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El síndrome de estos tiempos: la soledad

Por: Carlos Duclos

¿Cuál es el mal de carácter emocional o sentimental que con mayor vigor y rapidez crece en estos tiempos? La soledad. Este es uno de los males que siempre afectó particular y profundamente al estado de ánimo del ser humano. Hoy parece ser una pandemia.

Soledad es sinónimo de vacío existencial y no necesariamente significa estar solo, pues se puede estar solo y bien, y estar acompañado por multitudes mas sentir ese agobio, ese peso insoportable del sin sentido, del vacío, del desamparo.

La soledad puede estar vinculada a la depresión u otros males que no pueden ser abordados, en ocasiones, sino por medio de la psicología o la medicina, pero hay quienes sustentan que una adecuada vida de tono espiritual influye decididamente sobre la psiquis. Se ha demostrado, incluso, que ciertos comportamientos ayudan a la generación de endorfinas. Un famoso médico psiquiatra norteamericano realiza sesiones con algunos pacientes caminando por un gran parque, lo que según él libera componentes bioquímicos mitigando la melancolía. La música, por ejemplo, predispone a la mente y no han sido pocos los grandes escritores que realizaron trozos de sus más grandes obras escuchando melodías puntuales.

Pero debe decirse que el síndrome de la soledad o de la melancolía, está acentuado en este tiempo que sigue al modernismo y es parte cultural del mismo. Las causas son varias y pueden sintetizarse en la ausencia de interrelación afectiva suficiente, o la imposibilidad de que los placeres que provienen del orden material entren en el corazón y lo completen.

¿Pero cómo es posible vencer a la soledad cuando todo el entorno se niega a brindar lo que el corazón necesita? Es difícil, porque la naturaleza del ser humano lo impele a la compañía, al dar y recibir, a ese intercambio que favorece a uno y al grupo. Para acabar con el vacío es menester compartirlo todo; es necesario observar la realidad del solitario, comprenderla y estar decidido a incorporar a esa persona como socia en el peregrinaje mediante el intercambio solidario.

El Génesis es muy preciso en ese sentido: Dios creó primeramente al hombre y luego a la mujer; no sólo los hizo para la tarea de procrear (de allí la primera diferencia con el orden más bajo en la escala animal), sino para la sublime acción de completarse y elevarse.

La soledad, especialmente en estos tiempos, arrecia y no es una patología o un mal que corresponde sólo a una persona aislada del grupo, de ningún modo. Se siente solo el hijo, el joven, el papá, la esposa, el esposo, el amigo, el ser humano de la tercera edad, el ciudadano desprotegido por el Estado, el trabajador, etcétera. Encontrar la respuesta a la pregunta sobre cómo vencer a la soledad no es imposible. Lo primero es encontrarse a sí mismo, porque nadie puede encontrar al otro si antes no se encuentra a sí mismo. El hombre no fue creado para vivir aislado, sino para estar acompañado. Es un ser social cuya naturaleza es la inclusión y no la exclusión, un ser que busca la presencia del otro, no sólo física, sino, fundamentalmente, espiritual y afectiva.

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