Policiales

"Justicia por Mati"

El pibe de la sonrisa eterna: lanzan particular campaña para pedir justicia

Además de los afiches de políticos, las paredes rosarinas se empezaron a empapelar con la imagen de un muchacho de 25 años y la leyenda: “Justicia por Mati”. La movida la organizaron sus amigos tras el absurdo asesinato de Matías Ezequiel Rafaelle dentro de un bar. El agresor está detenido


Las paredes hablan. Por estos días, los rostros de candidatos políticos empapelan la ciudad con mensajes breves y sonrisas grandes de cara a las elecciones de octubre. En las últimas dos semanas se sumaron afiches en cada barrio de Rosario con el retrato de un joven de sonrisa contagiosa sobre un mensaje también breve: “Justicia por Mati”. Se trata de una particular campaña lanzada por amigos íntimos de Matías Ezequiel Rafaelle, asesinado a tiros el 17 de marzo pasado dentro de un local nocturno de Balcarce y Brown. Por el crimen está detenido un profesor de artes marciales de 52 años, que según la Fiscalía esa noche estaba alcoholizado y había consumido cocaína.

“Matías estaba siempre sonriente. Era una persona que emanaba mucha alegría y siempre nos hizo reír a todos. Queremos trasmitir esa imagen. Queremos que la gente sepa quién era él y lo que pasó. Por eso los afiches. Y por si alguna vez la Justicia se equivoca y tenemos que hacer una movida más fuerte. Estamos dispuestos a marchar o hacer lo sea necesario para que la gente sepa quién era él y quién el tipo que lo mató”, dijo uno de los amigos de Matías, quien tenía 25 años y trabaja de taxista.

“Con esta campaña canalizamos la bronca y el dolor, porque estamos todos destrozados. Pero también reclamamos justicia y buscamos la forma de llegar a la gente para que se haga visible lo que pasó. Porque creemos que como le tocó a Matías, le podría haber tocado a cualquiera. Y más en esta ciudad que como Matías hay un montón. Y puede haber muchos más”, agregó.

Cada amigo de Matías empieza a recordarlo por su sonrisa y buen humor: “Era un pibe que nos hacía reír a todos, no llegabas ni a saludarlo que ya te estaba haciendo reír. Siempre salía con algo divertido”, dijo uno. Otro prefirió llamarlo hermano y lo describió como “un chabón disparatado, medio atolondrado en el buen sentido, sin una pisca de maldad y bueno al cien por ciento”.

Dicen que Matías trabajaba desde los 16 años y además de buen tipo era apasionado. Fanático de Rosario Central al punto de seguirlo siempre que podía. Amante del rock nacional, en especial de Los Redonditos de Ricota por lo que no se perdía ningún recital del Indio Solari. Y sobre todo amiguero. “Lo que más le gustaba era que nos juntemos. O casi. Porque su gran pasión era viajar. Este verano se había ido solo a Brasil, de mochilero, y nos dijo que se quería quedar allá, pero que volvió a trabajar para pagar unas deudas. ¿Mirá si se quedaba? Estaría vivo ahora”, reflexionó un joven al borde del llanto.

Amigos del jardín, del barrio, de la escuela, de la vida. Es tanta la coincidencia a la hora de hablar de Mati, que quizás por eso decidieron hacer esta nota sin dar sus nombres. Por eso, y por temor a represalias –aclaran– porque ninguno conoce al hombre que lo mató.

Sus amigos siguen: “Matías era un pibe muy demostrativo. Fuera de joda, todos tenemos amigos con algo de maldad. Matías no. Era de primera, totalmente transparente. Siempre dispuesto a ayudar. Nos sacaron un pedazo de nosotros”, expresó un joven al tiempo que otro agregó: “Era como un hermano. No sólo por todo lo que compartimos sino porque teníamos una confianza plena, una relación bárbara”. A modo de ejemplo contó que cuando el primero del grupo fue papá de una nena lo eligió a Matías como padrino: “Imaginate, él era como el protector de nosotros. Estaba siempre en todos lados”.

Otro de los amigos de Matías resumió: “Siempre vivió con alegría. Era la persona más buena que conocí en mi vida. Estamos devastados y no podemos entender lo que pasó. Pero no lo perdimos, nos lo arrebataron”.

La vida no vale nada

Matías murió a las siete de la tarde del domingo 17 de marzo en Heca a donde ingresó con dos disparos en el abdomen unas 12 horas antes. Lo atacaron con las primeras luces de la mañana dentro del minimarket Oktubre, ubicado en Balcarce 7 bis, clausurado a raíz del crimen. Según la pesquisa, durante la noche del sábado 16 se habían registrado incidentes dentro del local en torno a Flavio José C., un profesor de taekwondo de 52 años señalado por protagonizar pleitos esa madrugada. Según los investigadores, en una de las peleas se fue y volvió con un arma que disparó media docena de veces dentro del lugar. La Policía secuestró seis proyectiles calibre 22 pero no encontró el arma. El agresor fue detenido el mismo día y el fiscal Luis Schiapa Pietra lo imputó de homicidio agravado por el uso de arma de fuego y portación ilegítima, delito por el que la jueza María Melania Carrara le dictó prisión preventiva por el plazo de ley.

Esa noche Matías no había podido ir al cumpleaños de un amigo porque le tocaba trabajar en el taxi. Por eso, cuando terminó su turno, alrededor de las cinco de la madrugada, se fue a tomar una cerveza a Oktubre, donde ponían a los Redonditos de Ricota que tanto le gustaba escuchar. Sus amigos aseguran que como lo mataron a él, podrían haber matado a cualquiera.

“El tipo salió a matar. Porque una persona que es Quinto Dan de Taewkondo tiene los suficientes conocimientos para defenderse sin la necesidad de usar un arma. ¿Por qué una persona con tanto conocimiento de artes marciales anda armada?”, se preguntó un muchacho al tiempo que respondió: “Porque salió a matar o en algo raro andaba”.

Y continuó: “Queremos que le den una condena larga. Porque es un psicópata. Porque si hace más de 20 años que enseña artes marciales debería trasmitir todo el tiempo la no violencia. Y no salir armado a matar. Está claro que es un tipo peligroso”, reflexionó con enojo.

La foto de Matías sonriente no sólo se ve en las calles rosarinas. También circula por redes sociales, donde los usuarios dejan mensajes de apoyo a la familia y a los amigos del taxista. Tanto en Facebook como en Instagram se puede ver la campaña que cuenta con pegatinas por la ciudad, además de adhesivos en los vidrios de autos y aberturas, siempre con la sonrisa iluminada de Matías.

El dolor de un padre: “Nos destrozó a todos”

Claudio Rafaelle tiene 54 años, es encargado en una metalúrgica que fabrica piezas de tractores y vive en Funes con sus dos hijos menores, una nena de 7 y un varón de 19 que trabaja con él. El mayor, de 25, vivía en Rosario con su abuela paterna, hasta el 17 de marzo pasado que fue asesinado en un absurdo ataque a balazos dentro de un minimarket céntrico. El crimen, en manos de un profesor de artes marciales de 52 años que está detenido, destrozó a su familia. A pocos semanas de perder a su hijo, Claudio sabe que el dolor de esa pérdida es “una cruz que llevará de por vida”.

A Matías “lo busco a la mañana en la nube más cercana y a la noche en la estrella más iluminada. Y le pido a Dios que lo tenga cerquita suyo y sea un angelito que proteja a la familia”, dice Claudio momentos después de que su mamá, de 88, salga de terapia intensiva donde se había pasado la noche llamando a Matías.

“Mati vivía con ella y todo esto acelera el proceso. Esperamos hasta último momento para darle la noticia, llevamos a un médico para que la sedara porque teníamos miedo que no aguantara”, cuenta Claudio quien se define como una persona de perfil bajo que nunca tuvo inconvenientes de ningún estilo con la justicia.

“Hablo después de 15 días, obviamente con un profundo dolor. La verdad es que no tengo sed de venganza. No soy una persona rencorosa. Pero sí me pregunto algunas cosas: ¿Qué hacía un tipo de mi edad en ese lugar? ¿Y si estaba ahí, al ser más grande y tener una formación como profesor de artes marciales, no tendría que haber tenido otro tipo de conducta? Es una locura que no entra por ningún lado, que a las 7 de la mañana esté en un boliche, se la vea fulera, y vaya a buscar un arma y pegue un par de tiros. Ese el dolor que tengo, el reproche que le hago, no haber actuado como una persona de 52 años”.

Claudio quiere que pague por lo que hizo y aclaró que lo lamenta también por la familia de él, porque tiene hijas chicas: “Nos destrozó a todos. A nosotros, a los amigos de Matías y a su propia familia”.

Al hablar de su hijo recuerda que un joven “inocente y muy bueno. Siempre una risa en su boca. Siempre alegre. Le gustaba mucho viajar, con poco dinero recorrió Brasil, Venezuela y casi toda Sudamérica. Se las rebuscaba trabajando, siempre en el camino de la honestidad”.

Y reconoce que “por sus amigos daba la vida. A veces estaba en una reunión familiar y si tenía un cumpleaños le daba prioridad a los amigos. Cuando nos dijeron en el Heca que había fallecido me hice a un costado y exploté en llanto. Pero no sabía que toda la gente que estaba ahí esperaba noticias de mi hijo. Tenía tantos amigos que no los terminé de conocer a todos. Otra cosa que me llegó  al corazón es que no faltó nadie al velorio. Estoy muy agradecido con esos chicos y con todos mis compañeros del trabajo de la FPM, la fábrica de embragues agrícolas que tanto hizo para ayudarme”.

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