir de épica aquellas jornadas aciagas.

“A partir del lunes”, dijo “cojo mi coche para recorrer de nuevo España y escuchar a los militantes”. Lo hizo, y en mayo 2017 ganó la interna del PSOE, y se convirtió en Secretario General del Partido. En pocas semanas descabezó la cúpula central y las regionales de la fuerza, se deshizo de los “barones” partidarios, e inició la renovación del PSOE con mano férrea.

Desde su cargo de Secretario General del principal partido de oposición impulsó una moción de censura contra Rajoy, y logró los apoyos necesarios en el Congreso para desplazar de la presidencia al ajustador serial de la economía española.

El 1 de julio 2018, Sánchez se convirtió en Presidente tras el éxito de la moción de censura. En 10 meses de Gobierno consiguió para su partido casi 40 escaños más que en la elección de 2016.

 

La hora de los pactos

 

“¡Con Rivera, no!”, “¡con Rivera, no!”. El grito de los miles que se reunieron en la sede del PSOE para festejar el triunfo fue claro: a la hora de los pactos para formar Gobierno, la opción de la autoproclamada centro derecha de Ciudadanos debe ser descartada. Desde el palco, camisa rosa pálido y sonrisa amplia, Sánchez los escuchó. “Lo he oído”, respondió. Pero la multitud insistió: “¡Con Rivera, no!”. El rostro de galán cinematografico de Sánchez se desdibujó un poco y ensayó una diplomática explicación sobre la necesidad de pactar con aquellos que “respeten la Constitución”. Pocos aplausos cerraron esa intervención.

La definición sobre las alianzas que deberá articular el PSOE para formar Gobierno, no es sólo un paso de aritmética: es también la definición sobre el perfil y tono de su futura gestión. Pactar con Ciudadanos supone mantener una rígida mirada sobre los procesos independentistas vasco y catalán, y un guiño al liberalismo económico del cual Sánchez ha tomado alguna distancia durante los últimos meses de su Gobierno, con medidas sociales resueltas por decreto, como la suba del salario mínimo a 900 Euros.

Albert Rivera, hasta el domingo candidato a Presidente de Ciudadanos (una de las fuerzas con mayor crecimiento, a expensas de la debacle del PP), dejó en claro en su discurso que serán la “principal oposición” a Sánchez.

“La mala noticia es que Sánchez e Iglesias (Pablo, líder de Podemos) van a formar gobierno junto a los independentistas”, dijo. “Somos el refugio de la libertad”, se entusiasmó, y prometió: “Más temprano que tarde vamos a gobernar España”.

Si es cierto que Sánchez vislumbró/anhela un acuerdo de centro con Ciudadanos, Rivera le dejó en claro que se siente cómodo un poco más a la derecha, a la espera de una próxima oportunidad.

En cambio, Pablo Iglesias (Unidas Podemos) tendió la mano al PSOE para conformar “un Gobierno de coalición de izquierdas”. El líder de la agrupación que surgió al calor de las manifestaciones de los indignados en Madrid -y que sufrió un enorme desgaste y desgranamiento de dirigentes por su incorporación a la partidocracia tradicional-, fue claro durante la campaña: presupuestos sociales; medidas en dirección de la protección de los más débiles; y un referéndum catalán para que sean los catalanes quienes definan su futuro, son algunas de las condiciones para negociar los apoyos que permitirán la formación del Gobierno.

Durante los dos debates televisivos con los cuatro principales candidatos -PSOE, PP, Ciudadanos, y Unidas Podemos-, Iglesias presionó a Sánchez para que se defina: “¿Pactará usted con Ciudadanos?”, le preguntó una y otra vez. Pero no obtuvo respuesta. Fue el anticipo de los cánticos del domingo a la noche en la sede del PSOE: “¡Con Rivera, no!”.

 

“No pasarán”

 

Otros gritos llegaron desde Barcelona. El tradicional “¡no pasarán!” que se convirtió en bandera durante la defensa antifascista de Madrid tras el alzamiento franquista, resonó fuerte este domingo de fines de abril de 2019 en la sede de la Izquierda Republicana de Cataluña (ERC). Esa fuerza ganó las elecciones en Cataluña, por primera vez en sus 88 años de vida.

Los 15 Diputados que logró el partido independentista le garantiza una posición de fuerza ante la negociación de pactos para la formación de Gobierno, y para insistir en un proceso que derive en la ruptura de la dependencia con España.

Los principales líderes de ERC y de Juntos por Cataluña (el partido de Carles Puigdemont, quien como Presidente de la Generalitat, en octubre de 2017, proclamó la independencia de Cataluña) se encuentran presos, exiliados o enjuiciados. A ellos dedicó el triunfo el referente y candidato de ERC, Gabriel Rufián, en el emotivo comienzo de su discurso. Nombró a cada uno de los detenidos y les dijo, en catalán, claro: “Ustedes le habéis ganado estas elecciones a vuestros carceleros”.

El primer candidato de la lista de ERC, Oriol Junqueras, también estás detenido. Uno de los puntos que la fuerza de izquierda/nacionalista/independentista pondrá sobre la mesa de negociación con el PSOE será un indulto a los líderes del “proces”, aquellas jornadas de octubre de 2017 que incluyeron un referéndum declarado ilegal y duramente reprimido por el Gobierno español de Rajoy.

La violencia desplegada por las fuerzas de seguridad cohesionó la lucha catalana. Y tras la declaración de independencia dictada por el Parlament y Piugdemont hace casi dos años, el por entonces Presidente descargó sobre Cataluña el artículo 155 de la Constitución Española, decretando su intervención. Nada amalgamó tanto los deseos independentistas de la región como la torpeza represiva de Rajoy.

Algunos analistas políticos en España plantean que el independentismo catalán, entre otros motivos, provocó una reacción nacionalista que parió a VOX; pero paradójicamente la aparición de VOX motorizó un triunfo defensivo de los partidos independentistas en Cataluña.

Los resultados de este domingo en Cataluña fueron concluyentes: VOX no hizo pie, Ciudadanos cayó del primer al cuarto lugar, y el PP obtuvo apenas un Diputado. “¡Cataluña no sólo despierta ante el fascismo, sino que también lo combate y destruye!”, gritó Rufián desde el palco, pasadas las 22 y con los resultados puestos.

“¡No pasarán!”, le respondieron a coro.

Desde el País Vasco enviaron a Madrid un mensaje similar. El Partido Nacionalista Vasco (PNV) ganó por primera vez elecciones nacionales en esa región, sumó 6 Diputados, y se fortalece de cara a los comicios autonómicos de fines de mayo.

Ibán es Iván con b larga. Y esperó los resultados de las elecciones desde Lisboa. Antes, había votado por correo, para reafirmar su sentimiento de independencia. Es vasco. Muy vasco. Recién a sus trece años -cuando sus padres se instalaron en Bilbao-, aprendió, a trompicones, el español. Hasta entonces, en el pequeño caserío donde vivía hablaba el Euskera, lengua vasca. “No nos ven, no nos escuchan”, repitió el domingo durante todo el día. “Nuestra cultura, nuestra lengua, no la ven ni la escuchan”. Alejado de cualquier especulación sobre el impacto económico de una posible independencia del pueblo vasco, argumenta a favor de la historia y la cultura. Ya a la noche, previsiblemente, celebró los resultados.

Con los números ya conocidos, Andoni Ortuzar, candidato del PNV, anunció a Madrid: “Euskadi es nacionalistas y ha votado nacionalista”. Y agregó: “El voto de la derecha y derecha ultrareaccionaria ha sido nulo (en el País Vasco), y lo festejamos. Desde este país diferente, extendemos la mano para que a través del diálogo lleguemos a consensos políticos”.

También Euskal Herria Bildu, la formación de izquierda independentista, logró importantes resultados y obtuvo 4 escaños en el Congreso de los Diputados.

Arnaldo Otegi, Coordinador General de EH Bildu -y antiguo vocero de Batasuna, brazo político de la ETA- trazó inicialmente un análisis que explica la ajenidad en la participación de unos comicios nacionales en España: “Hemos luchado en unas elecciones que no son nuestras”.

Y se despidió de la tría de derechas: “Adiós trifachito. No habéis podido ni podrán nunca acabar con nosotros”, dijo.

Pablo Iglesias rápidamente recogió el guante del mensaje independentista que llegó desde el País Vasco y Cataluña. “Quien no entiende que esta Nación es plurinacional, no entiende a España”, planteó durante su intervención, una vez conocidos los resultados.

Un discurso que pone al borde de un ataque de nervios a la derecha y buena parte del PSOE.

 

¿Una España que se muere?

 

Acosado por las denuncias de corrupción, esmerilado por la juventud de la telepolítica (y manejo de redes sociales) de Ciudadanos, corrido por derecha por VOX, el Partido Popular cayó hasta una de sus peores performances electorales. Contará con apenas 66 Diputados, 71 menos que en la actual conformación.

Pocos minutos después que lo hiciera el candidato de Ciudadanos, Albert Rivera, el líder del PP Pablo Casado habló ante un puñado de militantes y pidió a Sánchez que “llegue a acuerdos de gobernabilidad sin los independentistas”. Culpó por el resultado a la fragmentación de la “centro derecha”, y planteó que el PP seguirá siendo el “principal partido de la oposición”, título que ya le disputa la marea naranja de Ciudadanos.

En relación a los sondeos y encuestas, Ciudadanos estuvo por sobre lo previsto y VOX muy por debajo. Algunos de esos trabajos otorgaban al partido ultraderechista que lidera Santiago Abascal más de 40 escaños. Pero quedó en 24, y ahora se prepara para ejercer una histriónica oposición desde las bancas de Diputados.

El propio Abascal, líder de la agrupación fascista, lo anticipó: frente a sus seguidores -casi todos munidos de banderas españolas- cargó contra la “dictadura progre” que gobierna el país; adelantó que VOX “garantizará que nuestros hijos no sean adoctrinados por los progres”; que los 24 Diputados que logró sumar su partido pelearán en el Congreso por el “derecho a la vida” (es decir contra la legislación que permite la interrupción legal del embarazo); y calificó como “memoria hemiplégica” la lectura sobre la Guerra Civil y la historia reciente de España “impuesta” por los “rojos” que hoy dominan la partidocracia y los medios de comunicación.

 

 

Por supuesto dedicó varios párrafos a uno de los temas preferidos de la derecha Europea: la inmigración. Anticipó que legislará para endurecer los controles fronterizos, y a tono también con los proyectos del Gobierno de la alianza Cambiemos en Argentina, expulsar sumariamente a los inmigrantes que delinquen.

“Les decimos a los de la derechita cobarde (por el PP) o la veleta naranja (por Ciudadanos)”, dijo, que “la única responsabilidad (de la debacle electoral) la tienen quienes tuvieron 186 escaños (en la pasada elección) y no fueron capaces de oponerse a la izquierda”.

Abascal se ufana de “poner los grandes temas sobre la mesa”. ¿Cuál es esa agenda de la derecha predemocrática?: “Nadie hacía sonar el himno de España en sus actos; nadie hablaba de la inmigración; del derecho a la vida; de la corrupción de género. Ha tenido que venir VOX a hacerlo”.

El discurso de Abascal -a quien la periodista de Público, Cristina Fallarás, renombró “La Bestia”- rechaza la pelea contra la violencia machista, erige sobre la sangre de los toros el anhelo de un regreso a una cultura hoy en riesgo, y, sobre todo, no es un grito aislado de un outsider: lo votaron más de dos millones de españoles.

Los gritos de “¡Viva España!” y algunos brazos derechos extendidos, la palma abierta, y el recuerdo de los sones de Cara al sol, cerraron el acto.

 

¿Una España que bosteza?

 

Periodista: Iglesias, ¿Sánchez le ha dicho que estaba dispuesto a conformar esa coalición de izquierdas y que no iba a utilizar el comodín naranja (por Ciudadanos)?

Pablo Iglesias: Las preguntas a Pedro Sánchez deben hacérselas a Pedro Sánchez.

Pocas cuadras -manzanas en España- separaron los actos de Unidas Podemos y el PSOE tras los comicios. Sin embargo un abismo discursivo se instaló el domingo por la noche. Iglesias pedía por un “Gobierno de coalición de izquierdas”, y Sánchez matizaba: “El gobierno socialista será de todos los españoles y españolas. Desde nuestra posición de izquierda vamos a tender la mano a todas las formaciones”.

Si “todas” incluye a Ciudadanos -por derecha- y a los independentismos vasco y catalán -por izquierda- es la pregunta que nadie pudo responder cuando el lunes empezaba a nacer.

A esa hora, los números cristalizaban la existencia de una España que muere y otra España que bosteza. Los próximos pasos de Sánchez dirán cuál de las dos ha de helar el corazón.

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