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Boxeo

“Escobar Boxing Club”: compromiso social en un intento de noquear al peligro de la calle

Pablo Escobar trabaja desde hace mucho tiempo en enseñarles boxeo a los más jóvenes sin pedir nada a cambio. “Es un trabajo a pulmón, ya que no tenemos ayuda de nadie y todo lo que se hace es a puro sacrificio”, aseguró el Negro, como lo conocen todos en barrio La Lagunita


Cuando el derrotero de la vida marca a fuego y direcciona al compromiso social, aparecen en escena casos como el del profesor Pablo Escobar, un hombre criado en los barrios populares de Las Flores y La Lagunita, donde se empapó de algo que muchos no comprenden o sólo ven muy por arriba a través de algunos medios de difusión. Ese destino lo comprometió a incursionar en el boxeo barrial, en el cual niños y jóvenes de todas las edades asisten a su gimnasio.

El Negro, como lo llaman sus amigos, tiene muy en claro que el deporte es una herramienta fundamental para poder mostrar a los chicos una vida sana y lejos del delito. Y lucha a diario por sostener esos ideales.

Sueño en marcha

La consigna “Por un chico menos en la calle” despertó el interés de Escobar con apenas 17 años. Un proyecto que aún le quita el sueño pero no las fuerzas para continuar con esta tarea, que une al boxeo con una causa social noble.

“Comprendí que este deporte golpea menos que la vida misma”, expresó convencido el Negro. Y enseguida añadió: “Soy padre de cuatro chicos y a todos les inculqué la disciplina de las artes marciales, pero la actividad boxística dio un giro repentino en mi vida cuando uno de los varones pateó el tablero y eligió el boxeo”.

“Al principio me negué”, confesó Pablo, quien rápidamente agregó: “No quise saber nada, pero cuando me di cuenta ya me había enamorado de esta actividad y me propuse enseñarla. Así que con ayuda del boxeador Marcos Díaz comencé adquirir conocimientos técnicos, me animé, abrí un gimnasio, arranque a dar clases con dos bolsas y hoy soy técnico y promotor de boxeo”.

Ya mucho más afianzado, Escobar opinó: “En el ambiente del boxeo nadie nos conocía, pero eso no nos cohibió y con mi hijo Martin ‘El Galancito’ Escobar hicimos amistad con el promotor Bartolomé Chaparro, quien nos abrió las puertas y pudo realizar su primer guanteo con Matías Silva, conocido con el apodo de ‘El Áspero’, pero de corazón solidario. Apenas me dijeron que estaba para debutar hicimos la licencia y me dediqué por completo a esto: ya llevo 20 años”.

El semillero

“Me crie en el barrio Las Flores, pero de grande mi destino es el barrio La Lagunita (Centeno y Perú), donde aún continúo con este trabajo”, relató Escobar ante la consulta de El Hincha. Y más adelante profundizó: “También incursiono en la realización de festivales donde abro un espacio para la competencia y con el gimnasio cobro una cuota mínima, que a la vez sirve para poder comprar elementos de entrenamiento”.

Muchos de los chicos que asisten a practicar no tienen dinero ni para ellos y por eso desde el establecimiento no se les exige nada. “El que no puede pagar igual tiene las puertas abiertas”, aseguró Pablo, quien añadió: “Soy consciente que muchos chicos realmente no tienen y ahí juega el aporte social que tiene el boxeo. He sacado buenos deportistas y buenas personas”.

“De este semillero salieron unos 20 boxeadores, de los cuales dos son profesionales”, cuenta con orgullo Escobar, que más adelante agregó: “Es un trabajo a pulmón, ya que no tenemos ayuda de nadie y todo lo que se hace es a puro sacrificio. La idea fija es seguir avanzando y el paso que sigue es que los jóvenes emprendan una carrera o un oficio: boxeadores, entrenadores o cualquier trabajo con honestidad de obrero”.

Orgullo del “Escobar Boxing”

“Logré construir mi gimnasio por el apoyo de una esposa de hierro, con la que llevamos juntos más de 33 años. Tenemos en claro que muchas cosas se pueden lograr con trabajo y disciplina. En los festivales ahora todos nos conocen por las inscripciones de nuestras remeras, ‘Gimnasio Escobar, si te animas a creer, todo es posible’. La apuesta es que los chicos vean que hay otro camino, que no todo es vicio, ocio, ni vandalismo”, explicó Escobar.

Y se despidió diciendo: “A mis 51 años tengo el orgullo de haber formado a una instructora: una chica que viene al gimnasio desde los 7 años y se llama Iara Benítez. Hoy es una adolescente que superó problemas de salud y pudo competir. Es un ejemplo para el gimnasio, venció adversidades y tiene un espacio para dar clases, instruye en boxeo infantil a niños entre 5 a 12 años. Cómo entrenador uno siempre sueña con sacar algún campeón, pero ganarle a la calle para mi es el logro más ansiado”.

(*) Especial para El Ciudadano de Ever Palermo, ex boxeador amateur y autor de “Rebeldes de uniforme” y “Puños Rosarinos: tierra de campeones”, libro declarado de interés Municipal y Provincial.

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