Sociedad

Crónica del Caos N° 60

El mundo, ese laberinto: crónica de finales y nuevos comienzos

La impronta de la Inteligencia Artificial sobre las actividades humanas inaugura el debate sobre los desafíos del futuro, y cierra esta serie de crónicas para abrir la puerta a nuevos relatos


Salman Rushdie en la Feria del libro de Frankfurt

 Por Elisa Bearzotti

Pocos días atrás -entre el 18 y el 22 de octubre- se realizó el encuentro de escritores y editores más importante del mundo: la feria del libro de Frankfurt, un espacio que convoca a las figuras más destacadas del mundo editorial y por donde transitaron cerca de 300.000 visitantes que recorrieron los 4200 stands de 95 países, a los cuales se sumaron numerosos expositores digitales. ¿Cuál creen ustedes fue la pregunta que recorrió los pasillos del Messe Frankfurt y concitó la atención de los participantes de semejante evento?: los posibles efectos de la inteligencia artificial (IA) sobre el mundo editorial. Con una visibilidad que le garantiza actuar como caja de resonancia de los nuevos fenómenos y conflictos que atraviesan el sector, a la vez que motoriza debates de largo alcance, la Feria del Libro de Frankfurt se transformó en una arena donde confluyeron miradas recelosas hasta las más apocalípticas. “Hice un experimento pidiéndole a la inteligencia artificial 300 palabras en el estilo de Salman Rushdie, y lo que salió fue una basura, por eso no me preocupo demasiado”, dijo el autor de los “Versos satánicos” durante una conferencia de prensa realizada en el marco del evento. “Las máquinas carecen de inspiración para escribir novelas, lo que salió era para tirar”, expresó entre las risas de los asistentes.

Sin embargo, no todos los autores y editores se muestran tan escépticos como Rushdie frente a las posibilidades de los programas de escritura automática como el ChatGPT. Los actores de esta industria muestran “un profundo sentimiento de inseguridad”, aseguró Juergen Boos, director de la feria en la que hubo numerosos debates sobre la cuestión. “Se preguntan qué ocurre con la propiedad intelectual de los autores, a quién pertenecen realmente los nuevos contenidos, y cómo integrarlos a las cadenas de valor”, explicó Boos. Uno de los principales debates se centra justamente en los derechos de autor. El mes pasado, escritores como la canadiense Margaret Atwood y los estadounidenses Jonathan Franzen y Nora Roberts enviaron una carta advirtiendo que los nuevos proyectos de inteligencia artificial habían explotado sus obras sin su consentimiento, y sin pagarles un dólar. “Millones de libros, artículos, ensayos y poemas protegidos por derechos de autor constituyen el ‘alimento’ de los sistemas de IA, una comida sin fin para la que no hay factura”, critican. Desde la aparición de aplicaciones como ChatGPT, la tecnología tiene el atributo de escribir artículos o libros, componer música, representar imágenes a toda velocidad y hasta recrear la voz o la escritura de un artista fallecido: eso que durante tanto tiempo pareció ciencia ficción y anticiparon series como “Blak Mirror” ya es una realidad. Más aún, en la plataforma KDP de Amazon, dedicada a la autoedición, ya pululan libros generados enteramente por la IA, e incluso algunos aparecen entre los más vendidos.

Pero los avances tecnológicos no solo preocupan por los impactos económicos que acarrean, sino también por la influencia que los contenidos sin filtro y sin regulación de ningún tipo ejercen sobre las mentes de las personas más vulnerables, en especial jóvenes y niños. En virtud de ello, días atrás, más de cuarenta estados de Estados Unidos denunciaron al gigante tecnológico Meta por dañar “la salud física y mental de los jóvenes” y violar la Ley de Privacidad Infantil, a través de sus redes sociales Facebook e Instagram. “Meta explotó tecnologías poderosas y sin precedentes para atraer (…) y, en última instancia, atrapar a jóvenes y adolescentes con el fin de obtener ganancias”, expresaron los fiscales de los estados en los que se planteó la denuncia por medio de un documento presentado ante un tribunal de California, de acuerdo a lo consignado por la agencia de noticias AFP. Los estados gobernados tanto por demócratas como por republicanos, añadieron que el grupo “ocultó la forma en que estas plataformas explotan y manipulan a sus consumidores más vulnerables” y “descuidó el daño considerable que han causado a la salud mental y física de los jóvenes de nuestro país”. La acción legal representa la culminación de las investigaciones iniciadas en 2021 sobre los métodos de las dos plataformas, consideradas “adictivas” por las autoridades estadounidenses. Por su parte, Meta respondió a las acusaciones y sostuvo que se encuentran decepcionados porque los fiscales generales “han elegido este camino en lugar de trabajar productivamente con las empresas para crear normas claras” en cuanto al uso y efectos de las redes sociales. “Compartimos el compromiso de los fiscales de brindarles a los adolescentes experiencias en línea seguras y positivas, y ya hemos introducido más de 30 herramientas para apoyar a los jóvenes y sus familias”, destacó un portavoz del grupo.

 

Ambos casos remiten a cuestiones que marcarán la agenda de los próximos decenios: el vínculo de los seres humanos con la tecnología y lo poco preparados que estamos para enfrentar los desafíos que se vienen. Sin afán de sonar apocalíptica, muchos tenemos la sensación de que los avances tecnológicos corren a una velocidad inusitada en relación con los elefantiásicos dispositivos de control institucionales. Ello los habilita a extender sus tentáculos sobre la política, la economía, el comercio, el derecho internacional, y muchos otros ámbitos, provocando una reconfiguración definitiva de la era moderna. Claro que en el presente resulta difícil ver las oportunidades y los dramas del futuro, pero los cambios (que siempre asustan) no tienen por qué resultar negativos. Hoy, desde mi otoñal retiro, puedo asegurar que todo en la vida tiene fecha de vencimiento: dolores, amores, temores y certezas terminan siendo deglutidos por la voracidad del tiempo, único rector de los destinos humanos. Por eso, esta serie de relatos iniciados en pleno apogeo de la pandemia de coronavirus con el título de “Crónicas de cuarentena”, devenidos luego en “Crónicas del caos” también finalizan. Y nada mejor que hacerlo hablando de los desafíos del futuro, poniendo delante la esperanza como bandera, habilitando el sueño eterno de “nuevos tiempos” más pacíficos y armónicos. Estas crónicas, nacidas del dolor, fueron escritas con el utópico afán de entender lo inentendible, y hoy dejan la puerta abierta a nuevos relatos, nuevas palabras que se irán agolpando en el vértigo de la hoja en blanco con idéntico destino: descifrar el mundo, ese laberinto…

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