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Entre reclamos justos y conspiraciones

Porciones de poder se han dirimido en las calles durante el fin de este conflictivo 2010, por las protestas callejeras, las tomas de tierras, los reclamos por cortes de luz o por falta de billetes.

Porciones de poder se han dirimido en las calles durante el fin de este conflictivo 2010, por las protestas callejeras, las tomas de tierras, los reclamos por cortes de luz o por falta de billetes.

Algunas encuestas que se verán en los primeros días de 2011 darán cuenta de la mella que le produjo al gobierno esa sensación popular de que en algunos casos llegó tarde y mal a sofocar los focos de incendio.

Frente a este escenario, encontrar teorías conspirativas a cada paso puede resultar temerario, pero descartarlas por completo en esta Argentina compleja orilla, sin dudas, la ingenuidad.

El gobierno es proclive a encontrar manos negras en cada protesta social, pero muchas de ellas se basan en reclamos legítimos.

O acaso no resultaron lógicas las protestas iniciales del jueves en Constitución por la falta de trenes que, al final, terminaron en injustificables saqueos y actos de violencia montados por los oportunistas de siempre.

También la queja de los jubilados y de la gente en general por la falta de billetes, algo que se observa desde hace meses y que se esperaba para estos días, por los aguinaldos, planes sociales y la inflación que fogonea una mayor demanda.

También hubo quejas justificadas por los cortes de luz que se extendieron por puntos de toda la geografía del país, a raíz de la ola de calor, y pusieron de malhumor a tantos argentinos justo para las fiestas.

O las tomas de tierras basadas en un déficit habitacional que nunca termina de achicarse, a pesar del paso de los años. El ex secretario de Desarrollo Social Daniel

Arroyo explica que esto se produce porque en el 1 por ciento del territorio nacional –Capital y conurbano– viven 14 millones de habitantes y ello lleva a condiciones de hacinamiento que potencian la protesta.

Los reclamos hablan de asignaturas pendientes que el crecimiento de tantos años no pudo solucionar. Además, demandará tiempo la llegada de soluciones consistentes, como la construcción de miles de viviendas o las obras de infraestructura necesaria en materia energética. Pero una cosa es hacer una radiografía de las necesidades y otra distinta es desconocer los grupos que utilizan la protesta social como factor de desgaste al gobierno.

La propia democracia se merece estar atentos contra los conspiradores de turno que responden a diversos grupos de poder.

La historia argentina da cuenta clara de conspiraciones, que durante décadas se tradujeron en golpes de Estado para pasar luego, hace dos décadas, a “golpes de mercado”.

Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa fueron víctimas de ellas, más allá de las limitaciones que ambos tuvieron para gobernar.

En el caso de los graves incidentes ocurridos en Constitución el jueves, se sabe que accionaron militantes del PO para cortar las vías en apoyo a tercerizados del Ferrocarril

Roca.

Los seguidores del partido de Jorge Altamira fueron, históricamente, presa fácil para los que buscan otros réditos políticos. “La izquierda boba”, la llamó el piquetero oficialista Luis D`Elía, porque al final, siempre le hacen el juego a los intereses que dicen combatir.

Existen sospechas también de que se encuentre en operaciones, desde las sombras, el ferroviario José Pedraza, quien cayó en desgracia, junto con varios de sus seguidores, tras la muerte del militante Mariano Ferreyra.

En tanto que, por la toma de tierras, el gobierno apunta a punteros de Eduardo Duhalde y Mauricio Macri como gestores de varios de los conflictos que preocuparon a todos durante los últimos días.

Es más, un vocero oficial se animó a decir que, en realidad, ambos medirán fuerzas hasta el año que viene, para luego marchar juntos a las urnas en los cargos que las encuestas digan.

Desde ya, hubo varios encuentros reservados de operadores políticos de ambos con el objetivo de intentar pavimentar un camino común.

Si bien arrastra agua clara para su molino, no resultó nada alentadora la frase expresada por el jefe de Gobierno porteño contra la inmigración de países limítrofes, que prendió con rapidez en el discurso de la gente común.

Como tampoco que en el acto de lanzamiento de campaña de Duhalde en Costa Salguero haya participado Cecilia Pando o cuando hizo un llamado a la represión y el orden, dos palabras con una semántica fuerte.

Mientras tanto, varios medios se empeñan en dar una imagen de que se avanza hacia costas de cierto “desgobierno” por una presidenta que, según dicen, le cuesta manejar el país y al Partido Justicialista desde la muerte de Néstor Kirchner.

Lo paradójico es que antes publicaban que Cristina Kirchner no gobernaba debido a que lo hacía su esposo y ahora no lo hace por la ausencia de él.

El objetivo de todos sería, según los mismos voceros del oficialismo, debilitar la imagen presidencial de cara a 2011 ante una presidenta que, según las encuestas, parece sentir el impacto de la creciente conflictividad social.

Finaliza 2010, un año que se convirtió en bisagra por la muerte del ex presidente Kirchner y con una alta carga de política de confrontación, en especial en las calles y en el Congreso.

Se proyecta, entonces, un 2011, año de recambio presidencial, con un horizonte de convulsiones, a la luz de los grandes choques de intereses políticos y económicos que confrontarán en las urnas.

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