Coronavirus

Crónicas de cuarentena

En casa, como en Italia, Francia, Inglaterra y Suecia, aunque el Sol del otoño convide a otra cosa

Hace unos días Gianfilippo Banchieri, alcalde de Delia, una localidad de Sicilia, conminó a sus vecinos a respetar la cuarentena. Corredor él, junto a los pocos que había en su pueblo, ahora se pregunta si eran todos maratonistas. ¿Y en Rosario? Habrá que seguir dándole la espalda al río marrón


Elisa Bearzotti

Especial para El Ciudadano

Hace unos días se viralizó un video donde se veía a Gianfilippo Banchieri, alcalde de Delia, una localidad siciliana de unos 4 mil habitantes. Haciendo gala de la típica vehemencia italiana, desplegó un alegato plagado de ironías para conminar a los vecinos a respetar la cuarentena en sus domicilios. En alguno de los párrafos el funcionario dice: “Me están pidiendo permiso para salir a correr porque están estresados. ¿Pero es que ahora todos se han vuelto deportistas? ¡Si la última vez que corrieron fue en el campamento de la escuela primaria!”. Y luego, con sarcasmo agrega: “¡Hoy vi gente en el campo comiendo asado! ¡Y otros haciendo una fiesta en un condominio! ¿Desde cuándo somos tan buenos vecinos que nos gusta juntarnos y hacer fiestas?”.

Más allá de la típica vehemencia italiana, una marca de estilo difícil de igualar, el discurso brilla por las enormes dosis de sentido común que destila. “Algunos dicen que debemos agradecer a los vecinos por quedarse en casa”, continúa Banchieri. “No, eso es una obligación, debemos agradecer a los que hoy están en la trinchera: médicos, enfermeros, paramédicos, fuerzas del orden, bomberos, intendentes”. Y finaliza: “Algunos me dicen que no debemos alarmar a la gente… ¡Es una pandemia! ¿Cuándo debemos alarmar a la población si no en una pandemia?”.

Evidentemente, en todo el mundo se replican los males típicamente “argentos”. Según el mito popular somos desobedientes. “Porque nos gusta juntarnos”; “Porque somos amigueros”. No soportamos estar lejos de la familia, de los amigos, vivimos en la calle, tenemos cientos de ritos de amistad que respetamos a rajatablas: los jueves de fútbol, los viernes con los compañeros de la primaria, de la secundaria, de la universidad, del trabajo, del club, del gimnasio; los domingos el asado familiar, los cumpleaños… Sin embargo, parece que esas marcas de argentinidad no son tan exclusivas, porque a todos los gobernantes del mundo que apelaron al aislamiento social obligatorio como forma de luchar contra el coronavirus, se les complica hacer cumplir el lema #quedateencasa.

En los países del Hemisferio Norte, donde está iniciando la primavera, resulta muy difícil que las personas renuncien a la calidez de los primeros rayos de sol.

En Francia se labraron más de 90 mil multas sólo durante los primeros días de cuarentena obligatoria debido a la cantidad de parisinos que no querían renunciar a sus ejercicios a lo largo del Sena ni renunciar a realizar sus compras en los mercados populares, tal como lo hacen habitualmente.

En Italia la Policía puso en marcha un operativo llamado “Ojo en el cielo”, disponiendo a su personal en helicópteros para vigilar a los ciudadanos y verificar que cumplan con las medidas decretadas por el gobierno para reducir los contagios de coronavirus. “Desde el aire podemos identificar todos los posibles encuentros en el área”, ha señalado el comandante de la Policía de Catania, Nicola Murri.

En Londres, Boris Johnson decidió tardíamente comenzar con el aislamiento domiciliario, ahora implementado en todo el Reino Unido. No obstante, el domingo pasado el Sol brilló sobre los pálidos británicos y muchos no resistieron la tentación de asolearse en alguno de los magníficos parques londinenses, a pesar de las restricciones impuestas y el delicado estado de salud de su primer ministro internado, ya grave este miércoles, por coronavirus.

En cambio, Suecia, país donde habitan los ciudadanos más “aplicados” del planeta, resolvió implementar una estrategia diferente. Con uno de los climas más extremos del mundo, ha decidido no cerrar los parques ni los restaurantes ni las escuelas. El gobierno se ha limitado a hacer recomendaciones a sus ciudadanos para que “asuman su responsabilidad” y sigan las consignas. “Cada uno es responsable de su propio bienestar, del de sus vecinos y de su propia comunidad. Esto se aplica en situaciones normales, y se aplica en tiempos de crisis”, dijo la canciller Ann Linde, quien insistió en que la confianza es la base de la estrategia del gobierno sueco. Sin embargo, ni siquiera los controlados y bien educados suecos han podido parar a la pandemia, que contabilizaba 6.830 contagiados de Covid-19 y 401 muertos en ese país.

Mientras tanto, en Argentina el gobierno comenzó a tener reuniones con dirigentes patronales y obreros, representantes de cámaras empresariales y profesionales, con el objetivo de flexibilizar las medidas de aislamiento a partir del lunes. Claro que no será la fiesta de besos y abrazos que todos deseamos, sino más bien una paulatina vuelta a la “normalidad” a partir de la apertura de algunos comercios y ciertas actividades de la industria.

En Rosario, el Sol brilla como nunca en estos días otoñales, y todos deseamos volver al pasamanos del mate en las plazas, demorar el Paraná en la costa salvaje de las islas, transitar las avenidas con el Sol sobre los hombros, retomar el rito del café en las veredas de Pichincha, caminar el bulevar con su sombra de palmeras, derrotar al virus a fuerza de recuerdos felices y momentos compartidos. No será por ahora… Pero todo está allí, esperándonos, para el momento en que la maravilla de la vida decida hacer su magia cotidiana.

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