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El protagonista y sus vínculos

El dramaturgo y guionista de televisión, Javier Daulte acaba de publicar “El circuito escalera”, una primera novela en la que abundan elementos del policial, las drogas y el sexo, y donde sus personajes sufren consecuencias sísmicas.


Dramaturgo y guionista principalmente, director de teatro, Javier Daulte pega un volantazo y se mete ahora de lleno en el terreno literario. Lo hace con El circuito escalera, una suerte de novela familiar con curiosas peripecias en la que abundan los elementos del policial, las drogas y el sexo en situaciones tal vez banales pero de consecuencias inesperadas y sísmicas.

LITERATURA
El circuito escalera
Javier Daulte
Alfaguara /2017
443 páginas

Mucho del archivo personal de Daulte circula en esta novela, desde su lugar como dramaturgo y guionista televisivo; hay incertidumbres y paradojas en el accionar de ese director de teatro y televisión que protagoniza El circuito escalera, una caracterización especular donde fácilmente las fronteras se confunden porque el mundo retratado, qué duda cabe, es también un mundo muy propio.  Y en este sentido hay también inteligencia en el armado de esta novela, porque Daulte confió en su capacidad para atravesar sin sobresaltos todo aquello que no disparase su escritura hacia el relato puro, incluida su habitual percepción teatral o televisiva en cuanto a tiempos y espacios; hay en la misma convención literaria de El circuito… la intención de subvertir toda similitud dramatúrgica para dotar a los personajes, relaciones y movimientos, de rigurosa coherencia literaria aun cuando se exhiban recursos tales como gestos o miradas que activan otros supuestos y otras acciones, tal vez deudores de una puesta en escena teatral.

El circuito escalera toca también un tono existencial, ya que Walter, el protagonista, transita por la muy delgada cornisa de una angustia que lo corroe internamente mientras se van orquestando situaciones donde la comunicación con los otros, incluido Martín, su hijo adolescente, se va tornando espesa, a veces inexplicable de tan gratuita y tirante, y otras perfilándose hacia la catástrofe. Así pasa con Marina, ex esposa de Walter y madre de su hijo, que más de una vez terminará envuelta en una situación violenta, para luego pegar la vuelta hacia un estadio de juego amoroso.

Daulte se toma el tiempo en la descripción de cada una de sus criaturas y a la vez se detiene en algunos rasgos, aquellos que justamente definen su relación con los otros y con el mundo. Y lo hace con una prosa limpia y directa, que no rodea el meollo y moldea los caracteres de modo que resulten convincentes aun en su alocada construcción fáctica. En El circuito escalera, Daulte apuesta al lenguaje para interrogar los sentidos posibles por los que los personajes hacen justamente determinadas cosas. Los enigmas y los asombros se designan a través de las travesías de Mofe, la Colo, Gerardo, Cata, China, Alberto –cuyos nombres encabezan los capítulos en que se divide el libro– un poco las joyas de la familia con los que Walter vive su pura y dura experiencia, desbordándose a veces por la magnitud que toma alguna de ellas. Robos, misterio y alto condimento sexual son de la partida en El circuito… y, hay que decirlo, Daulte los dispone con precisión caligráfica como un ejecutante de conjeturas cumpliendo una ley que este tipo de propuestas necesita: emoción surgida de universos perfectamente imaginables, el mundo cotidiano con sus limitaciones, sus miserias y algunas de sus maravillas.

Claro que en tren de disquisiciones, Daulte deja entrar componentes del universo denominado real para oponerlo a lo absurdo o elemental de lo que allí se juega, y el mismo Walter se encarga de sostenerlo al señalar que a nadie que diga que entiende la realidad puede considerárselo en sus cabales. Lo que va un poco en sintonía con el título de la novela, que hace referencia al sistema eléctrico que permite que la luz se encienda o se apague desde dos interruptores diferentes, y  a la vez enlaza con que siempre hay una conciencia que asume la realidad y otra que la cuestiona, en un circuito interconectado, como el circuito de la escalera.

Contra toda predecible circunstancia, la novela se encamina prodigiosa hacia un contrato implícito entre personajes que sufren y se desesperan, con fervor de conversos, desubicados en un mundo que insiste en marcarle su sentido, un sentido siempre determinado por convenciones. Los personajes, entonces, peregrinarán hacia una conciliación con sus desavenencias, y los lectores, por momentos, serán testigos únicos de veleidades y secretos, un conocimiento casi íntimo para encontrar algún tipo de claridad en la turbulencia volcánica que los mueve y los enlaza al mismo tiempo permitiéndoles un protagonismo. En una entrevista, Daulte lo explicó de este modo: “Todos los personajes se vuelven protagonistas cuando les toca. La novela me permitió trajinar los vínculos… explorar el odio y el amor entre las criaturas. Tantas veces pasa que uno cree estar conectado con el otro y en realidad no sabe nada de su vida y viceversa… de ahí surge el título”.

Un autor dinámico

Javier Daulte es guionista, dramaturgo y director de teatro. Recibió distinciones tanto en el ámbito nacional como fuera del país por la calidad de sus obras, la mayoría de ellas catalogadas de comedias dramáticas. La característica es el uso de elementos fantásticos y de género dentro de una construcción hiperrealista que se manifiesta a través de diálogos ágiles y creíbles. Entre sus obras se distinguen Criminal, La escuela humana, Bésame mucho, Nunca estuviste tan adorable, Cajeros automáticos, La felicidad y Cómo es posible que te quiera tanto, entre otros. Como director se destaca por la dinámica de sus puestas en escena y la precisa dirección de actores. El circuito escalera es su primera novela.

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