Espectáculos

El país narco, escenas en la tierra prometida

En el libro “El País narco”,  el periodista Mauro Federico revela detalles de resonantes episodios vinculados al tráfico de drogas tratando de develar por qué la Argentina es hoy una suerte de paraíso para ese nefasto mercado.

Por Juan Aguzzi /Fotos de Leonardo Vincenti 

Seguramente no fue de un día para otro y hubo mucha agua acumulándose en el lecho bajo el puente; lo cierto es que la Argentina hoy representa un espacio donde los distintos tipos de drogas llamadas ilegales tienen una circulación impensada para algunos años atrás y representa un centro de atracción para los narcotraficantes sudamericanos que encontraron en la falta de controles más férreos, en la falta de legislación adecuada y en la complicidad de ciertos miembros de la clase política y de las fuerzas de seguridad, una suerte de paraíso, no sólo como vía interoceánica para la distribución sino para la propia manufactura de la materia prima. No fueron estos los únicos factores que contribuyeron a este estado de cosas y la descomposición social y política que generó el gobierno menemista y luego el de De la Rúa propiciaron que el territorio fuera pasto de las ambiciones ilimitadas de barones de las drogas de distinta calaña. La pereza legislativa para tratar la despenalización de las llamadas drogas livianas y la ausencia de decisión política para ir sobre los nichos del narcotráfico, lo que significaría al mismo tiempo ir sobre ciertos sectores de las fuerzas de seguridad, permiten que haya zonas prácticamente liberadas para todo tipo de movimientos en esa dirección. A esto debería sumarse los estragos que produce el paco entre los sectores más desposeídos que implica un factor de riesgo enorme –por la mortandad que produce y por su irrefrenable adicción–, algo que debería ser paliado desde el Estado no sólo con políticas de inclusión sino a partir de impedir que los deshechos de la pasta base de la cocaína, con los que se fabrica la droga, lleguen a los pasillos de las villas o asentamientos precarios.

Algunos crímenes oscuros de estos últimos tres años –sobre todo el de tres jóvenes empresarios vinculados al tráfico de efedrina–  hizo que parte de esta situación comenzara a tomar estado público y despertara la curiosidad y el interés de periodistas e investigadores especializados. Uno de ellos fue Mauro Federico, un periodista gráfico, radial y televisivo que participó, entre otros medios, en Página 12, Punto Doc y Día D. Federico acaba de publicar País narco, que lleva como subtítulo Tráfico de drogas en Argentina: del tránsito a la producción propia, un encomiable trabajo de investigación que intenta develar la trama de algunos resonantes episodios vinculados al narcotráfico de los últimos años para poner de manifiesto la pregunta acerca de lo que se menciona más arriba: cómo juegan y se relacionan los elementos que hacen permeable gran parte del espacio argentino para que esto ocurra. Desde la aparición de los carteles colombianos y mexicanos en el país, el rol de los barrabravas en la cadena de tráfico, el descubrimiento de la efedrina como otro gran negocio para droguerías y empresarios; el tema de las fronteras permisivas, las luchas por los territorios de dispendio, hasta entrevistas con narcotraficantes locales, allegados a las víctimas del narcotráfico y hasta la reciente captura de un avión atestado de cocaína en España y la detención de dos hijos de personal jerárquico de la Fuerza Aérea ponen de relieve en País narco el alcance y la peligrosidad de estas actividades.

A continuación y entre otras cosas, Mauro Federico habla sobre las motivaciones que tuvo para la escritura de su libro, sobre cómo lo armó y qué iría descubriendo en esa tarea y hasta de la sanción de la norma que castiga el lavado de dinero como un delito autónomo, lo que permitirá una mejor persecución y un más expeditivo castigo.

—¿Cómo te interesaste y qué objetivos te planteaste en la investigación de un tema tan candente?

—Durante 2008 mientras trabajaba en el diario Critica de la Argentina me tocó investigar el triple crimen de General Rodríguez y sus conexiones con la llamada Ruta de la Efedrina. En ese momento comencé a recabar información sobre las actividades de diversos grupos locales, mexicanos y colombianos que aparecían en las páginas de policiales, pero que ostentaban conexiones y un poder inusual para los delincuentes comunes. Allí comprendí que detrás de estos episodios había algo más que una crónica policial y me puse a investigar con el objetivo de conectar estos y otros hechos que, a priori, parecían aislados. La matriz que los unía era, justamente, la actividad del narcotráfico en nuestro país.

—¿Cuánto tiempo trabajaste en la recopilación de información y qué tan complicada resultó?

—El trabajo de investigación nos llevó aproximadamente un año y medio. Pero a las investigaciones que realizamos específicamente para el libro, le sumamos otras que, tanto Carlos del Frade, que contribuyó con la investigación y con mucha data, como yo, habíamos realizado con anterioridad. No es sencillo investigar al poder, porque quienes lo ostentan tienen métodos bastante eficaces para evitar que podamos llegar sencillamente a la verdad. Sin embargo, con mucha persistencia y algo de astucia, pudimos desenmascarar más de una organización narco.

—¿Situarías como disparador del estado público que toma lo que describís en “País narco” el fusilamiento de los jóvenes empresarios vinculados a la efedrina?

—Sí, ese fue uno de los disparadores que motivaron el inicio de la investigación, junto a las causas por efedrina. Pero también hay que agregar otros episodios como el asesinato de dos ciudadanos colombianos que aparecieron calcinados en un vehículo utilitario a principios de 2008. Y el doble homicidio ocurrido en (el Shopping) Unicenter donde, al mejor estilo del sicariato colombiano, fueron asesinados otros dos colombianos desde una motocicleta en movimiento.

—¿Cómo decidiste el ordenamiento que tiene el libro, es decir la data fue apareciendo en ese orden o lo estableciste luego pensándolo como una secuencia?

—Combinamos con mi editor Marcelo Panozzo una secuencia que le permitiera al lector ir comprendiendo quién es quién dentro del escenario del narcotráfico local. Sin dejar de lado los vínculos con los carteles colombianos y mexicanos, cuyas historias también tienen sendos capítulos en el libro.

—¿Qué fuiste descubriendo durante la investigación y la escritura que no sospecharas o no tuvieses idea?

—Lo más interesante fue poder analizar cómo emergen las relaciones entre los diferentes grupos narcos y los poderes políticos y económicos. Detrás de alguien que realiza un ilícito a gran escala –como sacar toneladas de cocaína con destino a Europa desde un puerto argentino u organizar una red de comercialización de estupefacientes en los barrios carenciados– existe siempre protección política. Descubrirla y ponerla de manifiesto es una tarea compleja, pero muy gratificante cuando se logra.

—¿Hubo algún nivel de información que decidiste dejar afuera porque entrañara algún riesgo en particular?

No, en general seguimos todas las pistas que se nos presentaron. Lamentablemente por cuestiones de tiempo nos resultó imposible llegar a buen puerto con todas las líneas investigativas. Por ejemplo, no pudimos terminar de cerrar la historia del narcojet de los hermanos Juliá (hijos del brigadier que fue jefe de la Fuerza Aérea durante el menemismo)  como hubiéramos querido, estamos convencidos que detrás de ese intento por traficar una tonelada de cocaína a España hay mucho más que la ambición de dos aviadores con pocos escrúpulos.

—En este momento el tema del lavado de dinero, es decir la norma que lo castigaría como un delito autónomo, fue aprobada ¿cómo ves la cuestión, ya que también hacés hincapié en el tema en uno de los capítulos?

—Es fundamental que se aplique la norma que acaba de ser sancionada por el Congreso. Cualquier intento por combatir el narcotráfico que no tenga en cuenta el manejo de fondos de origen dudoso que hacen los traficantes, está condenado al fracaso.

Comentarios

10