Ciudad

El viejo peluche se hizo famoso

Por Laura Hintze.- Quizás fueron cinco, o seis en vez de uno solo. Nadie se acuerda, pero el enorme oso pasó una veintena de años encadenado en la esquina de Ricardonde y Entre Ríos. Y ahora surgió un grupo que denuncia su explotación.


oso

Una cinta roja le aprieta bien el pecho contra una silla fría, al lado de una columna. Mira a la calle con la frente peluda y marrón en alto, los ojos celestes brillosos y la mirada perdida. Se aburre. Conoce a los transeúntes, a los taxistas, a los que diariamente esperan el mismo colectivo, a la misma hora, en el mismo lugar. Es testigo de robos, peleas, besos, encuentros y despedidas. Miles de rosarinos pasan diariamente por su lado. Algunos lo miran. Se ríen de él, alguien le pega, otros le devuelven la mirada con compasión. Nadie se anima, sin embargo, a desatar el nudo y darle libertad. Los transeúntes siguen con su vida. Él también, con la cabeza gacha. Traga smog, se muere de frío, de calor, se moja con la lluvia. Todo para ser algo que jamás quiso ser: un hito en la ciudad, el oso de La cueva del peluche de calle Entre Ríos y la cortada Ricardone.

Hoy, sin embargo, es el día en que la pesadilla termina. El “Frente por los Derechos de los Peluches” desembarcó en Rosario para liberar a las 16.30 al animal de fantasía del negocio de Entre Ríos y cortada Ricardone. La ciudadanía fue convocada y la respuesta fue incierta. La indignación ante las condiciones de trabajo de este peluche llegó a cada rincón de la ciudad y se espera que una multitud acompañe al oso y al Frente con pancartas y gritos de liberación.  “Pedimos su libertad por los maltratos que está sufriendo. Soporta calor, smog y hasta golpes. Está cruelmente atado y de noche trabaja de sereno, en las que suponemos que son condiciones precarias”, manifestó Josefa, vocera de este peculiar movimiento. Los empleados de La cueva del peluche sostuvieron, sin embargo, que el oso es un compañero más y que podrán llevárselo, pero que “vendrá otro y el sentimiento seguirá”.

No se sabe con exactitud cuándo los dueños del comercio ataron al primer oso de peluche a la puerta de su local. Los empleados del lugar dicen que fue hace más de veinte años y que ya han pasado cerca de cinco ejemplares de oso de peluche. Uno fue donado a Radiofónica. Algunos murieron por los achaques del propio trabajo. Y Josefa, del Frente por los Derechos de los Peluches, aseguró que a la osa gris – aparentemente la única de género femenino que ocupó el puesto- la compró un mendocino que se enamoró de ella.  Los peluches pasan y el maltrato sigue, podría ser el título de esta historia que ya vislumbra su fin. Un fin que al menos durará unas horas, porque, y que valga la redundancia, los empleados del local no se cansaron de sostener que vendrá otro oso y el sentimiento seguirá intacto.

“Fue un acto de solidaridad comenzar con esta movida. Nos pareció muy injusto verla atada a una columna”, contó Pablo, quien, hace tres años y junto con un grupo de amigos, abrió una página en Facebook pidiendo la liberación de la osa. Cabe aclarar: sólo para éstos vecinos, el peluche siempre fue hembra. Desde Facebook, se anoticiaron que no son los únicos que se habían percatado de la existencia del oso/a. “La gente participa, manda fotos. Nos contaron historias, confesaron que le pegan, que la quisieron robar y no se animaron. Y también que se lamentan por ella. Cuando liberaron a la osa gris, llegaron fotos de ella disfrutando de distintos espacios de la ciudad. Y también nos llegan denuncias de otros peluches en las mismas condiciones paupérrimas”.

Hace dos semanas, una luz de esperanza desembarcó en Rosario: el Frente en Defensa de los Derechos de los Peluches. Josefa, su vocera, se mostró indignada por la situación en la que está este oso y aseguró que hoy, a las 16.30, la liberación será pacífica pero efectiva. “Pedimos la liberación por los maltratos que está sufriendo. Soporta calor, smog y hasta golpes. Está cruelmente atado y de noche trabaja de sereno, en condiciones precarias. Queremos que pueda disfrutar su vida. Nosotros, desde el Frente, no estamos en contra de que los peluches trabajen, pero exigimos que lo hagan en condiciones dignas”.

“Un compañero más”

Hace dos años que el oso atado es marrón, de ojos azules. Se llama Barney y es macho. Ayer, mientras su futura liberación causaba revuelo en los medios locales y en las redes sociales, a él lo tocó amanecer atado. Una vez más. Tal vez la última. Dos niños – un varón, una nena – se le colgaban, lo abrazaban y señalaban. Una joven que pasó caminando  se detuvo a mirarlos y reclamó: “Que lo saquen ya. Los chicos lo abrazan y el oso está lleno de ácaros”. Darío y Darío M., los dos empleados de La cueva del peluche, lo miraban con complicidad desde adentro. Reían. “Es un compañero más”, aseguraron después.

Los dos compañeros del oso pidieron derecho a réplica. “Hay algo que no se dice, y es que lo alimentamos y lavamos. Que sí, trabaja de sereno, pero tiene buen sueldo”. Darío y Darío M, contaron que suelen charlar con él y juntarse a tomar porrón. Que en la época de la epidemia de Gripe A, el oso Barney tuvo su barbijo; que lo visten de Papá Noel en Navidad y le dan camiseta y corneta azul y blanca para cuando juega Argentina. Para corroborarlo, Darío saca su celular y muestra fotos. En una están los tres – Darío, Darío M y el Oso – con todo el merchandising de la selección puesto. “Fue para el Mundial”, dice, mirando la imagen con cariño. Sus dos compañeros toman la liberación con gracia y están seguros de que el lunes todo seguirá igual. Sostienen que más de una vez se lo quisieron robar y por eso está atado. “El oso no se queja. Lo atamos porque se lo llevan, una vez un taxista lo trajo de vuelta en el techo del auto. No es violencia nuestra hacia él. Es la inseguridad. Lo queremos mucho”.

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