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El Trabajo Social tiene mucho para decir sobre las personas en situación de calle

Las personas en situación de calle no duermen, están en un estado permanente de alerta, lo que les trae como consecuencia graves problemas de salud física y mental. En algunos casos hasta se pierde el registro del autocuidado y se torna un punto principal a trabajar conjuntamente con la persona. 


Licenciada en Trabajo Social Mariana López/Licenciada en Trabajo Social Vanesa Calvin

 

Somos trabajadoras sociales de la Secretaría de Desarrollo Humano y Hábitat de la Municipalidad de Rosario. Durante este 2020, en el marco de la emergencia sanitaria por Covid 19, fuimos convocadas para formar parte de un equipo interdisciplinario articulando con las secretarías de Cultura, Salud Pública y Deportes; en un dispositivo temporal de 24 horas para el alojamiento de personas en situación de calle. El mismo funcionaba en el predio de La Casona (albergue para delegaciones deportivas, perteneciente al municipio de nuestra ciudad).

El equipo estaba conformado por una médica, una psicóloga, una psiquiatra, enfermeras y estudiantes de enfermería, profesoras de educación física, educadoras en espacios de huerta, arte y salud; acompañantes convivenciales para cubrir cuatro turnos y dos trabajadoras sociales. Ese conjunto de recursos humanos en interacción conformó “un organismo vivo” que se fue transformando en el transcurrir de los meses, posibilitando la construcción de estrategias colectivas, donde el trabajo social aportó sus saberes y acciones.

Este dispositivo trabajó con 30 personas (8 mujeres cis y 22 varones cis* ) que se encontraban en situación de calle en diferentes lugares de la ciudad. Por personas en situación de calle entendemos aquella población que hace  de “la calle” su centro de vida, desarrolla sus estrategias de supervivencia y pernocta en el espacio público. 

Nadie elige vivir en la calle, la llegada y la permanencia en la misma tiene que ver con una multiplicidad de factores como: conflictos familiares y/o barriales, pérdida del trabajo, de la vivienda, consumo problemático de sustancias, violencias de géneros, salud mental; entre otros. Las personas en situación de calle no duermen, están en un estado permanente de alerta, lo que les trae como consecuencia graves problemas de salud física y mental. En algunos casos hasta se pierde el registro del autocuidado y se torna un punto principal a trabajar conjuntamente con la persona. 

La combinación de estos factores mencionados no se soluciona solamente con una vivienda ni con un recurso económico; es necesario darse un proceso de trabajo sostenido en el tiempo en un espacio terapéutico con el marco de la Ley Nacional de Salud Mental N° 26.657. Consideramos fundamental contar con un espacio donde la persona tenga sus necesidades vitales satisfechas y se sienta cuidada, para poder empezar a proyectarse y no tener como única preocupación la supervivencia. 

La pandemia puso en la agenda política desde marzo de este año, la necesidad de la construcción de espacios de alojamiento permanente para personas en situación de calle, como hecho inédito ya que anteriormente funcionaban paradores nocturnos durante los meses de invierno, uno  municipal y otro perteneciente a organismos no gubernamentales.

La Casona como una experiencia temporal e intersectorial mostró la eficacia de un  dispositivo para la ampliación de derechos sociales de esta población. La posibilidad de acceso a una salud integral con atenciones médicas diarias, turnos con especialistas y tratamiento de enfermedades crónicas. También acceso al derecho a la identidad, a recursos económicos y alojamientos: trámite de DNI, del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), gestiones de internaciones geriátricas con PAMI (personas que tenían esa prestación y no la utilizaban) e ingresos a Hogares de Adultes Mayores Provinciales;; solicitud de ayudas económicas y asesoramiento legal presencial de la Secretaría de Desarrollo Humano y Hábitat. 

La participación en el espacio de producción de la huerta fue una experiencia de conexión con el trabajo y la naturaleza, que aunque no resultó en una salida laboral que es lo más complejo en este momento, les aportó un nuevo saber específico y modos relacionales más colectivos. 

También se implementaron caminatas que tenían como objetivo descomprimir la sensación de “encierro” y generar lazos afectivos.

El trabajo social se insertó en este “organismo vivo” aportando desde nuestra incumbencia profesional y siendo parte de todo el proceso de trabajo. Nuestra intervención también aportó en lo convivencial y en la resolución de conflictos; en el acompañamiento de turnos para distintos trámites garantizando el cumplimiento del protocolo sanitario ante el COVID 19. También aportamos para la revinculación de esta población con familiares y afectos. Cabe destacar, en una situación en particular, acompañamos a un residente al cementerio para despedir a un familiar cercano con el objetivo de propiciar el proceso saludable de duelo. 

Además trabajamos en los egresos de los residentes, en algunas situaciones el acompañamiento fue para la búsqueda de lugares de alquiler y en otras se gestionaron los ingresos geriátricos mencionados anteriormente.

Asimismo, hemos participado en los espacios recreativos, que nos permitió construir confianza y lazos más simétricos, posibilitando construir estrategias de trabajo conjunto.

Nuestro horizonte para las intervenciones estuvo orientado a generar   responsabilización, autonomía; con presencia en el día a día y con ausencia cuando fue necesario para que también surjan propuestas de auto-organización de les residentes. Consideramos que las intervenciones sociales no son universales, se construyen desde  y con las personas, teniendo en cuenta sus trayectorias de vida, recursos propios, potencias, deseos y posibilidades concretas que brindan las políticas sociales a nivel municipal, provincial y nacional.

Todas esas aristas de nuestro trabajo profesional hacen referencia a nuestra esencia ecléctica como disciplina de las Ciencias Sociales; coincidimos con la autora Guadalupe Jacqueline Ávila Cedillo en que esta característica es una oportunidad que suma a nuestro trabajo. Según la autora “en algunas ocasiones, este corpus híbrido, de nuestra formación académica se ha visto como una desventaja al ser malamente clasificado como “auxiliares de” “todólogos”, debemos ver nuestra naturaleza híbrida como una ventaja al analizar e intervenir en los diferentes espacios y en las diferentes esferas sociales, lo que nos proporciona una perspectiva única de estos sucesos”(…).

Esta experiencia terminó en las instalaciones de La Casona a principios de noviembre, algunas personas fueron derivadas a otro dispositivo terapeútico de alojamiento sólo para varones, que se encuentra en construcción. Esta propuesta de sostenerse en el tiempo, sentaría un precedente histórico en el abordaje de esta población, instalándose como política pública dando respuesta durante todo el año. Queda pendiente construir dispositivos de alojamiento terapeútico estatal para mujeres y disidencias en situación de calle, con el fin de crear políticas sociales equitativas. 

 

 

*Cisgénero es un neologismo y tecnicismo de origen alemán propio del campo interdisciplinario de los estudios de género, término que es utilizado para hacer referencia a aquellos individuos cuya identidad de género o expresión coincide con su fenotipo sexual. Lo opuesto a cisgénero es denominado transgénero.

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