Espectáculos

Presentación de “Ciudad malandrina” en la sala Lavardén, viernes 12, a las 20.30

“El tango es la única novela que en vez de escribirse, se canta”

Adrián Abonizio define a su modo el ADN del tango, la seducción temprana que le produjo el género y cuál es su vigencia en los días que corren. Lo hace a propósito del disco que grabó junto a los jóvenes talentos que animan La Máquina Invisible, una formación de admirable destreza instrumental


Foto: Lau González

El cantante, compositor e integrante de la Trova Rosarina, Adrián Abonizio, vuelve a su patria tanguera con un nuevo disco titulado Ciudad malandrina, que coprodujo y grabó junto a La Máquina Invisible, una formación de jóvenes talentos locales afectos al universo del 2×4 que despuntan con admirable riqueza instrumental los aires del género.

Las dos generaciones tangueras dieron vida a doce temas originales donde destacan la poética arrabalera y moderna de Abonizio y los arreglos del joven grupo de tango contemporáneo. La presentación de Ciudad malandrina será este viernes 12 de noviembre, a las 20.30, en la sala Lavardén de Mendoza y Sarmiento.

“El tango es la única novela que en vez de escribirse, se canta”

Para la ocasión, Abonizio rememoró su identidad tanguera, nacida casi al mismo tiempo que sus dotes para la canción urbana y rockera allá en su inaugural Echesortu. La pregunta fue acerca de cuándo se sintió atrapado por el tango, cómo definiría el ADN del género y cuál sería su vigencia en la actualidad.

“El tango es la única novela que en vez de escribirse, se canta”, larga Abonizio como principio desde donde cuenta lo siguiente: “Si uno o una nace acá es normal y nada pretencioso o exótico hacer tango. Lo raro sería imitar a los vaqueros de Nashville o a la música celta. El tango se respira y con el tango se es. Cuando era chico el tango me parecía remoto pero estaba a la vuelta de la esquina: en el club, en los dichos, y fundamentalmente en la radio. Soy ese resultado. Obviamente cuando crecí me opuse al tango porque acerté a vivir mi adolescencia en el declive del tango: ya no había grandes orquestas, pocos cantores y los letristas habían sido fusilados por la alegría estúpida del Club del Clan. Miraba  a escondidas Grandes Valores del tango mientras me iba a bailar o a ensayar con nuestros grupos de rock y meditaba acerca de la soledad de mi padre, sentado, la cabeza ladeada viendo por tevé lo que se acercaba más a un funeral que a un festejo.

No quería ese mundo tristón y en decadencia. Pero era poderoso aún desfalleciente. Tras un ensayo oí  “Por la vuelta” en el auto de un amigo y me conmovió profundamente. Eran cosas que le ocurrían a los adultos; para mí, que no conocía de noviazgos, ni de amores rotos y de todo ese tormento, me sonaban antiguos. Cuando crecí empecé a vivir en carne propia todo aquello y el tango se fundió conmigo para siempre. Coqueteé con él en mis primeras canciones, y merced a la unión con otros parias como yo se pudo dar forma a algo nuevo que luego se llamaría La Trova Rosarina. Pero el tango me tiraba, me llamaba en sueños y me retaba a duelo «atrevete a escribir», me susurraba.

Lo hice y no me salió mal. Hoy lo hago tratando de encontrar la veta de oro que es relatar, contar lo de hoy, lo que vendrá desde un puesto distinto a la melancolía del paraíso perdido: yo hablo de un mundo en tinieblas y de una vereda de sol que hay que recuperar y mostrar: el cambio en el lenguaje, la mujer como centro de la escena, los femicidios, los géneros sexuales diversos, los machismos deshilachados que aún sostenemos, el pudor de no poder encontrar las palabras de esta angustia nueva de fin de siglo y más: aunque los problemas ya no son los de antes en el tango, tienen una cara parecida y en el fondo son iguales: Es la condición humana.

El tango no es macho: es humano y humana a la vez. Mientras exista en la tierra tanta traición a los ideales y tanta injusticia, el tango habrá de ponerle letra y música a ese cuadro de Goya que somos. Sin embargo, hay días, como decía Arlt, que saldría por las calles abrazar a la gente y despertarla ofreciéndole un mundo mejor, decirle que estamos vivos y somos necesarios. Eso es alegría, y el tango tiene mucho de eso también: la felicidad de vivir y que aún no nos han derrotado. Esta música es una prodigiosa exageración. Considero que si Cristo viviera le gustaría el tango. Odiaba a los tibios”.

Los pibes convierten el sueño en realidad

Sobre cómo fue la fusión productiva con jóvenes de otra generación para editar este nuevo disco, el cantautor rosarino expresó: “Encontré a La Máquina Invisible como un oasis en el desierto. El escritor de letras y música pocas veces se topa con pibes que le hagan realidad el sueño que eso construido a las trompadas y desprolijamente sobre el teclado, o en cuadernos, se convierta en temas hermosos.

Gracias a ellos este disco existe. También quiero destacar el arte de tapa del disco, obra del diseñador gráfico Bayo Chiaraviglio que con sus dotes creativas difumina una silueta del gran artista plástico hace poco tiempo fallecido, el Negro Raúl Gómez, es un homenaje a ese querido amigo y artista”.

Rosario, un teatro de operaciones

Finalmente, el autor de “Mirta de regreso” y “El témpano”, entre tantas otras hermosas e inoxidables canciones, describió el universo de implicancias que suena en el título Ciudad malandrina. Apunta Abonizio: “Ciudad Malandrina es un  término que alude con ternura a la picardía, cuando todos sabemos que Rosario es un teatro de operaciones para grandes matanzas, ceguera e indolencia. Es una ciudad con personalidad avasallante pero sin acta de fundación. Es una orfandad poética y un prodigioso oxímoron: de una ciudad sin fecha fundacional han nacido seres que con sus artes y malabares la han fundado. Y la iluminan”.

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