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Región de Arica y Parinacota

El patrimonio de la humanidad suma a las momias Chinchorro del norte de Chile

Con más de 7.000 años de antigüedad, el sitio presenta la evidencia arqueológica más antigua conocida de la momificación artificial de cuerpos y se convirtió en el séptimo lugar de Chile que alcanza esa categorización


Con más de 7.000 años de antigüedad las momias de la cultura Chinchorro de la región chilena de Arica y Parinacota, antecesoras de las momias egipcias, siguen despertando la curiosidad y el trabajo arqueológico sobre el pueblo de pescadores que momificaba a sus muertos y que acaba de ser nombrado patrimonio de la humanidad por la Unesco, lo que conlleva el desafío de su preservación.

El asentamiento y momificación artificial de la cultura Chinchorro se convirtió en el séptimo sitio de Chile en la lista del Patrimonio Mundial, recientemente declarado por la Unesco, que ya alcanzó con esta clasificación a las iglesias de Chiloé (2000), el Parque Nacional Rapa Nui (1995) y el sistema vial andino Qhapaq Ñan (2014) que comparte con la Argentina y Bolivia, entre otros países que pertenecieron al Imperio Incaico.

La decisión se basa en la relevancia del conjunto que brinda “testimonio de una cultura de cazadores-recolectores marítimos que residieron en la árida y hostil costa norte del desierto de Atacama, en el extremo norte de Chile, desde aproximadamente 5.450 a.C. hasta 890 a.C”, afirmó la Unesco.

Por otro lado, “el sitio presenta la evidencia arqueológica más antigua conocida de la momificación artificial de cuerpos”, y en esos cementerios se encuentran “cuerpos momificados artificialmente” y otros que “se conservaron debido a las condiciones ambientales” desérticas y de salinidad. Y estas prácticas de momificación anteceden en más de 2.000 años a los rituales mortuorios realizados en Egipto.

Unas 120 momias se preservaron y están en la colección del Museo Arqueológico San Miguel de Azapa, en Chile, consignó la BBC.

La cultura chinchorro se asentó entre los puertos de Ilo en Perú, y Antofagasta en Chile, dedicándose mayormente a la pesca aprovechando los recursos marinos de la corriente de Humboldt y las diferentes quebradas que llegan al mar, y tienen como particularidad la adaptación al desierto y al ambiente costero.

En ese hábitat “desarrollaron técnicas de momificación artificial muy complejas y elaboradas”, explicó el director del Centro de Gestión Chinchorro Bernardo Arriaza y académico de la Universidad de Tarapacá (UTA).

Las primeras momificaciones son de recién nacidos y niños (que acompañaban con figuras de barro), pero en su apogeo (3.000 a.C) “momificaban representantes de todos los miembros de la sociedad y de todas las edades”, explica el medio británico.

Se estudiaron 208 momias, según datos de la Universidad de Tarapacá citados, determinando que “las técnicas de embalsamamiento se fueron simplificando en las etapas tardías”, en un proceso inverso a la alta complejidad de los egipcios.

Arriaza explora la hipótesis del envenenamiento por arsénico como impulso para el origen de la práctica de momificación más antigua del mundo, de niños y fetos hace 7.000 años. El pueblo Chinchorro vivía en un medio extremadamente tóxico con el río Camarones con niveles de arsénico de hasta 1000µg/L, cien veces más de la norma que establece la OMS, lo que pudo dar lugar a la práctica mortuoria específica del lugar como respuesta cultural al fenómeno ambiental por la alta mortalidad.

Esta explicación se basa en los estudios de residuos de arsénicos encontrados y en un análisis del genoma de la población actual que vive desde hace cientos de generaciones en las quebradas de Camarones y Azapa, que fue comparado con otra ubicada más al sur donde la concentración de arsénico es baja.

En el estudio realizado por la Universidad de Chile y la UTA, el 68% de la población en Camarones y el 48% de la de Azapa tiene en su genoma una variante de la enzima AS3MT que le permite eliminar mejor el arsénico, consigna El Mostrador de Chile.

En la compleja técnica mortuoria que permite suponer la importancia del culto a la muerte “se extraían los órganos y las vísceras del difunto a través de incisiones, que eran sustituidos por vegetales, plumas, trozos de cuero, vellones de lana y otros materiales”, y también “el cuero cabelludo, la piel del rostro y removían el cerebro cuyo hueco llenaban de cenizas, tierras, arcillas y pelos de animal”, explica la BBC.

Posteriormente modelaban el rostro, le ponían una peluca de pelo humano y los vestían con tejido vegetal, y cubrían el cuerpo con una capa de arcilla. Aunque estas técnicas varían según la época.

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