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El reto de aprovechar la oportunidad de diseñar un proyecto de país más allá del horizonte electoral

Las perspectivas de un acuerdo con el FMI que otorgue oxígeno para salir del pozo, se postergaron para marzo. Primeros pasos en la estratégica reconstrucción de un mercado común regional que fortalezca el intercambio comercial entre los países


Mauro Federico / Puenteaereodigital

“Siempre nos cuentan las perdidas pero nunca las ganadas”, relata el funcionario sentado en la mesa de un reconocido restaurante de Recoleta donde suele reunirse la dirigencia política porteña. La tarde primaveral invita a la charla. Este cronista escucha atento la exposición del joven economista que ejerce una representación pública de relevancia. La fuente revuelve el café, mira para ambos lados –como cerciorándose de no ser escuchado por nadie inconveniente- y reitera un diagnóstico compartido por muchos: “lo que nos falla es la comunicación”.

La verdad es que el gobierno de Alberto Fernández no exhibe una galería demasiado amplia de batallas en las que haya salido triunfal. Más allá de la pesada herencia que lo obligó a arrancar el partido 0-3 abajo y de una pandemia que cercenó cualquier expectativa de reactivación, en lo que va de su mandato viene perdiendo contra la inflación, el dólar y el coronavirus. Pero también hay algunos aspectos que generalmente los propios funcionarios no comunican adecuadamente y que podrían encuadrarse dentro los aciertos de una administración, obligada a parchar antes que a proyectar.

 

“Ni el más crudo de los opositores deja de reconocer que el programa ATP permitió a miles de empresas abonar los salarios de sus trabajadores, así como el IFE asistió a muchas familias vulnerables. Se sumaron a la AUH más de 1.000.000 de personas, número similar al que tuvo el PROGRESAR, detonado por el macrismo”, apunta el hombre del gobierno.

 

Y sigue: “Las políticas alimentarias para 2021 tienen un monto superior nominalmente en un 434 % con respecto a 2019, lo que implica un aumento por encima de cualquier índice de inflación; a implementación del plan Mil Días, recientemente enviado al Congreso para su aprobación, prevé la asistencia a mujeres embarazadas en situación de vulnerabilidad, e igualará definitivamente a todos los niños y niñas del país brindando la misma cobertura”.

 

El funcionario se envalentona, pide otra ronda de café y arremete con lo que se viene. “Para 2021 vamos por una reducción del déficit, atendiendo a la velocidad y la necesidad de una recuperación sostenible y no espasmódica, con un rol preponderante del Estado”, afirma mientras abre el sobrecito de azúcar.

 

“El déficit planteado para 2021 es de 4,5 % del PBI, aún mayor que el previsto para 2020 pre pandemia, atendiendo la inversión social necesaria para contener sectores vulnerables y apuntalar la recuperación. Y se apunta a un crecimiento en las exportaciones que sustente una acumulación de reservas y del salario real para fortalecer el mercado interno”, completa.

 

La pregunta es inevitable. ¿Y el plan económico? ¿Para cuándo? Porque hasta ahora son todos parches. Ahí es donde el economista se pone más sigiloso, acerca su cuerpo a la mesa y barbijo de por medio, susurra: “En eso estoy trabajando”.

 

—Epa, a ver, cuente, no me va a dejar así, lo increpo.

 

—“En Argentina hacen falta un millón de viviendas, hay que construirlas y dárselas a la población”, lanza.

 

—¿Así nomás? ¿Sin poner un mango?

 

—“El único requisito es que esa familia acepte trasladarse al lugar donde el Estado decida construir esa vivienda, porque tiene que haber un plan programado por región, con el objetivo de promover que la población participe de un proyecto productivo en cada zona de la Argentina”, agrega.

 

—¿Y qué se le pide a cambio?

 

—“Qué cumpla con su débito laboral, que será en alguna de las empresas que se tendrán que crear en la zona para generar los bienes y servicios necesarios para desarrollar el plan y que presente certificado de escolaridad y vacunación de los hijos”.

 

—¿Nada más?

 

—“Nada más”.

 

—¿Y con qué plata se construyen las viviendas?

 

—“Un préstamo blando, que la Argentina pueda empezar a pagar con una gracia de tres años, pero con una finalidad concreta de reactivar su economía”.

 

—¿Y esto ya lo presentaron?

 

—“Estamos dando las puntadas finales de la iniciativa para que el presidente la evalúe”.

 

Puntadas con hilo

El viaje a Bolivia para la asunción de Luis Arce le costó caro a Alberto Fernández. Tras el positivo de coronavirus que registró uno de los miembros de la comitiva oficial –Gustavo Béliz- el presidente tuvo que cuarentenarse preventivamente diez días. El miércoles pasado, ni bien le dieron el alta,  el presidente argentino partió sorpresivamente rumbo a Colonia donde mantuvo la primera reunión de trabajo cara cara –asado de por medio- con su par uruguayo Luis Lacalle Pou.

“Fue una muy buena reunión. Pudimos hablar distendidos sobre los problemas de la región en general y de Argentina y Uruguay en particular. Los dos sentimos que debemos hacer mucho más profundo el vínculo y la relación de nuestros pueblos”, expresó Fernández ni bien terminó el encuentro. El objetivo es reencausar un vínculo imprescindible para fortalecer a la región, cuyos gobiernos mantienen relaciones no exentas de cortocircuitos en los últimos meses. “Priorizar lo mucho que nos une y dejar de lado las diferencias que nos alejan” fue la premisa de la cumbre en la que se habló de todo un poco, sin que se hayan tomado decisiones definitorias de la relación bilateral.

Por supuesto que uno de los temas de máxima preocupación de la región es el sostenimiento del tan golpeado Mercosur. Uno de los primeros en pegar una de esas patadas que fracturan, fue el mandatario brasilero Jair Bolsonaro, que amenazó con romper el Mercosur y se manifestó contrario a la orientación ideológica del gobierno del Frente de Todos.

Por eso, ni bien asumió al frente de la embajada argentina en Brasil, Daniel Scioli empezó a tejer alianzas para revertir la relación con Brasilia. Su idea fija es reactivar las exportaciones de productos argentinos en la principal potencia regional. Con ese objetivo en la mira, a mediados de agosto se reunió con Bolsonaro y comenzó luego un tour por distintos Estados brasileños para fomentar el comercio.

Esta semana, el ex gobernador bonaerense activó el quincho de la embajada y aprovechando la oportunidad futbolera que siempre otorgan las eliminatorias sudamericanas para el Mundial, invitó a varios referentes del poder regional a comer un asado y mirar los partidos.

En la residencia ubicada a pocas cuadras del Planalto, Scioli recibió al hijo del Presidente, el Diputado Federal por San Pablo Eduardo Bolsonaro, al Jefe de Gabinete, el general del ejército Walter Souza Braga Netto, y al canciller Ernesto Araujo. Estuvieron presentes también los embajadores de Uruguay, Paraguay y Chile. La victoria de Brasil como visitante ante Uruguay y los dos goles la Selección argentina frente a Perú en el primer tiempo fueron el entretenimiento de la noche.

 

“Salir a vender”, fue la estrategia de Scioli desde su llegada a tierras cariocas. Tanto en la Embajada como en los 12 consulados argentinos que dependen de la misma la idea fue ir a buscar nuevos vínculos para la venta de los productos locales. La industria automotriz, por ejemplo, tuvo un impactante crecimiento en ese destino, con un récord de exportaciones por U$S 341 millones.

Ahora va por el máximo objetivo diplomático: lograr un encuentro entre Bolsonaro y Alberto antes de fin de año. “Está difícil, pero no es imposible”, sugirieron con cautela desde el entorno del embajador.

 

Al fondo ¿a la derecha?

La delegación del Fondo Monetario Internacional (FMI) que estaba en el país regresó a Washington y habrá que esperar hasta marzo para que las autoridades del organismo decidan cómo refinancian los US$ 44.000 millones que le adeuda Argentina. Para ese entonces, habrá asumido Joe Biden la presidencia de los Estados Unidos, designará a su Secretario del Tesoro, y este a su vez, a quién se encargue de las relaciones con el Fondo. Las nuevas autoridades norteamericanas deberán evaluar si fue adecuado haberle otorgado a la administración de Mauricio Macri tamaña asistencia financiera y cuál es la política que convendrá seguir con el gobierno del Frente de Todos.

Para marzo, el Fondo podrá comprobar si el ministro de Economía, Martín Guzmán, los sanateó o si verdaderamente comenzó a reducir el déficit fiscal y la brecha cambiaria, tal como se comprometió ante los enviados del FMI antes de irse. También para esa fecha, el Gobierno piensa haber embolsado los US$ 11.275 millones que generará el campo en exportaciones.

Faltaría definir si el Congreso le da carta blanca a la propuesta de Guzmán de llevar adelante un programa “plurianual” de tres años, que garantice un ajuste fiscal para equilibrar las cuentas con vistas al 2025 y genere superávit, justamente lo que el Fondo quiere para garantizarse que la Argentina empiece a devolver la que debe. La oposición no parece estar muy convencida de avalar esta iniciativa. “Sabemos lo que significa que nos quieran llevar a los empujones”, dijo el jefe del interbloque en Diputados, Mario Negri, para dejar en claro que no aceptarán cualquier acuerdo.

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