El juicio oral y público por el homicidio de Norberto Tirabassi, el repartidor de golosinas que fue herido de muerte en octubre de 2009 durante un intento de asalto en la zona sur y que murió luego de tres días de agonía, comenzó a ventilarse ayer a la mañana en los Tribunales provinciales. Por el crimen está procesado Hugo Daniel Aranda, un joven de 25 años conocido como Mona. Pero además de este delito, el acusado está imputado de otros dos hechos: el robo de 10 pesos a una niña de 10 años en enero de 2006; y el secuestro de una escopeta recortada sin papeles, en abril de 2009. Mona proclamó su inocencia y sostuvo que cuando ocurrió el crimen del repartidor él se encontraba en la isla ubicada frente a la costa rosarina, pescando.
El juicio oral y público comenzó minutos después de las 9 de ayer, en una sala preparada especialmente en el primer piso del palacio de Tribunales. El tribunal está integrado por los jueces Gustavo Salvador (presidente), Carlos Carbone e Ismael Manfrín.
“Yo me declaro inocente”, fueron las palabras con las que Hugo Daniel Aranda abrió su testimonio. “Yo estaba pescando. Nosotros siempre nos vamos por tres o cuatro días. Me acuerdo que nos fuimos un lunes a la mañana, volvimos el martes y el jueves a comprar combustible y nos volvimos a ir hasta que volví el viernes a la tarde”. Mona hacía referencia a la semana del 14 de octubre de 2009, cuando ocurrió el crimen de Norberto Tirabassi. El 14 fue miércoles, justamente el día que Aranda dijo haberlo pasado en la isla, pescando con un tal Alejandro S.“Cuando llegué me enteré de lo que me acusaban acá”, dijo el imputado.
La causa por el homicidio del repartidor de Arcor, ocurrido el 14 de octubre de 2009 en Hilarión de la Quintana 19 bis, comenzó a ventilarse cerca de las 15, tras un cuarto intermedio. Antes analizaron los otros dos delitos que se le imputan a Mona: robo y tenencia de arma de fuego.
El primero de los testigos que declaró por la muerte de Tirabassi fue el comisario Julio Brunelli, quien al momento del crimen se desempeñaba como jefe de la seccional 11ª, con jurisdicción en el lugar del hecho.
El policía explicó que, tras un allanamiento realizado en la casa de Aranda, se secuestró un revólver calibre 22, que luego de una pericia se confirmó que fue el utilizado en contra del repartidor. Dentro del arma había dos balas y una vaina servida.
De acuerdo con el uniformado, después que Tirabassi fuera atacado, recibieron al menos dos llamados anónimos en la seccional que sindicaba a un muchacho conocido como Mona Aranda como uno de los atacantes, y por eso allanaron su casa. Sin embargo, la defensa remarcó que si bien el procedimiento se realizó en la casa de Hugo Daniel Aranda, la orden del juzgado estaba a nombre de Ariel Aranda, y que hay cuatro personas que responden a ese nombre que cuentan con antecedentes.
Pero Brunelli explicó que una investigación determinó que Ariel y Hugo Daniel son, en realidad, la misma persona. “No creo que los cuatro Ariel vivan en el mismo domicilio”, dijo el policía, quien remarcó que las dos veces que buscaron al imputado lo hicieron en ese lugar.
Luego declaró un policía de la Sección Balística de la UR II, quien dio precisiones sobre las pruebas a las que fue sometida el arma secuestrada; y dos efectivos de Comando Radioeléctrico, quienes fueron los primeros en llegar al lugar del hecho tras el crimen.
Tres un receso que se extendió hasta las 15, el juicio fue retomado con la declaración de otro perito de balística, uno de planimetría –que reconstruyó la escena del ataque–, y otro efectivo de Comando Radioeléctrico. Fue cerca de las 16 cuando el presidente del tribunal llamó a María Graciela P., una mujer que al momento del hecho estaba viviendo en la misma cuadra donde Tirabassi fue herido de muerte.
Según contó la mujer, ese día poco antes del mediodía salió de la casa en la que vivía con su hija, en la vereda de enfrente de donde estaba estacionado el camión de Arcor, porque la luz se había cortado y quería chequear si había ocurrido sólo en esa vivienda o si era una situación general de la cuadra.
De acuerdo con ese relato, apenas salió a la calle oyó un disparo y vio a dos jóvenes a bordo de una moto Yamaha Crypton color azul arrancar el rodado a toda velocidad en contramano, hasta que en la esquina doblaron por Castro Barros.
La mujer dijo que su hija –que es enfermera y se encontraba junto con ella– corrió hasta donde se encontraba el repartidor e intentó socorrerlo.
Pero según el relato de María Graciela, eso no fue todo. “Cuando los de la moto se iban me miraban todo el tiempo. Yo los reconocí porque ellos se juntaban en un pub que quedaba abajo de la casa en donde yo vivía antes. No sabía cómo se llamaban, pero los tenía vistos”, contó la testigo, quien luego dijo que tras el crimen fue amenazada en varias oportunidades por el propio imputado y por sus amigos, para que no los delatara ante la Justicia.
“Me rompieron los vidrios de mi casa, me tiraron una molotov, amenazaron a mi hija discapacitada con un arma en la cabeza, me mataron a mi perro y lo colgaron en la reja de mi casa. Me tuve que mudar cuatro veces y ahora estoy en el programa de protección de testigos. Y todo porque lo señalé en el reconocimiento. Querían que vaya con el juez (Luis María) Caterina (a cargo de la Instrucción) y cambiara la declaración. Y porque decidí mantener mi postura me quedé sin familia, porque mis siete hijos me dejaron de hablar. Ninguno quería que yo atestiguara”, expresó la testigo.
La declaración de María Graciela fue una de las más cuestionadas por la defensa del imputado. Es que para las abogadas Estrella Galán y Marcela De Luca existieron muchas contradicciones entre los testimonios que la testigo realizó en sede policial y en la etapa de instrucción.
Incluso las letradas solicitaron la nulidad del reconocimiento en rueda de personas, en el que María Graciela dijo “inclinarse” por el tercero de la línea, lugar que ocupaba Aranda, pero luego dijo no estar segura.
Es que, para las defensoras, la testigo conocía al acusado desde antes, y es por eso que lo apuntó. Sin embargo, los jueces no hicieron lugar al pedido.
Tras el testimonio de María Graciela, la que atestiguó fue su hija Lorena H., la enfermera que socorrió a Tirabassi antes de la llegada de la ambulancia. Pero la mujer se limitó a contar esto: confirmó que había pasado una moto en contramano, pero dijo no haber visto nada más.
Los últimos en exponer sus declaraciones fueron Pablo I., quien al momento del hecho caminaba con su hijo por Castro Barros, escuchó una detonación y vio doblar una moto con dos personas; y el oficial Luis A., que en octubre de 2009 cumplía sus funciones en la comisaría 11ª y participó en el allanamiento en la vivienda de Aranda, aunque sólo como guardia perimetral, y no aportó más datos al respecto.
Las otras causas
Además del homicidio de Tirabassi –por el que el fiscal Aníbal Vescovo pidió que se lo condenara por “robo seguido de homicidio”, y la querella por “homicidio criminis causa” (matar para ocultar otro delito)– Hugo Daniel Aranda está siendo juzgado por otros dos hechos.
El primero ocurrió el 28 de enero de 2006 cerca de las 21.45 en Lamadrid y cortada Mangrullo, adonde fue asaltada una niña de 10 años. El botín del robo fueron 10 pesos, y la víctima señaló a Aranda como el ladrón. La única prueba de este hecho es el relato de la víctima –que hoy tiene 15 años–, quien ayer, luego de responder preguntas por casi dos horas sobre un hecho que duró menos de un minuto, se paró y dijo: “Fue él el que me robó, y chau”. Tras esto, la chica abandonó la sala y dos policías debieron ir a buscarla.
El otro delito del que Mona está acusado es por una tenencia de arma. Es que el 12 de abril de 2009 se realizó un allanamiento en la casa del imputado, ubicada en cortada Mangrullo y 1º de Mayo, en el cual se secuestró una escopeta calibre 16 de caño recortado.
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