Sociedad

Nuevos tiempos, viejas fiestas y un libro

Hurgando entre las reinas, adelanto de una “cartografía”

El libro "19. Una cartografía de Santa Fe" se editará este año. Éste es uno de sus relatos: el de una periodista que se cuela en el mundo de los concursos de belleza durante la histórica celebración en Coronda


Esta semana los organizadores de la Fiesta Nacional de las Reinas, que desde hace 29 años se celebra en la localidad de Carlos Pellegrini, anunciaron la cancelación de la edición de 2018 por falta de participantes. Explicaron que la mayoría de las delegaciones del país se resistió a la propuesta de la subsecretaría de Políticas de Género de Santa Fe de elegir embajadoras en vez de reinas. El cambio en el rótulo empezó en Rosario el año pasado con la elección de parejas de embajadores mixtas en la Fiesta de Nacional de las Colectividades, pero no tuvo la misma adhesión en otras celebraciones. La iniciativa estatal pretendía dejar de lado el concepto de concurso de belleza al considerar que en los se cosifica a las mujeres.

Para sumar al debate que generó la noticia, El Ciudadano publica un fragmento exclusivo de 19, una cartografía de Santa Fe, el libro que recopila relatos de diecinueve escritoras y escritores que viven en Rosario y que viajaron durante un fin de semana a un lugar de la provincia de Santa Fe. La publicación editada por la productora cultural Cardumen saldrá este año y fue premiada y financiada por el Fondo Nacional de las Artes y Espacio Santafesino. En uno de los relatos, la periodista Laura Hintze viaja a la Fiesta Nacional de la Frutilla que todos los años se hace en Coronda después de la cosecha y se cuela en un mundo de reinas.

 

Reinas de frutilla a la crema (por Laura Hintze)

 

—El hotel está lleno. Acá son todas reinas. Tal vez te toca otro lugar.

El hombre me mira y sentencia. Yo sonrío, apenas, tras la palabra reina: estoy excluida del concepto. No voy a increparlo. Siento caer el cansancio, siento que aumenta la mugre que traigo encima. Sólo pienso en una ducha.

¿Cómo? Me dijeron que venga a este hotel.

Está lleno —repite el hombre detrás del mostrador. No parece tener voluntad, ganas de esforzarse, de resolver mi problema. Una señora, sentada del otro lado, ceba mate. Uno para él, uno para mí. Yo acepto el matecito dulce, sin olvidarme de la ducha.

Fijate –insisto–. Yo llegué de Rosario al mediodía. Soy periodista y… —El tipo no me deja terminar. Sonríe, cambia todo.

¡Sos la periodista! —exclama, y mágicamente aparecen: una llave, una habitación.

El hombre se llama Juan Carlos, aunque todos lo conocen como Calipo. La cebadora de mates es Mara. Los dos resultarán ser muchísimo más agradables que mi primera impresión y se volverán mis mejores amigos corondinos, una especie de GPS por la ciudad y sus chismes. Calipo y Mara me acompañan, mate en mano, a la habitación. Me cuentan, en el camino, que me toca compartir cuarto con una reina y su hermana, dos chicas divinas de la provincia de Corrientes.

La habitación es sobria: la que te imaginás para el hotel Coronda. Tiene dos camas, una matrimonial, una simple; tres mesas de luz; un placard. No hay un rincón libre: ropa y cosas para la belleza copan el escenario. La voz de Mara y Calipo guiándome entre las pertenencias de una reina terminan de completar el panorama. El silencio sólo llega cuando los tres descubrimos un halo de luz celestial. En uno de esos rincones está la corona, que sobresale brillante e imponente. Mara la observa, en éxtasis. La entiendo: ni ella ni yo somos chicas de brillos, pero eso no significa que no soñemos con serlo. Las dos nos encontramos en la mirada y sonreímos pícaras, cómplices, profanadoras. Ella me gana de mano. Primero se justifica: “No lo puede evitar”, dice, y Calipo se ríe. Después, cierra la puerta. Se pone frente al espejo, toma aire profundo, agarra la corona con sus dos manos regordetas y la posa con elegancia sobre su cabeza. Nosotros nos quedamos en respetuoso silencio y Mara suelta el aire lentamente, seria, comprometida y con armonía, sin dejar de mirar su reflejo soñado (…).

Antonia González tiene 22 años y trabaja de reina: durante un año, la joven correntina viajó por el país representando a la Fiesta Departamental de la Frutilla que se realiza en Paraje Desmochado, al sur del departamento Bella Vista, provincia de Corrientes. La fiesta de Coronda es la última que visitará durante su monarquía.

Antonia es mi concubina monarca. Quiero hablarle, pero es imposible. Todo el tiempo que compartamos en la habitación, la reina de la frutilla correntina va a estar ocupándose de su pelo y del maquillaje. Va a hablar para hacer algún comentario y pedir ayuda, porque la luz de la habitación no sirve para pintarse. Por suerte está Miriam, su hermana de veintiocho, la que la acompaña, la ayuda con la ropa y hace frente a estas urgencias. Yo observo sentada en la cama: no tengo idea de cómo dar una mano. Me ofrezco para cebar mate y con eso encuentro el nexo para conocer a las hermanas.

Miriam y yo charlamos un buen rato. Cosas de chicas, me imagino, porque no las recuerdo. Sé que le cuento por qué estoy en Coronda, que siempre tengo el cuaderno a mano, que escribir es mi trabajo.  Ella me cuenta que su novio trabaja en el mercado, distribuyendo frutillas, y que él anotó a Antonia como posible reina departamental. Las hermanas González también están aprendiendo sobre monarquías regionales y las tres nos reímos de la cantidad de reinas que existen y ellas se han cruzado. La Reina del Salame gana en carcajadas. Menos mal que no somos ninguna de nosotras, decimos, y yo me siento parte. Reina. Feliz (…).

Las chicas desfilan por el centro de Coronda con su vestido de gala, corona y cetro. El pueblo observa desde la vereda. No es un alto porcentaje de pueblo, pero ellas entienden que valen millones. Caminan, sonríen, saludan. Tienen el brazo levemente alzado y flexionado y mueven la palma de la mano de un lado para el otro con suavidad. Yo jugué a eso durante el boom de la película El diario de la princesa, donde actúan Anne Hathaway y Julie Andrews. Tenía once años y mantuve un tiempo considerado la postura monárquica y el sueño de un familiar de la realeza que venga a buscarme. Ahora observo a las chicas desde un rincón. Son 55, todas reinas. Cada una encarna una fiesta tradicional, una economía regional, y viaja por el país de fiesta nacional en fiesta nacional haciendo eso: saludar, brillar, representar. Están las reinas y están las postulantes, que son las que van a desfilar. En este caso, diecisiete chicas. Una de ellas va a ser elegida por su belleza integral —la de adentro y la de afuera— para representar a la frutilla corondina de noviembre de 2015 a noviembre de 2016.

Me junto con algunas postulantes y charlamos. La conversación lejos está de ser de igual a igual, pero trato de adaptarme a mi humilde condición. Las postulantes son la mayoría de la provincia de Santa Fe, aunque también llegaron de Entre Ríos, Misiones y Buenos Aires. Me cuentan que es un honor estar en Coronda, representar a su pueblo en una de las fiestas más importantes del país. Que pasaron la tarde paseando por campos de frutilla y que aprendieron un montón. Nos trataron re-bien, dicen.  También me explican que no se trata solamente de ser linda, que en este caso hay que diferenciar la belleza estética de lo natural, algo totalmente distinto. Mientras tomo nota les pido sus nombres, como mera formalidad. Una chica me pregunta si me da su nombre-nombre o su nombre de Facebook.

Mi primera y única experiencia con la realeza me demostró que no conozco nada de ellas y a pesar de eso no puedo no estereotiparlas. Voy a pensar en eso durante la vuelta. La monarquía se lleva en la sangre y en el caso de ellas es indiscutible. Esa convicción y ese glamour no deben ser tan fáciles de llevar. En el hall del hotel Coronda me encontré a dos reinas impecables. Una representaba a la Navidad Gaucha, otra al Productor Agropecuario. Pura convicción y puro glamour. Tomé nota y no paré. Les reservé una divertida página del anotador. Tengo Reina de la Leche, Siembra Directa, Ecología, Trigo, Soja, Alfajor, Cerveza, Transporte, Durazno, Zapallo, Taburé, Agricultura, Familia Piamontesa, Bagnacauda, Tambo, Productor Lácteo, Productor de Miel, Tradición Gaucha, Agro, Sorgo, Harina, Carnaval, Zanahoria, Solidaridad, Aceite Vegetal.

Tomo aire. Respiro. Lo pienso y reitero: la monarquía se lleva en la sangre, la convicción y el glamour que tienen las chicas no deben ser tan sencillos. No puedo no estereotipar a una reina. Tampoco puedo no respetarla.