País

Opinión

El rugby, el chivo expiatorio de una “impoluta” sociedad argentina

Es muy fácil hacer responsable a un deporte por el delito de unos energúmenos por el sólo hecho de ser jugadores de rugby. Esos muchachos que cometieron un gravísimo y salvaje ataque, que terminó con la vida de Fernando Báez Sosa, no tienen nada que ver con lo que se enseña en esta disciplina


El rugby es hoy el chivo expiatorio de la sociedad argentina. Es muy fácil hacer responsable a un deporte por el delito de unos energúmenos por el sólo hecho de ser jugadores de rugby. Esos muchachos que cometieron un gravísimo y salvaje ataque, que terminó con la vida de Fernando Báez Sosa, no tienen nada que ver con lo que se enseña en el rugby. Cuando hay hechos de violencia en cualquier ámbito, ya sea fútbol, básquetbol, colegio o sindicatos, se escucha la clásica frase: “No es una isla, la sociedad es la violenta”. Pero cuando un rugbier se encuentra inmerso en un hecho violento, lo primero que se dice es: “El rugby es una escuela de violentos”.

Lo bueno del rugby no vende. A los miembros de una sociedad tan impoluta como la Argentina hechos como el rugby social no les interesa, salvo para llenar algún espacio. Al mismo tiempo que los salvajes de Zárate le quitaban la vida a Fernando Báez Sosa, “rugbiers” de San Juan formados en el club Universitario de esa provincia “salvaron a una chica de morir desangrada en Viña del Mar, Chile”. “Uno de ellos le hizo un torniquete a una joven que se cortó la arteria femoral con un vidrio, mientras el resto despejó a la multitud para poder trasladarla”, publicó tiempodesanjuan.com. La joven a la que salvaron es de Mendoza, se llama Agostina Asolino y su padre publicó un mensaje en las redes.

Pero ese hecho tampoco fue tomado en cuenta por los medios o por las redes sociales, y son rugbiers. El problema no es la disciplina deportiva o la actividad que se practique, el problema son las personas. La sociedad argentina es violenta, pues una disputa entre conductores puede terminar en una violenta pelea; un intercambio de insultos entre vecinos por ruidos molestos puede finalizar de manera trágica. Ahí los medios no expresan la actividad de los involucrados, pero en cambio si el problema involucra a jugadores de rugby sí, ya que “vende”.

En muchos casos la saña con la que se critica al rugby hace pensar que además de vender amarillismo, tiene una carga de odio hacia un deporte que hace mucho dejó de ser elitista y sólo de hombres. Los ejemplos sobran, la tarea de Botines Solidarios a nivel nacional, de los Tigres en Rosario, de grupos como la fundación “Tercer Tiempo, Rugby para la reinserción” que practican rugby con internos en las unidades penitenciarias de la provincia de Santa Fe con muy buenos resultados. Por un lado, sacando chicos de las calles y protegiéndolos de la violencia en las calles y a otros dándoles una segunda oportunidad para no reincidir.

Desde diciembre de 2018, Sol Iglesias es la gerente general de la Unión Argentina, una mujer maneja la entidad madre del rugby argentino. El rugby femenino ha crecido de una manera exponencial en Argentina. “El rugby femenino creció 121% en los últimos 5 años. Hoy hay 6084 chicas que practican el rugby en el país, según estadísticas de fines de 2019. En edad competitiva, son 5142 chicas. Respecto a 2018, hubo un crecimiento del 15%”, son cifras aportadas por la UAR sobre el balance de la temporada pasada.

En septiembre de 2019, nació en Rosario “San Agustín, rugby inclusivo”, un grupo de ex rugbiers acompañados por profesionales se juntarán para enseñarles a jugar al rugby a chicos de todas las edades con capacidades diferentes, en muchos casos con Síndrome de Down. Y no sólo en Rosario, existen proyectos similares como es el de Pumpas en Buenos Aires (el primero y con muchísimo éxito), Cardenales en Tucumán y en Mendoza.

Sin ser una publicidad, pueden ingresar al facebook de “San Agustín”, y leer la cantidad de mensajes de los familiares de los chicos, que durante todos los viernes han disfrutado y de tardes llenas de deporte y por sobre todas las cosas ver felices a sus hijos, simplemente corriendo atrás de una pelota de rugby.

Otra crítica histórica es “en el rugby son todos chetos”. El crecimiento del deporte ovalado desde el 2007 con Los Pumas de Bronce hizo que se fundaran muchos clubes y en su gran mayoría no pertenecen a la tan denostada “clase alta”. El profesionalismo hizo que muchos que no tienen oportunidades en otros deportes o la vida, el rugby les brindó esa oportunidad. Vieron al rugby como una forma de vida, un trabajo. Incluso muchos que no han jugado a nivel profesional y si en el ámbito amateur han logrado, dentro de la contención de un club, obtener una beca y estudiar.

El rugby no es mejor, ni peor que otros deportes, es distinto. Y ya sabemos lo que pasa en una sociedad como la argentina –en la que ni siquiera se puede aceptar la diferencia de pensamiento-, mucho menos aceptar un deporte que refleja otros matices, como el simple hecho que al rugby pueden jugar todos, sin importar altura, peso o velocidad.

Los imbéciles y violentos están en todos los estamentos de la sociedad argentina, por lo que es responsabilidad de todos hacerse cargo de lo que producimos como sociedad y de cómo abordar la problemática. Y lo más importante: la o las soluciones no son mágicas, pues todo empieza en casa y dando el ejemplo.

Comentarios