Coronavirus

Crónicas de cuarentena

Es cierto: un invasor “globular y reluciente” asusta a todo el mundo en vísperas de Halloween

Hoy el terror real llega de la mano del nuevo brote de covid-19 registrado en Europa, que deshabilita ilusiones y nos pone bajo las garras de un sueño agónico


Elisa Bearzotti

Especial para El Ciudadano

No resulta fácil mantenerse en pie por estos días. Las mañanas llegan y se van entre el recuento de los fallecidos, los que ya se recuperaron, los que están atravesando la enfermedad y los que aún no nos contagiamos pero entendemos que quizás, en cualquier momento, el virus entre en nuestros cuerpos como un ladrón nocturno decidido a ocupar cada célula y a actuar como acostumbra, promoviendo reacciones inesperadas.

Dada la disparidad de las respuestas orgánicas relevadas, que obliga a cobijar bajo el mismo paraguas a asintomáticos y fallecidos, pasando por aquellos que han debido ser hospitalizados y quedan con secuelas de incierta valoración, y los que apenas han sufrido unos pocos malestares, pienso que tal vez ahora mismo, mientras escribo esta crónica, podría estar contagiada. Entonces, la incertidumbre se trepa por la espalda que intenta doblegarse bajo el peso del temor, y cada jornada resulta una copia un tanto insípida de la anterior, dejando la sonrisa a mitad de camino, las lágrimas contenidas, y el pecho ahuecado por tanto dolor diseminado.

No es que antes no hubiera razones. ¡Vaya si las había..! Pero esta infamia compartida nos equipara de tal modo que pareciera que el mundo va entendiendo la necesidad de escribir de otra forma el relato de la historia. Nunca más adecuadas las palabras del verso borgeano: “No nos une el amor sino el espanto”, describiendo de modo excelente, y para la ocasión, el derrotero insoslayable de compartir la misma biología y similares condicionamientos psicológicos con los seres humanos que viven en Rosario, Nueva York o Pekín.

Así, mientras la estadística arbitra sus gráficos, la vida se impone haciendo uso de los vericuetos habituales y nos deja entrever sus aristas con la crudeza de un fotorreportaje: una mujer en el asiento del metro con barbijo y un vestido floreado tiene la vista perdida en algún universo de esperas y sombras; un niño y un perro, de espaldas a la cámara, miran a través de la ventana la calle vacía de juegos; varios trabajadores de la Salud envueltos en los trajes celestes, que los vuelven anónimos e indeterminados, rodean una cama donde se percibe, apenas dibujada, una persona conectada a un respirador; calles vacías amojonadas por las vitrinas de comercios cerrados, bares con las sillas sobre las mesas y el desorden propio de los lugares abandonados. Si no fuera por la marca identitaria de los monumentos que indican, de modo indiscutiblem que se trata de Paris, Londres o Buenos Aires, cada una de ellas podría simbolizar el grito silenciado de los seres humanos en cualquier punto del planeta… Todas cuentan la misma historia, el mismo desconcierto, el mismo temor.

Mientras tanto, apenas la calidez de los días casi veraniegos asoma con su mezcla de dulzura y esperanza en el Hemisferio Sur. Las noticias que llegan desde el Viejo Mundo nos cortan la ilusión de cuajo, poniendo otra vez sobre la mesa la arbitraria razón de la desdicha. Ante el aumento de casos que se registra en toda Europa, y que habilita el título periodístico de “nuevo brote” de covid-19, las autoridades están decidiendo volver a imponer restricciones para mantener el control sobre los respectivos sistemas de Salud.

El miércoles el presidente francés Emmanuel Macron lanzó nuevas medidas para evitar el aumento de contagios por coronavirus, que, hasta el día anterior, habían sumado 33.000 nuevos casos. En España las autoridades se debaten entre el cierre de fronteras regionales para restringir la circulación de personas y la resistencia al nuevo freno económico que implica. Pero el ascenso de muertes y una tasa de incidencia acumulada que asciende hasta los 436 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días no dejan demasiado margen de acción. Con estos datos, Castilla y León, Madrid y Andalucía sopesan declarar el cierre perimetral de sus territorios, y el gobierno nacional español cree tener razones fundadas para extender el estado de alarma por los próximos seis meses. En el resto de Europa se verifica una tendencia similar, con cifras muy altas de fallecidos por covid-19 en Francia y Reino Unido, y récord de contagios en Italia.

Ante esta situación los medios destacan los avances (y retrocesos) en las investigaciones que se vienen desarrollando en distintas partes del mundo para conseguir, más temprano que tarde, la tan ansiada vacuna. Pero en vista de la capacidad de mutación que tiene el virus de la gripe, las preguntas que siguen desvelando a toda la humanidad son: ¿acaso este brote será el último? ¿Acaso las restricciones en circulación que afectan tanto calidad de vida como cualidad de vínculos habrán llegado para quedarse? ¿Acaso algún día podremos volver a experimentar los modos de relación que conocíamos?

El viernes se cumplen 82 años de la transmisión radial emitida por la red de emisoras Columbia Broadcasting System (CBS) en Estados Unidos, dirigida por el entonces actor y futuro director Orson Welles. El episodio especial para Halloween recreaba el libro de H. G. Wells “La guerra de los mundos”, y se emitió en directo a las 9 PM del domingo 30 de octubre de 1938. El terror de los oyentes, que creyeron estar asistiendo a una invasión extraterrestre real, al menos pudo asumir la entidad de pesadilla apenas finalizado el programa, cuando Welles se despidió diciendo: “Hasta la vista y recuerden, por favor, durante un día o algo así, la lección terrible que aprendieron esta noche. Ese invasor globular, reluciente, que apareció haciendo muecas en las salas de sus casas es sólo un habitante de la imaginación. Si llega a sonar el timbre de su puerta y no ven a nadie allí, no crean que fue un marciano… Fue el genio travieso que aparece en la víspera de Todos los Santos”. En 2020 un “invasor globular y reluciente” apareció de verdad haciendo muecas en las salas de las casas… Pero la pesadilla aún no termina.

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