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En busca del equilibrio

Los bipolares pasan de la euforia a la tristeza extrema dado el desorden psíquico que sólo se trata con medicación adecuada. Una ONG brinda contención a esta enfermedad que cuesta ser diagnosticada.

Luciana Sosa

La bipolaridad es un desorden psíquico en el que el individuo que la padece presenta manifestaciones extremas de dos estados de ánimo principales, los cuales se conocen como el polo depresivo y el polo maníaco o de euforia. Estos estados fluctúan en la persona de forma cíclica e inconsistente, por lo que por momentos sufre de una depresión grave o crónica y de repente puede presentarse totalmente eufórica. En Rosario los pacientes con este problema y sus familiares tardan en conocer la situación, y se corre el riesgo de ser considerados episodios donde se trata de llamar la atención del otro. “Pero no es así: cuando descubrimos con los médicos de qué se trataba, nos sentimos paralizados, con muchas dudas porque no conocíamos de qué se trataba la bipolaridad y no sabíamos cómo ayudar a nuestro hijo”, comentó Norberto Altomare, uno de los padres que acudió a la sede rosarina de la Fundación de Bipolares Argentinos (Fubipa). Altomare coordina ahora a los familiares.

La sede en la ciudad tiene su punto de encuentro los sábados, a partir de las 10, en una de las oficinas parroquiales de la iglesia Nuestra Señora de Lourdes, en Santiago 1161. Esta fundación sin fines de lucro se creó en Buenos Aires y luego tuvo un grupo de médicos como Eva Cipollone y Cristian Lupo que llevaron adelante la iniciativa local, 15 años atrás.

“En Fubipa los familiares y pacientes bipolares reciben contención psíquica y teórica. Es decir, cada uno que llegue a la oficina parroquial recibirá asesoramiento y material bibliográfico. Ésta es una enfermedad muy poco difundida y se conoce en el mundo desde hace más o menos un década, porque es un tema netamente clínico. Muchas veces los pacientes son grandes manipuladores y no llevan a los médicos los informes de estudios realizados y eso revela una gran falencia médica y psicológica”, señaló Altomare.

El ahora coordinador llegó a la fundación hace unos 8 años, tras pasar la misma cantidad de tiempo visitando médicos y sin saber qué le pasaba a su hijo. “Fueron 8 años de tratamientos psicológicos fallidos, tuvimos 7 internaciones anuales y cuando nos encontramos con el verdadero problema nos dimos cuenta de que mi hijo en ningún momento había tomado un estabilizante, que es la medicación necesaria para el tratamiento”, recordó.

Fue así como pidió asesoramiento de la doctora Lupo y se comenzó con el tratamiento correspondiente. Consultado sobre la posibilidad de una crisis repentina, Altomare manifestó: “Las crisis siempre están latentes, pero cuando el tratamiento se lleva a cabo con normalidad, la estabilidad es permanente. De todas formas, todos tenemos crisis y, a niveles convencionales, ellos también”.

Desde el comienzo del tratamiento a su hijo Norberto se dedicó a brindar ayuda a otros padres que atraviesan por esta situación. “Lo tomé como una obligación porque estuve boyando 8 años con mi hijo y al encontrar la fundación sentí, realmente, que nos cambió la vida. Es por eso que me comprometí de lleno con esta labor, y cada sábado espero a los padres de pacientes bipolares para ayudarlos en esta situación”, expresó.

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