Ciudad

“En barrio Ludueña hay milagros todos los días”

Por: Santiago Baraldi.- Así lo sostuvo el padre Edgardo Montaldo, quejándose de que los medios sólo reflejan la inseguridad.


Sus ojos celestes brillan igual que cuando llegó al barrio Ludueña en el año 68. Su voz pausada y bajita es firme. Se indigna que sólo se hable de Ludueña por las páginas policiales. Se enoja porque los móviles llegaron de inmediato cuando se enteraron que unos pibes lo habían asaltado. Esos chicos a los que les da de comer en Betania, donde se encuentra la Capilla Sagrado Corazón, en Casilda y Larrea. No le gusta que lo traten de usted o que le digan padre Montaldo, prefiere simplemente que lo llamen Edgardo y Edgardo resucita cada día para estar del lado de los más humildes. “Aquí no necesitamos políticos, necesitamos políticas. No podemos tolerar lo que está pasando con la infancia y la adolescencia. Nosotros, desde nuestro lugar, hacemos muchas cosas buenas que no están en los medios. En Ludueña hay milagros todos los días, pero los medios reflejan solo los hechos de inseguridad”, apunta aferrado a su bastón que lo acompaña luego de sufrir un ACV pero que le da más fuerzas para estar al frente de la obra que lleva adelante.

En el comedor Betania unos 380 chicos tiene su ración de comida y Edgardo recibe el mejor alimento: el cariño de los pibes. “Tuve que intervenir porque cuando me robaron ya querían ir a buscar a los asaltantes y hacer justicia. Me opuse. De lo que el barrio está cansado es de quienes quieren meter la droga. Cuando la Policía interviene, atrás va la gente y les destroza la casilla o la quema”, relata Edgardo y agrega que “me cansa un poco que el barrio sea noticia sólo en las páginas policiales. Hay un montón de cosas positivas que se hacen, aquí hay milagros todos los días: tenemos la orquesta donde más de doscientos chicos de la villa hacen música; o los dos chicos y dos chicas que el año pasado viajaron a España, al Campamento por la Paz que organizó la UNESCO en Barcelona; otros jóvenes que desde el año pasado estudian música en la facultad; también funciona un taller industrial, un hogar diurno, una casa para jóvenes, talleres de oficio y espacios destinados al apoyo escolar y a la alfabetización.  Es decir, son pequeñas cosas que hacen que no necesitamos tanta policía, que a veces arman grupos poderosos y llevan a los chicos a ser usados para otras cosas”.

Montaldo llegó en el año 68 con sotana, y al tiempo se dio cuenta que no la necesitaba. A comienzos de los 70 estuvo marcado por las palabras del padre Arturo Paoli, un sacerdote que le dio clases de teología, y a quien en los años del Proceso militar lo echaron y terminó trabajando en una favela de Brasil. “En los comienzos de los años 70, cuando a las villas de emergencia íbamos muchos salesianos, aquí el ex obispo (Guillermo) Bolatti se oponía y quedé solo en el barrio. Paoli nos contó que tres monjitas se habían ido a trabajar al Chaco y habían escrito un cuaderno con las actividades de cada día, los horarios, etc. Paoli les dijo que ese cuaderno no lo lleven: «vayan allá a tomar mate con la gente y van a ser ellos los que le van a decir qué tienen que hacer. Escuchar a la gente. Cuando yo vine aquí, no tenía ningún proyecto, ni ningún taller de nada, fue la necesidad de la gente la que fue marcando el camino”.

El padre Edgardo fue haciendo sus anotaciones, su cuaderno de bitácora, sus experiencias volcadas al papel están próximas a ingresar a la imprenta: “Sueños y Mates”, así se llama el trabajo, una recopilación de historias que hacen del barrio Ludueña un lugar digno de vivir. “El evangelio y la palabra de Dios se tradujo entre mates y sueños; así logramos una escuela, un comedor, la hermosa música que los chicos tocan con sus violines”, agrega. Detrás de los muros del Arzobispado, en Córdoba y España, siempre cuestionaron su obra. “Siempre me han llamado para domesticarme y no pudieron, a mí no me gustan los escritorios, me gusta estar con las necesidades de la gente. Mollaghan fue el único obispo que me llamó, no para lavarme la cabeza como lo querían hacer los anteriores, sino que me llamó —incluso vino un día al barrio y no nos encontramos—cuando tuve el ACV me llamó y me vino a visitar, incluso vino después de un fuerte tormenta y no nos encontramos. Se nos habían volado los techos y quiso saber cómo estábamos”.

Sin embrago, el ACV que sufrió Edgardo fue un pase de factura a un gran disgusto que padeció. Luego de la pedrea que devastó a la ciudad en noviembre de 2006, los techos del comedor y la capilla eran “un colador”. Había que cambiarlos. “La provincia abrió un subsidio de emergencia y fui personalmente a tramitarlo, como lo hicieron las escuelas católicas privadas San José, María Auxiliadora, Los Ángeles. Eran cien escuelas y pedían cerca de 12.000 pesos y yo sólo pedía 5.200: a todas las escuelas privadas le llegó el subsidio y aquí ni un peso. Un día vino la directora provincial de enseñanza privada y le pregunté qué pasaba. En una visita que realizó, justo comenzó a llover y la tomé de la mano para que viera cómo se llovía sobre la mesa donde comen los pibes. Nunca llegó esa partida, finalmente la conseguimos con los salesianos. Nunca supe por qué no nos dieron ese subsidio. Alguna cizaña hubo. Me dio tanta indignación que me agarró un ACV, ahora hago la rehabilitación en el COT, allí los muchachos me tienen paciencia y yo hago los deberes”.

Vivienda

Montaldo se preocupa porque los vecinos le comentan que hay gente que llega al barrio para comprar una casilla en medio de la villa, junto a las vías. “Se allana una y ya hay otra nueva, no sé si hay mucha voluntad política para combatir a quienes pudren a los pibes. Cuando me asaltaron vinieron tres canales: ‘los mismos pibes a los que el padre les da de comer lo asaltaron’ dijeron cuando el tema de fondo es otro y más importante”, explica molesto.

El sacerdote no tiene dudas y remarca que “el desafío siempre es trabajar para que los chicos tengan posibilidades. Hay mucha ausencia de políticas y de organización de instituciones que se dedican a eso, es algo incluso que se lo advierto a los salesianos; Don Bosco fundó esto para chicos en situación de riesgo y exclusión.  El lunes pasado vino un superior que responde a toda Sudamérica, y se admiró; dijo: ‘esto es lo que hay que hacer’.  El comedor no es sólo el plato de comida, el chico necesita de otras cosas, y se habla con cada uno y vamos llevando un registro de aquellos que han sido violentados incluso por sus propias familias, se hace un seguimiento.  Por la noche se hace capacitación laboral, el EMPA, ya tuvimos la novena graduación, hay padres que han renovado su vida, que han mejorado. Esas cosas son buenas y hay que contarlas”.

Montaldo recuerda cuando el año pasado fue a disertar en una charla en la ciudad de Santa Fe, siendo todavía Hermes Binner el gobernador. Algunos diarios titularon una frase suya: “Binner no dio la cara”.

“Al día siguiente me llamó Hermes y vino al barrio. En ese momento se había anunciado con bombos y platillos la creación de 1.800 cargos de policías y 500 móviles nuevos, el tema es que después no hay un peso para atacar las causas para que los chicos no delincan. Yo venía peleando para que titularicen dos cargos para las chicas del comedor y Binner me dijo «la gente del barrio le va agradecer más policías que dos cargos nuevos». Me sentí un idiota útil. Parece que fuera intencionado que tengamos muchos más policías.”.

Finalmente, Montaldo se diferencia del actual Papa Ratzinger, que “ha convocado a los cismáticos de Marcel Lefebvre, —grupo ultramontano europeo— termina siendo un retroceso para la Iglesia. Hay que cambiar la mentalidad, desde el Vaticano para abajo”. El cura de Ludueña recuerda el paso de Juan Pablo II, por calle Córdoba y Felipe Moré, hace 25 años. Fuimos temprano y colgamos varias pancartas. Cuando llegamos el cartel más importante lo habían bajado por orden del párroco de la Catedral y los policías que lo habían bajado, en complicidad, nos dijeron «cuando pase el Papa ustedes levanten el cartel». El pasacalle decía «Ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres» No ha cambiado mucho la cosa, ¿no?”.

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