Política

Adiós peronista al gran realizador

El Pino de mis recuerdos: la Resistencia, el amor y la militancia clandestina del barrio-cine

Cuando al fin se reveló, La Hora de los Hornos se convirtió de inmediato en mucho más que un filme: era un documento revolucionario, una prueba de la dominación, un alegato contra la dictadura en los 60. Berta, militante de aquel entonces, recuerda a Solanas, y los años de utopías ahí, al alcance


Berta Temporelli (*)

(Prohibido para menores de 70). Hace un par de años, el “Toto” Monserrat, (no se si ya tendría cincuenta), me llevó a la casa de “El Zorro” Moreno, un compañero de la Resistencia, de unos 80 años por entonces, que vive en Villa Manuelita, a pocas cuadras del Tanque, en pasaje Bécker, y que en aquellas épocas andaba muy cerca de Emiliano Pérez, también de ese barrio. El Zorro todavía estaba bien de salud, nos recibió con alegría. Recorrimos la casa, y al llegar al amplio patio trasero, un poco cambiado en comparación al que yo guardaba en mi memoria, le dice a Toto, bajando la voz y en tono confidencial: “Acá una vez pasamos la película”. Estallando de emoción le dije: “¡Zorro, éramos nosotros los que lo organizamos!”. Surgieron los recuerdos de aquella noche de verano de comienzos de los 70, cuando en el patio rodeado por un alambrado con enredaderas, a cielo abierto proyectamos “La Hora de los Hornos”. Afloraron los nombres de las compañeras y compañeros que venían resistiendo desde el 55, y los de las pibas y los pibes que siguiendo su ejemplo comenzamos a militar a mediados de los 60. “Todo espectador es un cobarde o un traidor”, expresa al comienzo la película. Los que estábamos presentes aquella noche no éramos ni una cosa ni la otra. Un año atrás habíamos protagonizado en las calles el Rosariazo de septiembre, y ahí nomás, a pocas cuadras, en calle Centeno cruzando Grandoli, la Policía bajó a Paula Alarcón en la puerta de su casa.

No era fácil conseguir la película, había que encontrarse en El Cairo en determinados días y horarios con los compañeros del Grupo Cine Liberación. Fuimos con Alicia María, uno era pelirrojo; el otro, de cabello oscuro, era Humberto, se me grabó el nombre porque era novio de una compañerita que en el 76 se tuvo que exiliar, y se llevó el recuerdo de aquel amor.

La invitación a ver la película se hacía boca a boca, cuidando a quién se invitaba. Alguna vez un compañero de Tablada ofreció su casa para la proyección. El día fijado me presenté un rato antes para organizar todo, pero el compañero se había borrado, quizás por miedo. Yo vivía a tres cuadras, así que sobre la marcha decidimos proyectarla en mi casa, dejamos a un compañero en la puerta del que se había borrado y fue avisando del cambio a los que llegaban. Era una fría noche de invierno, pero los asistentes fueron tantos que no cabían en la habitación de cuatro por cuatro, así que abrimos la ventana y los que quedaron en el patio la vieron desde allí. ¡El frío no se sentía, esa noche hubo calor peronista en mi casa de Tablada!

La proyección en la República de la Sexta fue en la casa del “Turco” Suleimen, en 1º de Mayo al 1900, donde todavía viven él y Alicia, su mujer. Ellos son queridos amigos. El gran patio cerrado estaba lleno. Días después el Turco se encuentra con un tipo de los servicios que lo conocía desde chico, y que le dice: “El sábado no mandé la cana porque era tu casa”. El Turco no se achicó y siguió poniendo la casa cuando la necesitábamos.

Con mucho esfuerzo pudimos comprar una copia. Se organizó una proyección en el Sindicato del Vidrio, ubicado en el legendario barrio Pichincha, creo que aún está allí… Se realizaba la pasada a sala llena, cuando apareció la Policía. Carlitos Luciani corrió y logró salvar uno de los rollos, se lo metió debajo del pulóver y ya salía por una puerta lateral cuando un cana lo agarró de los pelos. Se lo llevaron detenido a él, a la Flaca Alejandra, que ya nos dejó, y a algunos otros. Las chicas de los prostíbulos de la cuadra, que habían visto el despliegue policial, salieron a la calle, algunas en bombacha y corpiño, y armaron un escándalo descomunal cuando vieron que se llevaban a los compañeros en cana.

Nuestras vidas siguieron sus rumbos. Mi exilio y el de muchos fue en un país latinoamericano, no en París ni de película. Aquello ya no importa, Pino, muchas gracias, vos nos entregaste una herramienta maravillosa, TU PELÍCULA, así, con mayúsculas, fue la llama que nos encendió la pasión militante en aquellos hermosos años llenos de utopías.

(*) Docente. Ex militante del Movimiento Revolucionario Peronista

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