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la historia de elías

Escribir para que duela menos

“Le busco la vuelta a las palabras para que peguen y tengan rima”, cuenta Elías, quien días antes de cumplir 17 fue invitado al IV Encuentro Nacional de Escritura en la Cárcel, en Capital Federal. Hace más de un año que está en el Irar.


Elías acaba de cumplir 17. Es alto, delgado y se viste con colores vivos. Al principio parece tímido. Pero no. Empieza a conversar y es pura simpatía. Hace un año que está detenido en la cárcel de menores de Rosario y todavía le queda un tramo más. Recuerda esos primeros meses como los más duros de su vida y lo explica. En el encierro se extraña a la familia y no se tiene a nadie cerca. “Yo me cortaba, me autolesionaba”, dice con una sonrisa reparadora mientras aclara que a esa etapa ya la pasó y enseguida menciona a Mirko, un compañero de rejas: “Lo conocí hace unos meses, en un cambio de pabellón. Él me mostró una poesía que había hecho y me gustó. Después me dijo que antes de cortarme me ponga a escribir, que desahogaba”. Unas semanas después, un domingo de visitas sin visita, Elías escribió su primer poema y todo cambió: “Era verdad. Me hacía bien. Ese día estaba bajoneado y le escribí una poesía a mi mamá. Se lo mostré a Mirko y dijo que estaba re bien. A mí también me gustó. Y así empecé a escribir”.

La escritura se volvió una compañera nocturna y la tristeza, su musa: “Escribo de noche, cuando nos engoman a todos, en el resguardo, solo en mi celda. Ahí me pongo a escribir los pensamientos que salen. Van pasando y los voy escribiendo. A veces le pongo ritmo. Le busco la vuelta a las palabras para que peguen y tengan rima, algunos poemas se pueden rapear”.

Elías no tiene dudas sobre su objeto: “Yo escribo poesía. Y de amor. Sí, de amor. Y me gusta”, afirma con entereza y continúa la charla con orgullo: “Se las muestro a mis compañeros, se las leo, y a veces hasta les hago poemas a ellos. A mi mamá la hago llorar cuando le leo las poesías. Ella guarda los manuscritos originales y yo me quedo con los que están tipeados”.

Elías fue por más. Se anotó en el taller de poesía que coordina Tomás Boasso dentro del Instituto para la Recuperación del Adolescente (Irar), donde encontró más herramientas y nuevos lectores. Entre ellos a Mauro Testa, gestor cultural del Irar, quien le propuso un desafío: participar del IV Encuentro Nacional de Escritura en la Cárcel, en el Centro Cultural Paco Urondo de Capital Federal. Y allá fue. El 7 de octubre pasado, tres días antes de cumplir 17, Elías compartió mesa con otros escritores en la planta baja de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires.

“Viajamos en tráfic (con un subsidio del programa provincial Nueva Oportunidad). No sabía de qué era la Facultad, ni qué era la filosofía, ni con qué gente me iba a encontrar. Fui allá sin saber nada, con lo que tenía escrito nomás. Era la primera vez que iba a un encuentro así”, dijo y recordó: “Todos estaban esperando a ver qué decía, porque yo era el más chico, el único menor de edad. Les di las gracias y les expliqué que estaba muy nervioso. Pero me dijeron que todo tenía una primera vez y ahí me alivié un poco. Después me sentí cómodo y fui yo, el mismo de siempre”, dice Elías, mientras renueva su sonrisa: “Fue una experiencia muy linda. Me marcó mucho en mi vida. Porque si estuviera en la calle no estaría haciendo las cosas que hago ahora, no escribiría, no haría nada”.

La musa triste

Elías logró sacarse un poco de tristeza del cuerpo y ponerla en una hoja, en una canción, en palabras con rimas. Y ahora que tiene menos, el acto creativo le cuesta más y la inspiración, a veces, no llega. “Quiero seguir escribiendo. Me gusta. Pero hace un par de semanas que no escribo. Porque hay algo que no encuentro… Yo escribía cuando estaba triste. Cuando estaba mal me salían cosas muy lindas. Los acompañantes juveniles me dicen que si estando triste escribí cosas tan lindas, estando bien podría escribir mejor”, reflexiona el adolescente y vuelve al principio: “La primera vez que agarré una hoja y empecé a escribir estaba muy mal. Todavía estoy bajoneado, pero mucho mejor de lo que estaba antes. Todavía no le encontré la vuelta a escribir sin estar mal. Era verdad lo que dijo Mirko: «Escribir hace bien»”.

“Carta a mi madre”

El primer poema que escribió Elías se lo dedicó a su mamá. Cuando la nombra se le llena de amor la boca. “Ahora mi vieja está bien, porque sabe que estoy bien y eso la pone contenta. Y yo me pongo contento porque ella está contenta. Aprendí que la familia siempre va a estar. En esta etapa que estoy pasando, la única que va a estar es mi mamá. Siempre es mi vieja la que viene los domingos a la visita. Una madre es una madre, no se la compara con nada, no se la cambia por nada”, describe el adolescente.

Carta a mi madre

Un viernes amargado, triste y desconsolado/ en el que me encuentro hoy/ miro por la ventana, el cielo está nublado/ pensando en mi vieja/ y todo lo que hemos pasado/ pensando en los consejos que a diario me has dado/ el amor incondicional que siempre me has brindado/ y te pido perdón por todos los problemas que te he causado.

Pero lo dejaremos de lado/ simplemente en el pasado/ y cuando salga de esta tumba/ que la libertad me ha quitado/ te daré las gracias, te abrazaré y te diré que te amo/ porque eso es lo que esto me ha enseñado.

Que vos y mi familia es lo único sagrado/ y haré realidad todos mis deseos soñados/ que son estar con vos y todos mis hermanos/ juntos para nunca separarnos/ y en la profunda soledad de mi celda/ me he inspirado para hacerle este verso a mi madre/ que es lo que yo más amo.

“Sentimientos y candados”

Escribir, escuchar música y leer de todo, si es filosofía mejor. Esas son las formas que encontró Mirko para liberar un poco de encierro. La poesía le salió de lo más profundo, cuando todavía era muy pibe y estaba en el Irar. Compartió su receta con Elías y ahora tienen un libro listo que esperan publicar.

“Me sentía atrapado en mí mismo, porque ahí adentro no hacés otra cosa, es todo encierro y nada más. Tenía que despejar la mente y así me enganché a escribir. Al principio no se lo mostraba a nadie, hasta que un día se lo leí a Mauro (Testa) y le gustó. Me dijo que siga, que estaba copado. Después empecé a mostrárselo a todos y así conocí a Elías. El loco se puso a escribir, aprendió los párrafos, las rimas, y ahora es un grande. Estamos por sacar un libro juntos. Yo elegí el nombre, se va a llamar Sentimientos y candados”, cuenta Mirko, que como ya es mayor está en un penal de adultos desde el que sugiere: “Me gustaría que haya más talleres para los pibes, para que podamos expresar lo que sentimos con la escritura, con la música. Para tratar de liberar un poco de todo el encierro”.