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Dejavú de siniestro anunciado

Empleado de Cofco revivió la tragedia y pidió justicia

Estaba de guardia mínima en la planta el viernes de paro. Reflexionó sobre lo ocurrido, los avisos no escuchados, los compañeros fallecidos, la vuelta al lugar de trabajo.


Un operario de la cerealera Cofco –ex Nidera– de Puerto General San Martín en la que este miércoles fallecieron dos compañeros suyos por la explosión e incendio escribió una carta abierta en Facebook justo cuando tuvo que volver a la planta para cumplir con una guardia: pide que “se haga justicia” con los responsables directos e indirectos de las muertes del Cabezón y el Negro y describe las instalaciones de la planta siniestrada como una zona en la “que parece que cayó un misil”.

Mario Quiroga trabaja en la planta cerealera que la corporación china Cofco le compró a la holandesa Nidera en 2014 y que, antes del miércoles, estaba empeñada en volver a vender porque no le dan los números.

El empleado regresó a las 48 horas –el viernes– al lugar. Lo hizo para cumplir “una guardia mínima”, tarea habilitada por el Sindicato de Aceiteros de San Lorenzo que ese día completaba las 48 horas de paro por la tragedia anunciada. “El gremio está de paro. Lógico! Pero me toca la guardia mínima, dado mi puesto de trabajo. Así que estoy otra vez en la zona del desastre, igual que ayer. Mil veces me pregunté: ¿qué estoy haciendo acá?”, comienza el texto que Quiroga publicó en su cuenta de Facebook.

Mario publicó su posteo horas después de que el mediodía del miércoles explotara una de las celdas de acopio de cereal de la planta del cordón industrial. Esa, en principio, “explosión de polvo” en suspensión desató un incendio y causó la muerte en el acto del empleado Domingo Ramón Giménez, de 61 años. Su compañero Juan Carlos Castillo, 19 años menor, falleció la madrugada del viernes en el Instituto del Quemado que funciona en el Sanatorio Británico de Rosario.

“En éste lugar se respira tristeza, se habla con la voz quebrada, se caen lágrimas de a ratos”, relata Quiroga en la red de contactos. Cuenta lo que le pasa en ese momento: “Se recuerda a las víctimas, se pregunta si alguien tiene novedades de los heridos. Se trabaja con un constante nudo en la garganta”.

Comparte en el texto cómo fue ir a su casa después del caos de fuego y humo a metros del río Paraná. “Abracé a mi señora con su pancita de seis meses y por fin lloré. Lloré como se llora la partida de un ser querido. Lloré por mis colegas, los que se fueron y los que quedamos”. Esas lágrimas, explica, son “por estar en este lugar en ruinas donde parece que cayó un misil”.

Mario Quiroga, trabajador de Cofco.

Este mismo año hubo dos incidentes similares que no dejaron víctimas, pero que debieron poner sobre aviso a los responsables de la planta y las autoridades de control sobre la probabilidad de un hecho más grave. Lloró, suma razones, “por haber sido testigo otra vez del desfile incesante de autoridades ministeriales nacionales y provinciales junto con la “plana mayor” del gremio… Como hace 5 meses atrás… como un dejavu”. Y “porque la vida puede perderse en un instante por la negligencia”, dice en su perfil de Facebook. “Y volví a llorar hoy al enterarme de otra partida”, agrega en relación a la muerte de Castillo.

El empleado de Cofco cierra con un pedido: “Les pido a TODOS que se haga justicia, que no olvidemos estas vidas, que no olvidemos que vivimos en riesgo constante”. La memoria se repite en el final de sus palabras: “Que no olvidemos al Cabezón y al Negro”.