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Crítica teatro

En un futuro y cuerpo a cuerpo

Después de dos meses de trabajo, se presentó el sábado el cierre del proceso colectivo “La Batalla del Parque de España”.


El arte, por lo general, tiende a dar respuestas conscientes o inconscientes frente a lo que acontece. De hecho, es el contexto socio-político el que suele poner en tensión esas respuestas, las determina, y al mismo tiempo, es el que lleva a correr el borde de aquello que pueda entenderse como “habitual”, “normal” o “establecido”. El sábado, luego de dos meses de proceso, tuvo su gran cierre el megaproyecto La Batalla del Parque España, claramente, una apuesta de tono político más allá de la búsqueda poética, con los elementos canónicos de los que aún se vale el teatro, pero deliberadamente volcado a lo performático, por su dimensión incontrolable (imposible), por instalarse, al menos en su primera parte, en el espacio público, pero sobre todo, por dejar librado al “aquí y ahora” gran parte de su interesante y anárquico recorrido.

Ganador de un subsidio nacional dentro del Programa Plataforma Futuro, y partiendo del concepto de obra épica, preanunciando un futuro analógico, llegando al final de ese recorrido con una única función con carácter de acontecimiento, el material escénico de La Batalla del Parque España tuvo un claro condimento simbólico. Con más de un centenar de actores involucrados en sus diferentes instancias y un coro como único soporte sonoro que aportó grandilocuencia, el material vuelve sobre el concepto de distopía, donde los discursos ideológicos llegan al extremo, independientemente de la disparidad de conceptos (estéticos, ideológicos, históricos) que se trabajaron en el montaje.

Pero también, el recorrido, que juntó desde la dirección general a Paula Manaker, Tania Scaglione y Federico Tomé, con un equipo artístico que se completó con Juani Favre en la creación musical, Ange Potier en la dirección de arte, Maru Solana en la producción ejecutiva, Cecilia Pinazo en la dirección coral y Anju Manaker en vestuario, prensa y comunicación, trabajó desde el texto y la puesta en escena las contradicciones de los poderes fácticos y se valió de un recurso proveniente de las fiestas populares, entre otras el Carnaval y sus bacanales, e incluso la fiesta de San Juan, que si bien es una festividad cristiana, su origen es pagano, donde también se destruye el tótem que da origen al encuentro y que convoca.

De hecho, Grete, una especie de monstruo fagocitador de cuerpos humanos que recorrió las calles de la ciudad hace una semana para llegar a su destino final, fue el gran protagonista pero, también, su destrucción fue el corolario y la confirmación de que, al menos esta “Batalla”, no tendrá segunda vuelta.

De cara a un presente mundial en el que, incluso desde las urnas, se reafirma una fuerte avanzada de la derecha, con cierta vuelta a los totalitarismos, con la Policía buscando coartar las libertades individuales, de cara a un importante sector de la sociedad que parece estar dispuesto a sacrificar sus derechos, en gran medida, el espectáculo-acontecimiento del sábado se revela, también, como un grito liberador, catártico y colectivo, que, casi de modo onírico, anticipa un futuro en el que la vuelta al origen, la necesidad de recuperar una forma de placer primaria, que hasta se aleja del hedonismo del presente, será imprescindible.

“Los invitamos a vivir esta experiencia irrepetible sin que medien objetos entre las personas”, aclaraba el programa de mano. Y el público, en gran medida, festivo y atento, aceptó el desafío. Particularmente, con el gran recibimiento, la gran recepción que la puesta tuvo de parte de ese público, asociada, quizás, a la carencia en la escena local a la hora de apostar al riesgo, a lo inusitado, a lo impredecible, a la saturación de un recurso como la desnudez, independientemente que el espacio compartido, y la ruptura de los límites entre performers y los espectadores, dejó con ganas de más, porque el público se quedó en sus butacas, es decir, en su lugar de resguardo. De todos modos, algunos espacios como el parque de España, donde rara vez tiene un lugar la producción local y sobre todo la experimentación, sintió tambalear su estructura siempre atenta a un teatro más aburguesado, algo que en sí mismo es un gran logro.

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