Además del accidente de Kumaritashvili, que puso en tela de juicio a la pista del Centro de Deslizamiento de Whistler, los Juegos comenzaron con un fallo técnico en la ceremonia inaugural que impidió a uno de los cuatro portadores de la antorcha prender su brazo del pebetero, y con una seguidilla de lluvias y altas temperaturas, que alteraron totalmente el programa de pruebas de esquí alpino y que puso en cuestión la elección de la cercana estación de Cypress Mountain para acoger las pruebas de snowboard y de esquí artístico.
Pero esto no queda ahí. Ya ha habido muchas quejas por el mal estado de algunas pistas en las que se desarrollan las distintas competencias. Pero, hay que decirlo: la nieve que cae en Vancouver no es lo suficiente como para albergar una cita olímpica de esta magnitud.
Hay más. Los organizadores se agarran la cabeza con sólo pensar la cantidad de dinero que deberán reembolsar por espectáculos no desarrollados en fecha. Nada más ni nada menos que un millón de Euros es el número que tendrán que sacar de su bolsillo para devolver a los furiosos espectadores.
Y los medios más importantes del mundo no ayudan mucho, tampoco. “Los Juegos de Vancouver siguen deslizándose del desastre a la calamidad”, tituló hace unos días el diario The Guardian.”¿Qué fue mal en los Juegos de Invierno?”, remató irónicamente The Times. Por ahora, todo viene negro.
Los organizadores de la cita olímpica de invierno están preocupados porque las cosas no salen muy bien. Primero la muerte del deportista Nodar Kumaritashvili, ahora se suma el mal clima que impide desarrollar algunas de las actividades.
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