Espectáculos

Crítica teatro

“El Trinche”, una gambeta a la emoción

Jorge Eines dirige a los talentosos Claudio Garófalo y Lucas Ranzani en “El mejor futbolista del mundo”, una obra teatral que este viernes y sábado  a las 21 se presenta en La Comedia, y que metaforiza el universo del eterno ídolo de Central Córdoba  


Los primeros acordes de “Blackbird” de Los Beatles, pero sobre todo la letra de ese clásico inoxidable, parecieran ser la metáfora perfecta pare meterse en los entretelones de una vida que dejó huellas imborrables de este lado del mundo. De hecho, esa metáfora de un pájaro que encuentra el momento justo para “alzar el vuelo”, abre una puerta a un espacio escénico metaforizado en el que, en primer plano, aparece la convivencia de diferentes planos poéticos que buscan atravesar una historia real.

Tomás Felipe “Trinche” Carlovich (Rosario, 1946) es un ex futbolista convertido en leyenda, y la excusa perfecta para que un dramaturgo y director de la talla de Jorge Eines (argentino, radicado en España) piense en una historia que lo contenga, lo abrigue y lo desnude al mismo tiempo, a través de El mejor futbolista del mundo, una alegoría con aire de biopic y licencias varias que este viernes y sábado tiene su estreno en Rosario, de la mano de los actores Claudio Garófalo y Lucas Ranzani, cada uno con grandes recursos que el director ha sabido dosificar y amalgamar.

La elección de una vida austera frente a la posibilidad de despegue económico que es una marca a fuego en la carrera futbolística de El Trinche, estructura el planteo de una obra en la que el eterno ídolo de Central Córdoba se encuentra con un joven periodista que quiere organizar un partido homenaje, aunque esa sea otra de las tantas excusas que deja entrever el material que, como pasa siempre con el buen teatro, toma un tema para hablar finalmente de otra cosa.

Es así como el displicente futbolista, que en la noche del estreno estaba sentado en la primera fila, es retratado desde su ética pero también desde sus contradicciones. Lejos está en la búsqueda dramática de la obra abordar cualquier tipo de mirada complaciente con el personaje, más allá de que el director apela a un recurso conocido en la forma de armar el vínculo: algo de la relación maestro-alumno e incluso de padre-hijo se filtra por los contornos de diálogos y situaciones que por momentos logran el clima buscado, sobre todo hacia el final donde la mímesis es tal que un personaje se vuelve un alter ego del otro y donde afloran los mejores pasajes de la obra.

“Jugar al futbol no es un deporte, es un estado de ánimo”, dice convencido este Trinche que en su mundo, el de la escena, conviven desde Nietzsche a Baruch Spinoza, pasando por Platón, la emblemática revista El Gráfico, el “Himno Nacional Argentino” y hasta un bello guiño al canto lírico que va desde momentos de Turandot a otros de I Pagliacci, entre otras gemas, en la bella voz de Garófalo, quien también es cantante.

“Cualquier idiota puede jugar mal y ganar, pero no cualquiera puede jugar bien y a veces hasta perder”, dice El Trinche entre otras tantas apelaciones agridulces, por momentos desencantado y hasta hastiado de lo que el fútbol es y representa en el mundo contemporáneo y globalizado.

De hecho, el personaje, cuyo acontecer transita un espacio de memorias y recuerdos que pareciera integrar su casa, los viejos bancos de un vestuario y esos otros elementos de trabajo que le dieron de comer en todos estos años ya alejado de las canchas, no reniega de sus enemistades (entre otras, con el técnico César Luis Menotti), su particular manera de entender la vida del futbolista casi en un tono pueril, como tampoco le escapa a los comentarios acerca de un supuesto problema con el alcohol.

Es así como este valioso equipo de trabajo concibe su versión del Trinche, “ese número 5 que todo equipo querría tener”, deliberadamente humanizada, por detrás de las fotos de antaño, momentos en los cuales acredita su mayor lucimiento Garófalo, actor de gran presencia escénica, al tiempo que el santafesino Lucas Ranzani aporta sus mejores pasajes cuando rompe esos mismos climas en sus acertada construcción de un personaje en el que conviven el amor, el prejuicio, los sueños, la infancia y algo de ese otro al que critica pero no puede dejar de admirar, frente a esa manera de ver y de entender el fútbol que, claramente, no se corresponde con este tiempo.