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El otro baile del caño

El ministro Ciancio quedó ahora en el ojo de la tormenta por la falta de agua en la capital santafesina, pero también por otros déficits en obras y servicios.

Por: David Narciso

Por primera vez desde que asumió Hermes Binner, un ministro santafesino es blanco de cuestionamientos que rebotan contra la ancha espalda política del gobernador, quien tiene resto suficiente para tomar las medidas que crea convenientes en el momento adecuado. La rotura de un caño que dejó a la ciudad capital sin agua durante 24 horas no permite ver las dificultades de fondo fue el chorro que desbordó un vaso que venía demasiado cargado de otras problemáticas, como las idas y venidas con la construcción de grandes acueductos y la sórdida salida del concesionario de la autopista Rosario-Santa Fe.

El caño roto

Comparado con antecedentes como los de Mar del Plata (cuatro días en Semana Santa de 2009) y Córdoba (más de 24 horas en 2005) es muy discutible que haya habido demora excesiva en reponer el servicio de agua potable en la capital provincial.

La rotura del caño, como la que en noviembre de 2008 afectó a un tercio de Rosario y Villa Gobernador Gálvez, invita a reflexionar sobre un servicio que llega a los usuarios a través de una red de acueductos de hierro de fundición que en algunos sectores, justamente los más habitados, fue enterrada hace 130 años.

Echarle la culpa a los anteriores gobernantes justicialistas por la rotura resultó un argumento de ocasión y una fórmula que a veces da frutos pero ya es demasiado repetida en el menú discursivo del oficialismo. En este caso además fue inoportuna: pocos minutos después no sólo había una ciudad capital preocupada por la falta de agua sino tres cuartas partes del peronismo saltando a la yugular del ministro Antonio Ciancio y el periodismo debatiendo qué tan bien hace las cosas este gobierno en relación a los anteriores.

Que el momento no haya sido el adecuado, no quita lo pertinente del debate. En particular el reutemismo no puede quitarse de encima así como así las responsabilidades por los 15 años perdidos por el fracaso de la privatización de la ex Dipos. Cabe recordar que los pliegos de aquella licitación de 1995 incluían reemplazo de redes antiguas, construcción de plantas de tratamientos de efluentes y potabilizadoras, expansión de cloacas. Todo lo que hoy Santa Fe está empezando a discutir de nuevo.

Alto voltaje

El ministro de Aguas y Servicios Públicos venía de un traspié días anteriores, cuando tuvo una poco feliz intervención pública durante los cortes de energía en medio de los días de más frío.

No era la primera vez que la recarga en las líneas resentía el servicio. De hecho, situaciones de ese tipo ya habían provocado dolores de cabeza a gestiones anteriores. Y aquí otra vez pesa el tiempo perdido por las dos administraciones de Carlos Reutemann en relación a la Empresa Provincial de la Energía (EPE).

Reutemann no logró privatizarla, pero la preparó para eso; perdió diez años de inversiones hasta que en 2006 el gobernador Jorge Obeid definió su permanencia en el Estado y retomó un camino de inversión que continúa la actual gestión.

En lugar de explicar este proceso, el ministro prefirió echarle la culpa a los barrios “periféricos” que se cuelgan de las redes y dejan sin luz a “barrios normales”. Olvidó que la EPE, que es responsabilidad de él, es noticia semana a semana porque encuentra a clientes residenciales y comerciales de barrios “muy normales” colgados de la red y usando electricidad que pagan todos.

También le echó la culpa al gobierno nacional, al que se le fue de las manos el endeble sistema de garrafa social. Los ciudadanos que no viven en “barrios normales”, según la categorización del ministro, probablemente no se calefaccionen con garrafas aun cuando éstas abunden. Entre pagar 16 pesos por cada carga y el consumo gratis de electricidad, saque el lector sus propias conclusiones.

Hay un problema de fondo que en términos políticos lo explicita el actual gobierno y antes lo hizo la administración Obeid: aun con un ritmo de inversión aceptable, la EPE requiere tiempo material que se mide en años para recuperar el terreno perdido.

Además, Ejecutivo y Legislativo tienen pendiente resolver cómo garantizar un servicio esencial a sectores que no están en condiciones de pagarlo, o al menos en términos de tarifas convencionales, del mismo modo que se está haciendo con los servicios sanitarios con la activa intervención de otras instancias de la sociedad.

Acueductos

El mayor traspié del Ministerio de Aguas fue no haber podido poner en marcha la construcción de los grandes acueductos provinciales.

Cuando el Frente Progresista llegó al gobierno pidió frenar la licitación para estudiarla. Finalmente resolvió darla de baja y rehacer el plan de acueductos. Pasó lo único que no debía pasar: que el legítimo derecho a revisar y reformular un plan elaborado por otros derivase en el estancamiento del proyecto.

La crisis internacional complicó los planes del gobierno, pero el mayor problema estuvo en las opciones que se le acercaron al gobernador Binner para que tomara decisiones. Licitar en bloque los acueductos exigiéndole a los oferentes que consigan su propio financiamiento resultó un error que proyectó los costos a cifras impagables y demoró dos años y medio el principio del fin de una deuda histórica.

Autopista

Además de poco transparente, la llegada de emergencia de la dupla Edeca-Supercemento a la administración de la autopista Rosario-Santa Fe significó la resolución entre gallos y medianoche de un asunto en el que ya estaba interviniendo la Legislatura.

Los socios radicales se sintieron ninguneados, la oposición adujo haber sido engañada. Demasiado ruido para el gobierno por tratarse de una concesión que tenía fecha de vencimiento estipulada y hasta arrastraba prórrogas.

Dimensión política

Al margen de los errores de gestión, que no son mayores al de gestiones anteriores, es evidente que en algunos ministerios falta oficio político para la disputa pública, es decir explicar, debatir, rebatir y defender los porotos que se anota la gestión.

La histórica paritaria docente, el 82 por ciento móvil en las jubilaciones, haber devuelto la coparticipación completa a municipios no alcanzan para defender cuatro años de gestión, pero tampoco pueden ser títulos que se imprimieron un día en el diario y a la semana siguiente pasaron al olvido.

Si se toma el caso de Educación, la excesivamente silenciosa ministra Rasino equilibra esa falencia con gestión; a Aguas y Servicios Públicos también ese aspecto parece habérsele ido de las manos: hace agua cuando se le abren frentes en la opinión pública, Legislatura y dentro de la propia coalición gobernante.

Aguas y Servicios Públicos es un ejemplo de la carencia de dimensión política que afecta a varias áreas del gobierno provincial.

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