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El ritual del lavado de pies convocó a cientos de fieles

El arzobispo de Rosario encabezó la tradicional ceremonia en una catedral repleta, con turistas incluidos.

El arzobispo de Rosario, José Luis Mollaghan, repitió ayer por la tarde en la Catedral de Rosario la tradicional ceremonia de lavado de pies a doce fieles, tal como la Biblia cuenta que hizo Cristo con sus discípulos, en un acto simbólico de entrega y servicio. Durante la misa vespertina “de la cena del Señor” la autoridad eclesial aprovechó para dar además su mensaje de Semana Santa y recordar el Bicentenario: “Es una buena ocasión para pedir por cada uno de nosotros y nuestra familia pero también tiene que ser un motivo para rogar por la patria. Ésta es un don, y construir la Nación es una tarea para todos, que hay que realizar con esfuerzo y con la meta puesta en el bien común”.

La ceremonia del lavado de pies convocó a cientos de fieles que colmaron la catedral en una jornada particular en donde, por los alrededores del templo, deambulaban decenas de turistas con sus cámaras fotográficas disparando tomas a cada paso.

Algunos de ellos también aprovecharon la ocasión para obtener las imágenes del impresionante ingreso, por la puerta de entrada principal de la catedral, del grupo religioso que vestido con largas túnicas blancas marchaba portando una cruz de oro. En medio, rodeado por más de una decena de religiosos ataviados como monjes medievales que portaban velones encendidos, marchaba el arzobispo con el largo bastón  de pastor y la mitra con la que las autoridades de la Iglesia cubren su cabeza durante los oficios litúrgicos.

Así, ingresaba la comitiva al recinto, entre flashes y humo, para una ceremonia cargada de un fuerte simbolismo y un profundo sentido religioso.

“En estos días queremos renovar nuestra fe en Cristo y pedimos para que estemos más unidos a Cristo y  a la Iglesia. Pero también por esta patria en que nacimos, en la que vivimos y recibimos nuestra fe. Y por eso los invito a todos a que vivan estos días muy cerca de Dios, muy cerca de su familia, y de una manera especial, pidiendo por la paz y la unidad de los argentinos”, dijo Mollaghan durante el oficio, poco antes de comenzar el rito del lavado de pies. Para esta ceremonia el arzobispo se dirigió hacia cada uno de los receptores de la ofrenda, sentados para la ocasión a lo largo de todo el callejón central de la catedral.

Ante el dignatario los hombres se desnudaban un pie en el que los asistentes  del obispo volcaban un pequeño chorro de agua. Luego Mollaghan en cuclillas, secaba el pie del fiel y lo besaba. El arzobispo destacó que la acción “era un signo de humillación para ver cuánto amamos”.

Según la Biblia, durante la Última Cena Cristo se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura y empezó a lavar los pies a los discípulos ante la sorpresa de muchos de ellos, en especial de Simón Pedro. “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos”, les dijo Jesús.

En este sentido Mollaghan destacó que “el misterio del cristianismo está centrado en el amor”. “El lavado de pies de Cristo es el símbolo de que no venimos a ser servidos sino a servir”, explicó.

Por otra parte, la autoridad de la iglesia local emitió un saludo pascual. “Son muchos los que se están acercando a nuestras iglesias y capillas; el domingo de Ramos fue una multitud la que hubo. Fue emocionante ver tanta gente que se acercaba a recibir su ramo de olivo y observar la procesión de la entrada de Jesús en Jerusalén. Esto nos hace ver qué arraigada está la fe de nuestra gente en Cristo”, consideró. Y agregó: “La Virgen del Rosario nos convoca a todos en nuestra arquidiócesis, justo ahora que estamos por culminar el jubileo de este año, que vivimos para celebrar también los 75 años de vida de la diócesis. Que esto también sea un motivo para unir en estos días de Semana Santa”.

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