Luciana Sosa
Después de producir más de cuarenta videos para las redes sociales y de reírse a carcajadas (quizás por no llorar) de la crueldad que expresan algunos sectores de la sociedad argentina, El Rock de los Fachos decidió llevar sus historias y su picardía al teatro. Es así como nació El show de los fachos, obra teatral-musical que se conocerá este sábado en Kika y que, por el momento, tendrá una nueva función el próximo viernes.
Mumo Oviedo, Martín Mazzucchelli, Lala Brillos y el músico Alejo Castillo son los artistas que le ponen el cuerpo a esta sátira musical que utiliza clásicos del rock y otros géneros como base instrumental para señalar las contradicciones de la sociedad actual, la falta de empatía y la influencia que los medios de comunicación tienen sobre la opinión pública con letras ácidas y provocadoras.
Con globos amarillos, en directa alusión a la estética del partido de gobierno, estos cuatro artistas suben a escena con un look grotesco, para que no queden dudas de que se trata de una sátira y de que todo lo que ellos expresen en escena no les pertenece. Sin embargo, a través de las canciones y los relatos, los artistas tienden a provocar una risa explosiva en el público, pero por momentos también incómoda, ya que el espectador entiende que esas expresiones son las mismas que han escuchado o visto en personas cercanas a su entorno.
“Con nosotros sabés que te podés reír de todo, incluso de eso tremendo que suele decir tu tío en la mesa de Navidad, al que, por respeto y por mantener la paz familiar, no lo mandás a la mierda”, dijo Mumo Oviedo a El Ciudadano.
El espectáculo consiste en cuatro bloques: “La doctrina Chocobar” (todo lo que refiera a gatillo fácil y represión policial), “La relación de la Iglesia con el Estado” y “Cambalache de odio” (donde los inmigrantes y sus derechos se ponen en duda), para cerrar con el segmento “Macri Love” en una oda al gobierno nacional con críticas a la pesada herencia y con un visible temor por el regreso al poder de la ahora dupla Fernández-Fernández.
“Son cuatro personajes siniestros, cuatro villanos”, dijo Oviedo. Y agregó: “Tienen enfrente a un público que es totalmente diferente a ellos, entonces se puede jugar con la que sería nuestra gran verdad, la de los fachos, aunque el público está totalmente habilitado a decirnos lo que quiera: nos pueden gritar, putear, total sabemos que no es a nosotros, sino a los fachos que te tenés que fumar a diario en tu laburo, en tu familia o en la calle”.
Como contracara, El Rock de los Fachos, que recibe mensajes de seguidores de todas partes del país, y por lo mismo el equipo no descarta ofrecer funciones en otras provincias, alternó ensayos de su obra teatral con la movida solidaria, dado que una vez al mes se unen a músicos de la ciudad en el bar Berlín bajo el nombre Si nos unimos comemos todos, show cuya entrada es un alimento no perecedero que luego entregan a merenderos de la ciudad, al mismo tiempo que hace días entonaron algunas canciones en apoyo al reclamo de los trabajadores del Tríptico de la Infancia, que atraviesan un momento complejo en cuanto a sus condición laboral.
“Más allá del mensaje en joda que presentamos, le ponemos el cuerpo a todo aquello que no harían los fachos reales, que es ayudar al otro, al que no conocés, al que la pasa mal”, expresó Oviedo.
Cambiar de formato
Si bien los artistas se han reunido casi a diario para dar forma a los videos que llegaron a publicar semanalmente durante los últimos dos años, material siempre relacionado a temas de actualidad, esta vez debían trabajar otras herramientas que probaron con éxito en un ensayo general con invitados el último domingo.
Para Lala Brillos, el traspaso del video al teatro en vivo fue todo un desafío, “porque en el video contás con cierta impunidad y también te podés apoyar en recursos de todo tipo para demostrar que lo que hacés es una parodia. En vivo es más difícil, pero lo hacemos muy felices porque estamos trabajando entre amigos y disfrutamos mucho todo lo que nos está pasando”, expresó.
El show, que cuenta con pistas musicales y la destreza al teclado del actor y músico Alejo Castillo, alterna una serie de disparates entre la crítica a los jubilados y la atención del Pami, la exageración en cuanto a denuncia de abusos junto a la canción “Mandale mano Antonio”, el reclamo por la ley de cupo de artistas heterosexuales en los escenarios y la autorización de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich de utilizar las pistolas taser para reducir a cualquier persona con intenciones de robo o ataque.
“A nosotros también nos pasa de horrorizarnos por las cosas que escuchamos o leemos en los comentarios de las noticias de cada día, y pongo como ejemplo la versión que hicimos de «Rapsodia Bohemia», de Queen, en la que una persona mata a un pibe con gorrita porque piensa que le va a robar. Incluso solemos sentir algo de culpa por replicar las barbaridades que dicen los fachos pero con la risa del público sabemos que vamos por buen camino. Nosotros nos burlamos de eso desde el humor paródico, y estamos en total desacuerdo con cada punto y coma que entonamos”, explicó Oviedo. Y agregó: “De hecho, muchas personas afectadas por los temas que tratamos nos han agradecido nuestro humor y crítica, entonces ahí nos cargamos de energía, ése es nuestro termómetro, y comenzamos a pensar en un tema y en un video nuevos”.
“En lo personal –continuó- hace unos años no me hubiese imaginado hacer este tipo de humor político; creo que la realidad nos llevó a esto: hoy tenemos un gobierno que habilitó un discurso de odio a las minorías y entonces uno tiene la necesidad imperiosa de hablar y de parodiar estas contradicciones como los que por un lado dicen estar «a favor de la vida» y por el otro apoyan el gatillo fácil. Sólo ponemos esas dos frases en una oración y la risa aparece indefectiblemente”.
Para agendar
El show de los fachos se conocerá este sábado, a partir de las 22.30, en Kika Arte en Bar de Urquiza 1580, al tiempo que el próximo viernes, a las 21.30, tendrá una nueva función, esta vez en el Complejo Cultural Atlas, de Mitre 645, con la apertura de la noche de Magalí Medrano y Leandro Bondi
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