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Perfiles

El Rosario arrabalero en la escritura de Facundo Marull

Incomprendido y rechazado en los años 40, el autor de “Ciudad en sábado”, donde describe los burdeles y las prostitutas explotadas junto a los desplazados de la época, tomó el pulso local de entonces a través de un uso extremo del lenguaje


Santiago Beretta / Especial para El Ciudadano

“Ciudad en Sábado”, de Facundo Marull, se editó en Rosario en 1941, pero se leyó mucho después. Aún hoy se lo sigue descubriendo. Pasó desapercibido para su época, no se lo entendió ni se lo toleró. Naufragó durante décadas casi olvidado. A fines de la década del 60 los poetas y lectores que rondaban en torno a la revista El lagrimal trifurca sabían de su existencia porque “Ciudad en Sábado” era ya un mito, confuso, extraño, que circulaba en boca de pocos despertando expectativas: “Descubrimos que había un ejemplar en la Facultad de Letras, en Humanidades. Y de ahí lo fotocopiamos todos”, dijo uno de ellos, el poeta Eduardo D’Anna, en una entrevista que se rescata en el prólogo de “Facundo Marull. Poesía Reunida”, editado a fines de 2018 por la Editorial Municipal de Rosario.

 

La ciudad como tema

En “Ciudad en sábado”, por primera vez un poeta habla de la ciudad ya no como fondo ambiental, como escenografía que puede reemplazarse, sino como tema en sí: habla de sus burdeles y sus prostitutas explotadas, de los pobres que han quedado desplazados de los beneficios del progreso, de las borracherías y sus sordideces, del puerto y sus personajes. Sin vueltas retrata una violación: “La negra nochera llega borracha y cantando. / Ya viene de los muelles desnuda a manotones. / Se trae los labios pintados de gritos, / se trae la Luna sacada del corpiño. / La violaron tras el horizonte estibadores alegres: / un puntapié en los riñones / y cayó como sombra de tijeras”.

Los poemas de “Ciudad en sábado” no son lineales ni se limitan a ser descriptivos: rompen la gramática, plantan escenas casi oníricas, hacen uso extremo del lenguaje sin caer en la abstracción total. Se proponen una búsqueda vanguardista para nada común en aquel tiempo en Rosario.

El poeta Fausto Hernández reseñó “Ciudad en sábado” en la revista Paraná, editada en Rosario por el intelectual Montes I Bradley; también lo reseñó Nueva Gaceta, de la ciudad de Buenos Aires. No pasó con el libro mucho más.

Los pequeños círculos poéticos no se entusiasmaron con su escritura. Marull partió a otras latitudes y su rastro se perdió, al tiempo que se perdieron los ejemplares de su primer libro, escrito cuando aún no había cumplido los veinticinco. Durante casi cuarenta años la ciudad no supo más nada de él.

 

El regreso

En 1980 Marull comienza a cartearse con el escritor y periodista rosarino Gary Vila Ortiz, al enterarse –por medio de un conocido– que éste lo mencionaba en un artículo, y preguntaba por su paradero. Ese mismo año regresa a Rosario. Da una conferencia, lee los textos de “Ciudad en sábado” y sorprende con “Triste”, un largo y melancólico poema que gira en torno a su larga ausencia de la ciudad. Dice su final: “(Como si yo fuera otro Facundo Marull, descanso el brazo sobre los hombros del que soy y los dos –Facundo Marull y yo– escuchamos llenos de compasión al Facundo Marull que ya no tiene su casa en Rosario). / Y es triste, en verdad es triste”.

Cuenta que estuvo fugazmente por Brasil y luego en Uruguay, y que tras la salida de “Ciudad en sábado” vivió con su primera mujer en la localidad bonaerense de San Martín, en la década del cuarenta.

Su destino condensa el de muchos artistas rosarinos: venir de afuera –nació en Carcarañá en 1915–, realizar una obra absolutamente ligada con la ciudad, para luego experimentar su indiferencia.

En su regreso encontró un pequeño público que hacía mucho lo esperaba. Su paso por Rosario fue fugaz y –hasta donde se sabe– no volvió nunca más.

 

Habla, invenciones y formas

Tras los pasos perdidos Marull trabajó con la escritura en todas las ciudades que vivió. Hizo periodismo en diarios y revistas. Escribió poemas, cuentos, crónicas, aguafuertes y novelas.

“Una bala para Riquelme”, en 1950 ganó el primer premio del concurso de cuentos policiales de la revista Vea y Lea –junto con un cuento de Eduardo Zimmerman– cuyo jurado estuvo integrado por Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Leónidas Barletta.

Éste y otros cuentos fueron recopilados por uno de sus hijos en 2014, en un libro llamado “Cuentos policiales”, editado por la editorial porteña Dunken y con un prólogo de Eduardo D’Anna. Marull no sólo manejaba con entereza el género sino que ambientaba sus historias en los bajos fondos rioplatenses. Mostraba la marginalidad de las ciudades y ponía en primer plano su habla, sus invenciones, y sus formas.

En 1966, época que residía en Montevideo, publicó “Las grandes palabras” en los talleres gráficos de Comunidad del Sur, colectivo anarquista uruguayo. Se presume que su buen pasar económico, producto de su labor periodística, le permitió costearse la impresión. El libro se divide en tres. “Las grandes Palabras” y “Las pequeñas palabras” son poemas en prosa, y la parte final está constituida por textos narrativos, uno de ellos presentado como parte de la novela “Todos los boliches cerrados”, nunca editada.

 

El legado

El resto de su obra está perdida. Se trata de cuentos y poemas que salieron en publicaciones hoy inhallables o que nunca salieron, como ocurrió con sus novelas.

Marull murió en Buenos Aires en 1991 y aún en su última época escribía crónicas y cuentos que publicaba en revistas.

En 2009 se reeditó “Ciudad en sábado” y “Las grandes palabras”, por medio de Eduardo D’Anna y el escritor y periodista Sebastián Riestra, en una colección de libros locales que sacó el diario La Capital. Sus poemas volvieron a circular y distintas generaciones de rosarinos pudieron leer a Marull por primera vez.

“Facundo Marull. Poesía Reunida” volvió a reeditarlos, con un muy buen prólogo de Ernesto Inouye, que reconstruye mediante una aplicada investigación la vida de Marull, hasta entonces casi desconocida. Por primera vez se pinta con claridad su historia familiar, sus matrimonios, sus labores periodísticas, su militancia política y su itinerario errante. El libro incluye también las reseñas arriba mencionadas sobre “Ciudad en sábado” y textos de Marull que desde su publicación en revistas, casi medio siglo atrás, estaban fuera de circulación.

El legado que Marull dejó a Rosario es enorme –por qué no pensarlo también en un contexto regional más amplio, nacional y sudamericano– y eso está claro en la actualidad. Queda para el futuro continuar la búsqueda y hallar, quién sabe, sus papeles perdidos.

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