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En tierra azteca

El Papa, contra la desigualdad

Francisco manifestó que el demonio genera “una sociedad de pocos y para pocos”. Además, criticó las formas de acumulación de riqueza: “Se trata de adueñarse de bienes que han sido dados para todos y utilizarlos tan sólo para mí”.


En el marco de su visita a México, el papa Francisco denunció ayer cómo el comportamiento del hombre crea “una sociedad de pocos y para pocos” durante la multitudinaria misa celebrada en Ecatepec, municipio con un alto nivel de marginación y violencia.

En el área campestre del centro de estudios de Ecatepec, lugar conocido como “El Caracol”, se concentraron cerca 300 mil personas para escuchar al Sumo Pontífice, quien en su homilía calificó a la desigualdad como una obra del demonio. “El sueño de Dios está continuamente amenazado por el padre de la mentira, por aquel que busca separarnos, generando una sociedad dividida y enfrentada, una sociedad de pocos y para pocos”, sentenció.

Francisco comenzó su sermón recordando que ya es el tiempo de Cuaresma, que precede a la Pascua: “Es un tiempo especial para recordar el regalo de nuestro bautismo, cuando fuimos hechos hijos de Dios”.

Con unos cuatro millones de habitantes, Ecatepec tiene una cifra de 35,9 homicidios por cada 100 mil habitantes, lo que triplica la media de México, y registró además en los últimos años una preocupante escalada de femicidios, así como altos índices de pobreza.

Allí, el Papa citó las tres tentaciones que «rompen y dividen la imagen de Dios»: la riqueza, la vanidad y el orgullo.

Sobre la riqueza, manifestó: “Se trata de adueñarse de bienes que han sido dados para todos y utilizarlos tan sólo para mí. Es tener el pan a base del sudor del otro, o hasta de su propia vida. Esa riqueza que es el pan con sabor a dolor, amargura, a sufrimiento”. Y añadió: “En una familia o en una sociedad corrupta es el pan que se le da de comer a los propios hijos”. Además, criticó “la búsqueda de prestigio con base en la descalificación continua y constante de los que no son como uno”.

El Pontífice lamentó “la búsqueda exacerbada de esos cinco minutos de fama que no perdona la fama de los demás, haciendo leña del árbol caído”, y nombró luego la tercera tentación, “el orgullo”, el “ponerse en un plano de superioridad del tipo que fuese, sintiendo que no se comparte la vida común de los mortales”.

Por ello, Francisco recordó a los fieles que los católicos han “optado por Jesús y no por el demonio”, aunque “no es fácil”.

“Nos lo tenemos que meter en la cabeza: con el demonio no se dialoga porque sólo la fuerza de la palabra de Dios le puede derrotar”, agregó improvisando sobre el discurso escrito.

El Papa comenzó su jornada saludando a miles de personas que se habían reunido en Ciudad de México frente a la nunciatura apostólica desde primeras horas de la mañana, y luego se trasladó en papamóvil hasta el campo militar Marte, desde donde salió en helicóptero a Ecatepec, situado unos 20 kilómetros del centro del Distrito Federal.

Allí hizo también un recorrido extenso en papamóvil mientras miles de personas lo saludaban, y pasó junto a unos coloridos murales pintados en las paredes de un distrito donde predominan las casas de cemento gris y el polvo.

Más tarde, el jefe de la Iglesia católica visitó a un hospital de niños en Ciudad de México, mientras que hoy viajará a San Cristóbal de las Casas y Tuxtla Gutiérrez en Chiapas para reunirse con familias indígenas.

Obispo agradecido

El obispo de Ecatepec aseguró ayer al papa Francisco que la Iglesia local y los habitantes de la zona se enfrentan a diario “al mal” con “oración, reflexión y trabajo”.

“Santo Padre, como en otros muchos lugares, experimentamos la pobreza, la violencia, encarnando el dolor de los que sufren por la corrupción, el hambre, la miseria y todas las manifestaciones del mal”, afirmó el obispo Oscar Roberto Domínguez Couttolenc. Y agregó: “Al enfrentarnos a las manifestaciones del mal, lo hacemos en oración, reflexión y trabajo”.

Tras agradecerle a Francisco que haya llegado a Ecatepec para confirmarlos “en la fe, en la esperanza y la caridad”, prometió una renovación interna para “responder a los desafíos de nuestro tiempo, promoviendo la justicia, la fraternidad y la solidaridad”.

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