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El rosarino que convierte la madera en obra de arte

Fabián Rucco fue uno de los 17 elegidos, entre 200 del mundo, para exponer en Japón. Es reconocido a nivel internacional y uno de los pocos en la ciudad que se dedica a este oficio.

A miles de kilómetros de la tierra de los samuráis, Fabián Rucco todavía recuerda con una mezcla de nostalgia e indisimulable alegría y orgullo su paso por Japón hace menos de un mes. Rosarino, fue el único latinoamericano –y uno de los 17 elegidos de todo el mundo entre más de 200 postulantes– en participar de la Cuatrienal Internacional de Escultura en la ciudad de Nanto en Japón, que se llevó adelante a mediados de agosto. Algo así como el Mundial para los que se encargan de convertir la madera en auténticas obras de arte.

Desde su taller en la zona norte de la ciudad como búnker y lugar de pura explosión creativa, este escultor de poco más de 40 años ya tiene recorrida una extensa y exitosa carrera a nivel internacional con obras exhibidas en espacios públicos en ciudades de países tan distantes como Perú, Lituania y España. Su experiencia en tierra nipona todavía lo emociona, especialmente ese momento único que vivió cuando recorrió un templo budista realizado íntegramente en madera, por manos expertas adoctrinadas a través de saberes milenarios. Distintos críticos sostienen que sus trabajos, que ganaron premios en Alemania, Argentina, Chile, Dinamarca, España, Francia, Holanda, Lituania, Perú, Tailandia y Uruguay, son de carácter figurativo, fuertemente expresionista y “han logrado un sello propio”.

—¿Cómo llegó a la cuatrienal de escultura?

—Ellos te seleccionan porque vieron tus trabajos en otras partes del mundo. La organización vio algunos de ellos en un encuentro que se realizó en Tailandia en 2012, parece ser que les gustó y me pidieron un proyecto para la cuatrienal que se desarrolló en Japón.

—¿Con qué materiales trabaja?

—Mayormente en madera, también en piedra y en metal en menor medida. La madera porque es lo que abunda en nuestra zona. Con piedra hay trabajos míos que están en espacios públicos de países como Perú, en Lituania y en España. En ese caso se usa el granito porque es un material que resiste bien la intemperie.

—¿Cómo empezó con la escultura?

—Yo estudié Bellas Artes en la UNR (Universidad Nacional de Rosario) y cuando terminé la facultad me puse un tallercito, para ver qué pasaba, como hacemos todos. Termino mi primera obra, la mando a un salón nacional y me dan el primer premio. Ese fue un incentivo tremendo para seguir adelante. Con el tiempo llegaron los eventos internacionales. Me presenté varias veces hasta que seleccionaron en uno, también gané y eso te va abriendo puertas, se va armando una cadena que te ayuda mucho.

—Tiene reconocimiento a nivel internacional, ¿cómo es la cuestión a nivel local?

—Se da una paradoja, lamentablemente. Que te reconozcan acá es complicado, igualmente si bien es lindo que ocurra eso, realmente lo que más me gusta es estar en el taller trabajando y si los reconocimientos llegan bienvenidos sean, pero no es algo que me desvele. Lo bueno es tener proyectos, llevarlos adelante y si los resultados ayudan, mejor.

—¿Puede vivir de esto o es un hobby y necesita desarrollar otras actividades?

—Vivo de esto hace varios años y hace poco que estoy dando clases en la universidad, sólo una materia.

—¿Qué madera usa para las esculturas y qué herramientas?

—Se usan muchas clases de maderas, algunas que traemos del norte. Se pueden trabajar eucaliptos, algarrobo, cedro, roble, cada una tiene sus características especiales y su magia. De herramientas, para las más grandes se usan a nafta y eléctricas y si no las clásicas como el formón y la gubia para las detalles y trabajos más chicos.

—¿Hay muchas personas que se dedican a su oficio en la ciudad?

—No hay mucha gente, somos pocos los que nos desarrollamos exclusivamente en esto.

—¿Qué nos puede contar de su experiencia en Japón?

—Fue algo deslumbrante. Nanto es una de las ciudades más antiguas de la isla, donde la tradición de escultores se va pasando de generación en generación, de padres a hijos. Tiene uno de los templos budistas más antiguos que está íntegramente hecho en madera. Es muy visitada por el turismo. Es un lugar donde viven más de 200 escultores que se dedican a este arte. Uno va caminando y ve talleres en todos lados.

—Habrá sido algo así como como ir a un Mundial…

—Exactamente, además es increíble la dedicación y la seriedad con la que desarrollan el oficio, respetando técnicas que son milenarias. Fue algo sumamente positivo y la experiencia me dejó un aprendizaje muy profundo.

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