País

informe privado sobre cadena de valor

El productor de alimentos se queda apenas con el 24% de lo que el consumidor paga en góndola

Relevamiento del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz sobre verduras, hortalizas y frutas. La intermediación y los hipermercados se llevan la parte del león en las ganancias. Las dos puntas del sistema son las perjudicadas


Por cada 10 pesos que un argentino gasta en alimentos en un supermercado, apenas 2,4 pesos van a parar al productor. El resto, se lo lleva la cadena de intermediación y comercialización. La evaluación surge de una informe del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (Ceso), que dirige el economista Andrés Asiain.

El informe desagrega por sectores. Los productores de hortalizas y verduras que ofrecen su producción en supermercados e hipermercados retuvieron, en el periodo septiembre-agosto 2017, el 27 por ciento promedio del valor que finalmente el consumidor pagó por esos productos. Hay otros peores: “En el caso de los productores de frutas, fue el 20 por ciento”, añadieron los autores del reporte.

“La distribución del valor observada, para aquellos productos que son vendidos en supermercados e hipermercados, marca fuertemente la asimetría de poder que existe entre quienes producen los alimentos y quienes luego componen el resto de la cadena hasta llegar al consumidor”, concluye el informe del Ceso.

El centro de estudios esquematizó la cadena de las verduras y hortalizas en dos grandes grupos: el primero es el de los productores que intermedian con mercados concentradores o de abasto (Mercado Central, por ejemplo). En el otro, la intermediación es entre los mercados concentradores y las bocas de expendio a los consumidores (los supermercados e hipermercados).

“Un aspecto importante es que son los productores los que arriesgan e invierten recursos para lograr la producción de los alimentos que diariamente consumimos”, señalaron desde el Ceso para ponderar la escasa porción de la torta que se llevan los productores.

Una primera conclusión, que cae de madura, es que una mayor apropiación del valor por parte de los productores permitiría no sólo mejorar las condiciones de vida de quienes trabajan diariamente en la producción de alimentos, sino que impulsaría mejoras para fortalecer la producción y la calidad de los alimentos. Y con esto darle sustentabilidad por “ganar una mejor posición frente a eventos desfavorables como las inundaciones y sequías”.