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En busca de la inmunización

Se hallaron principios químicos que podrían conducir a la creación de vacunas sintéticas para prevenir, casi, todas las enfermedades infecciosas que existen. Los ensayos en monos tuvieron resultados óptimos.

El científico colombiano y descubridor de la primera vacuna contra la malaria, Manuel Elkin Patarroyo, halló los principios químicos que podrían permitir la creación de vacunas sintéticas para prevenir prácticamente todas las enfermedades infecciosas existentes en el mundo.

Tras más de 30 años de investigaciones, Patarroyo informó de su hallazgo en una entrevista con la agencia EFE después de que aquél fuera publicado por la revista estadounidense Chemical Reviews, lo que le dio el aval del mundo científico.

El científico halló estos principios, que evitarían a futuro millones de muertes en el planeta, a partir del descubrimiento de su primera vacuna contra la malaria, en 1986, y desarrollar después el fármaco de segunda generación con cobertura superior al 90 por ciento en ensayos con monos.

De esas 157 enfermedades, sólo quince tienen vacuna, motivo por el que Patarroyo y su equipo de la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia (FIIC) afrontaron “el problema desde el punto de vista de la química”, un hito en la ciencia ya que las únicas existentes se desarrollaron a partir de la biología.

Una vez introducido el microbio en el organismo a través de la picadura del mosquito y alcanzado el hígado, “reconocimos las proteínas o moléculas que el parásito utiliza para pegarse a las células que va a infectar y luego averiguamos su estructura química tras hacerlas fragmentos”, relató el reconocido doctor.

“Eso, per sé, es un gran descubrimiento, pero esos fragmentos no se pueden utilizar como vacunas porque el sistema de defensas es ciego, no los ve”, agregó, al explicar que esa ceguera del sistema inmunológico es la que permite a los microbios esconderse en el organismo.

La solución fue modificar los fragmentos a través de la química, es decir, crear proteínas sintéticas e idénticas a las de las únicas partes del microbio capaces de adherirse a los glóbulos rojos para después cambiar el orden de los componentes.

El científico lo explica con palabras sencillas: “Darle la vuelta a los deditos de las manitas del microbio” para hacerlos visibles, en alusión a las únicas partes que se pegan a las células porque el resto del parásito no contagia y por tanto no sirve para la elaboración de la vacuna, al no garantizar la prevención de la enfermedad al ciento por ciento.

“Así la molécula (copiada químicamente y después modificada) se vuelve altamente productora de anticuerpos, de defensas, y puede ser utilizada como vacuna”, matizó.

Si bien estas conclusiones parten del estudio de la malaria, Patarroyo ha demostrado que esos principios sirven para contrarrestar el resto de males infecciosos.

El colombiano trabaja fundamentalmente con el microbio de la malaria porque, entre otros motivos, es uno de los más destructores por la rapidez con la que se propaga al interior del organismo: “Hay cerca de 500 millones de casos al año y de esos casi 3 son mortales, la mayoría niños menores de cinco años en África”.

Tras el último descubrimiento, se podría aplicar a la tuberculosis, papiloma humano, dengue, hepatitis C o lepra, sólo por citar algunas de las enfermedades más comunes de entre el medio millar de infecciosas, “que en total provocan anualmente la muerte a 16 millones de personas”, indicó el científico.

Patarroyo descubrió la primera vacuna contra la malaria en 1986, denominada SPF-66, y tras realizar ensayos en más de 50.000 individuos de distintos países se verificó su efectividad entre un 30 y 50 por ciento.

En 1996, cuando cedió la patente a la Organización Mundial de la Salud (OMS), dejó de aplicarla para sumergirse en la investigación y buscar su efectividad al ciento por ciento.

Ahora, 25 años después, ya tiene la segunda generación de esta vacuna, a la que denomina Colfavac y de la que ha comprobado una efectividad superior al 90 por ciento en monos.

“Vamos a comenzar los ensayos en humanos y estamos absolutamente seguros de que tendremos los mismos resultados”, adelantó, al constatar, también tras años de investigaciones, que el organismo de los micos amazónicos que usa son idénticos al del hombre.

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