Ciudad

El otro combate al delito es desde la solidaridad

Por: Luciana Sosa.- Una mujer policía empezó a cambiar la historia de diez chicos que alguna vez desfilaron por la comisaría 10ª.

En su trabajo como policía, Miriam Lanzón descubrió una realidad dolorosa entre las paredes de la comisaría 10ª donde trabaja y que podría reproducirse al resto de las seccionales: las madres, angustiadas por el ingreso de su hijo a la comisaría por haber infringido la ley, lloraban ante la mujer uniformada porque no sabían cómo iban a poder contener a su hijo para evitar un nuevo ingreso policial. Es por eso que Miriam tomó las riendas del asunto y comenzó a trabajar con estos chicos en situación de riesgo durante su tiempo libre. Hoy tiene a su cargo un grupo de casi diez chicos que retomaron sus estudios, esperan trabajar en una huerta comunitaria y mejorar su calidad de vida.

“Las madres lloraban en la comisaría cada vez que su hijo era entregado luego de un ingreso por robo o tenencia de drogas, me pedían consejos y yo ya no sabía qué decirles. La mayoría de las madres hacen changas y no pueden estar todo el día en su casa, y, claro, los chicos se iban por cualquier lado y se metían en problemas”, comentó Lanzón.

Hoy, mate de por medio, se reúne con un grupo que ronda los diez jóvenes en el living de la vivienda de una de las vecinas que se sumó a esta iniciativa. Allí hablan de los valores que los mismos jóvenes deben descubrir en sí mismos y de lo importante que son para la sociedad.

“Todo el tiempo les comento que son únicos, que Dios los ama y que ellos deben amarse; porque son una parte de la sociedad y por eso deben dejar de meterse en problemas, quererse, cuidarse y cuidar su entorno”, confió Lanzón.

Miriam ingresó al cuerpo policial cuando ya ejercía la docencia. Aseguró que siempre le atrajo de la Policía el servicio a la comunidad y reconoce que si bien desde hace unos años muchos ciudadanos no confían en la Policía, sabe que con trabajo se podrá recuperar esa confianza. A su vez, buscó perfeccionar su labor comunitaria e ingresó a la universidad para cursar la licenciatura en Seguridad Pública. Y fue desde la universidad, como parte de la carrera, le solicitaron que hiciera un trabajo de investigación sobre una temática actual vista desde el ámbito psicológico, teológico y social. Y fue por eso que Miriam eligió trabajar la situación que le tocaba de cerca, a diario, en la comisaría 10ª.

Entre las propuestas que surgen de cada charla con los jóvenes, Miriam trabaja por tener en breve un espacio para realizar una huerta comunitaria en la que los mismos chicos trabajen la tierra y cada producto. “En principio, voy a donar el espacio que tengo detrás de mi casa, estamos buscando herramientas que nos ayuden a trabajar la tierra pero hasta ahora no hemos conseguido, los chicos están ansiosos por comenzar y eso nos pone las pilas a todos para seguir buscando actividades y juntar fuerzas para que ellos se alejen del delito definitivamente”, confió.

Paralelamente, con algunas de las madres, Miriam pudo ver el cambio que su labor fue realizando en los chicos, muchos de ellos están cursando sus estudios secundarios por la noche y durante el día se las arreglan con algunas changas.

Hasta el momento Miriam no tuvo la oportunidad de contactarse con personal municipal para solicitar un terreno viable a la creación de una huerta comunitaria, dado que desde hace varias semanas un accidente de tránsito que protagonizó con su moto le impide caminar con libertad. Sujeta a sus muletas y con varias operaciones en una de sus piernas, Lanzón asegura que este accidente “fue una señal sobre la actividad que está ejerciendo con los chicos”.

“Algunos me dijeron que éste accidente fue una señal para dedicarme de lleno a la integración social de los chicos, para trabajar con ellos y dedicarles más tiempo, aunque sea a paso lento por culpa de las muletas”. Y agregó: “Cada semana sigo viendo a los chicos, sin vestir uniforme, claro, porque el azul es rechazado en éste y en todos los barrios”.

“Ellos saben que pertenezco a la Policía, pero voy como una amiga o una madre, no como un agente. Voy vestida de sport y en cada encuentro busco la manera de seguir ganándome su confianza y de que ellos confíen en ellos mismos”, dijo.

Con voz pausada, Lanzón compartió que el contenido de sus charlas tiene que ver con concientizarse sobre el daño que les hace consumir drogas y lo importante que son estos chicos para la sociedad, hablan de Dios, del amor al prójimo y aprendieron a rezar el rosario. “Les digo que son personas maravillosas y que no tienen motivos para lastimarse de esa manera. Además, hablamos mucho sobre la importancia de valorarnos nosotros mismos, porque si no nos queremos y cuidamos, nadie lo va a hacer”. Al mismo tiempo, recordó que sólo en una oportunidad “pescó” a un integrante de este grupo a punto de comprar drogas para su consumo. “Lo vi justo en una ronda con el móvil de la comisaría. Me bajé del auto, le pregunté qué estaba haciendo ahí y lo llevé a la comisaría para hablar tranquilos. Gracias a Dios se dio cuenta del error que estaba a punto de cometer y me pidió disculpas. Hoy todos están estudiando en la secundaria frente al Padre Ignacio, durante la noche, y de día hacen algunas changas”.

Es así como Lanzón notó que aquello que comenzó siendo el tema de un trabajo de campo a realizar para el cursado de sus estudios, estaba dando resultados, y que existe la posibilidad de continuar con el trabajo de incluir a los chicos a la sociedad, sin que vuelvan a caer en su estado de vulnerabilidad. Claro que también lo hace para sanear su profesión. “Puedo aportar a la seguridad de la gente, hoy si vemos a un Policía en la esquina debemos poder acercarnos y preguntarle lo que necesitemos, no tenerles miedo. Porque reina el rechazo y el temor ante la Policía, pero somos muchos los que sabemos que con esfuerzo se volverá a confiar en esta fuerza”, comentó.

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