Edición Impresa

Vaticano

En Navidad, Francisco pidió por la paz

El papa Francisco pidió ayer el fin de la guerra en Siria y conciliación para Colombia y Venezuela, en su mensaje navideño “urbi et orbi”, en el que recordó a las víctimas de los “viles actos terroristas”.


El papa Francisco pidió ayer el fin de la guerra en Siria y conciliación para Colombia y Venezuela, en su mensaje navideño “urbi et orbi”, en el que recordó a las víctimas de los “viles actos terroristas”.

“Es hora de que las armas callen definitivamente y la comunidad internacional se comprometa activamente para que se logre una solución negociable” en Siria, exhortó el Papa desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, ante decenas de miles de personas congregadas en la plaza San Pedro de Roma, en su tradicional mensaje navideño “a la ciudad y al mundo”.

“Paz a los hombres y a las mujeres de la martirizada Siria, donde demasiada sangre ha sido derramada. Sobre todo en la ciudad de Alepo, escenario, en las últimas semanas, de una de las batallas más atroces, es muy urgente que se garanticen asistencia y consolación a la extenuada población civil, respetando el derecho humanitario”, pidió el Papa argentino, jefe espiritual de los 1.200 millones de católicos del planeta, quien también oró por los sufrientes pueblos de Irak, Libia y República del Congo, entre otros.

Por Colombia y Venezuela

Francisco deseó asimismo “concordia” para el “querido pueblo colombiano”, inmerso en un proceso de paz para poner fin a más de 50 años de conflicto con la guerrilla.

“Pedimos concordia para el querido pueblo colombiano, que desea cumplir un nuevo y valiente camino de diálogo y reconciliación”, dijo el pontífice.

El gobierno colombiano selló el pasado 24 de noviembre con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) un renegociado acuerdo de paz, después de que el primero fuera rechazado en un plebiscito

Colombia vive un conflicto armado en el que también han participado otras guerrillas, paramilitares y agentes estatales, con un saldo de unos 260.000 muertos, 60.000 desaparecidos y 6,9 millones de desplazados a lo largo de más de medio siglo.

El papa Francisco recibió el 16 de diciembre en el Vaticano al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, premio Nobel de la Paz 2016 por este acuerdo, y también, por separado, al anterior presidente Álvaro Uribe, que se opone a este proceso de paz.

“Dicha valentía –invitó Francisco aludiendo al proceso de paz en Colombia– anime también a la amada Venezuela para dar los pasos necesarios con vistas a poner fin a las tensiones actuales y a edificar conjuntamente un futuro de esperanza para la población entera”.

El Vaticano auspicia las negociaciones entre el gobierno venezolano y la oposición, para intentar resolver la grave crisis política y económica de este país sudamericano.

Francisco, que acaba de cumplir 80 años, pronunció este cuarto mensaje “Urbi et orbi” en un contexto de grandes medidas de seguridad tomadas en Europa tras el atentado del pasado lunes contra un mercado navideño de Berlín, que dejó 12 muertos.

El Papa deseó “paz” a quienes “han perdido a un ser querido debido a viles actos de terrorismo, que han sembrado miedo y muerte en el corazón de tantos países y ciudades”. También exhortó a los israelíes y palestinos –cuyas negociaciones de paz están totalmente paralizadas– a “escribir una nueva página de la historia” sin “odio ni venganza”.

Tras el atentado terrorista con camión contra el mercado navideño de Berlín, reivindicado por el grupo yihadista Estado Islámico (EI), el temor a otros ataques marca las festividades de este año.

El sábado por la noche, la homilía para la Nochebuena del papa Francisco –en la que criticó el materialismo de quienes festejan Navidad pensando sólo en regalos– en la basílica de San Pedro se celebró entre fuertes pero discretas medidas de seguridad.

En Belén, lugar donde según la tradición cristiana nació Jesús, unos 2.500 fieles palestinos y extranjeros llenaron la basílica de la Natividad para la misa del gallo a la medianoche. El presidente Mahmud Abas y otros dignatarios palestinos estuvieron presentes.

El arzobispo Pierbattista Pizzaballa, administrador apostólico del Patriarca latino de Jerusalén y jefe de la Iglesia católica en Tierra Santa, pidió compasión para los refugiados y el fin de la violencia que desangra a Medio Oriente.

Distintas Navidades

En el norte de Israel, más 25.000 personas participaron en las celebraciones de Navidad en Nazaret, ciudad donde Jesús habría pasado su infancia.

En Estados Unidos, el presidente Barack Hussein Obama y su esposa Michelle enviaron su último mensaje de Navidad desde la Casa Blanca, subrayando los valores que unen a los estadounidenses, cualquiera sea su fe.

En Siria, la comunidad católica de Alepo celebró la primera misa en cinco años en la catedral maronita San Elías, en la ciudad vieja, dos días después del anuncio del régimen de Bashar al Asad de la reconquista total de los barrios controlados por los rebeldes en la segunda ciudad siria.

Igual que numerosos edificios de Alepo –ciudad convertida en símbolo de los estragos causados por la guerra–, la catedral ofrece un espectáculo de desolación: techo derrumbado, escombros esparcidos en el suelo y bancos derribados. Un pequeño grupo de personas decidió hacer limpieza e instalar un pesebre. “Todos tenemos recuerdos de este sitios. Aquí hemos celebrado nuestras fiestas y alegrías. Queremos transformar los escombros en algo bello”, explicó uno de los miembros de ese grupo, Bashir Badaoui.

Celebración agridulce para cristianos en Irak

En las mejillas de Imama Behnan hay lágrimas, pues esta cristiana de Irak estaba “impaciente” por celebrar Navidad en una iglesia de su ciudad recuperada por el ejército de manos de los yihadistas, y en vez de eso ve con tristeza crucifijos rotos y el campanario dañado. “Lo que siento es indescriptible. Estábamos impacientes” de poder regresar a Qaraqosh, dice Behnan, cuyas palabras se funden con el sonido de las campanas de la iglesia siriaca católica Mar Yohanna. Su regreso definitivo a esta ciudad de mayoría cristiana del norte de Irak no está programada por ahora.

Qaraqosh, retomada por el ejército al Estado Islámico (Isis, por sus siglas en inglés) a fines de octubre tras dos años de ocupación, sigue invivible y sus habitantes tendrán que estar pacientes antes de volver a sus casas, muchas de ellas destruidas.

Para los refugiados, una parte de los cuales fue instalada de manera provisional en el Kurdistán iraquí, la Navidad es sólo un paréntesis encantado, donde la alegría del regreso, así sea provisional, se mezcla con la pena inmensa.

“Lloro por Qaraqosh, por nuestra casa”, dice Imama Behnan, con una pañoleta en su cabeza y un crucifijo alrededor del cuello. “Cuando llegaron en 2014, los yihadistas nos obligaron a dejar nuestras casas y robaron nuestro dinero, forzando a la inmensa mayoría de los habitantes de Qaraqosh a huir”, agrega.

Pero “cuando regresamos, habían incendiado” las casas, dice. “Esperábamos la liberación, pero no esta liberación. Estábamos impacientes por entrar y ver brillar nuestras casas”.

Unos 15 kilómetros más al oeste, en Mosul, segunda ciudad del país, el ejército iraquí sigue su ofensiva para desalojar a los yihadistas del Isis, pero su resistencia es encarnizada.

Comentarios