Ciudad

Otro bodegón que se pierde

El mítico bar El Rosarino cerrará sus puertas porque “no dan los números”

Los actuales encargados no resistieron los aumentos en la luz y en los costos de los insumos. Ubicado en San Nicolás y Salta, aún conserva el único cartel de naranja Crush de la ciudad


Foto Juan José García

Un cartel publicitario de naranja Crush sobre su fachada anuncia el ingreso a un bodegón que logró escapar del fatídico paso del tiempo. Por sus mesas de madera pasaron vecinos, trabajadores del ferrocarril y de Entel que cruzaban a tomar un café y fumar un cigarrillo. Sus paredes fueron sede de películas como “¿De quién es el Portaligas?”, de Fito Páez; “El Rosariazo”, de Gustavo Postiglione; y un corto para Buenos Aires. También de encuentros y reuniones de amigos, esta vez fuera de cámara.

Este sábado, el mítico bar El Rosarino abrirá por última vez, después de casi un siglo de historia en la esquina de San Nicolás y Salta. Los actuales encargados no pudieron hacer frente a los aumentos de luz y de los precios de los productos y después de 6 meses a cargo del bar anunciaron que bajarán la persiana.

“La luz aumentó un 30 por ciento de un bimestre a otro. También subieron los precios de los insumos y no nos dan los números para mantenerlo abierto. Hace 6 meses hicimos una inversión inicial y dejamos de cobrar un sueldo digno. Tengo que pagar mis impuestos y no puedo trabajar gratis. No puedo correr el riesgo de seguir perdiendo plata. Me encantaría que alguien lo pueda sostener”, dijo a El Ciudadano, Nair, una de las integrantes de la familia que lleva adelante el negocio.

El Rosarino abrió por primera vez sus puertas en 1923, el mismo año en que Manuel Antonio Castaño, su fundador, llegó a Rosario desde Asturias, al norte de España. Primero levantó las persianas en el Cruce Alberdi, donde ahora está el monumento a Eva Perón. Por refacciones, el local fue demolido y Castaño se mudó en frente, en San Nicolás al 200. Trabajó hasta que murió, a los 74 años.

Su hijo, Roberto, continuó con la tradición familiar. Abría a las 5.30, dejaba entran a las mascotas y a los clientes a fumar en las mesas. Su carta era modesta, pero no menos exquisita. Ofrecía buena cafetería, facturas, sándwiches de miga, familiares y clásico “carlitos”. Cuando a los colectivos los frenaba la barrera del tren, los pasajeros y el chofer bajaban a tomarse una cerveza. Al Gallego, como le decían, nunca le interesó abrir de noche. Era amigo de los trabajadores del barrio y les fiaba los cigarrillos.

El año pasado estuvo enfermo y dejó de trabajar. El bar cerró las puertas por tres meses hasta que la familia de Nair decidió reabrirlas. Su padre era cliente del lugar. Solía tomarse un café todas las mañanas antes de subirse al volante del taxi que trabaja. Le gustaba porque abría temprano y podía fumar.

Sin perder la mítica esencia del bar, compraron un freezer, una biblioteca y sumaron un menú ejecutivo para atraer clientes. Los invitaban a llevar sus mascotas y durante el verano ofrecían una jarra de agua fresca y gratis a los que pasaban por la cuadra.

Sin embargo, los altos costos de mantenimiento hicieron que la familia anuncie este lunes su retirada. Antes de decidirlo, probaron algunas alternativas. “Cocinábamos en mi casa donde pagábamos menos de gas y acá calentábamos los menúes. Durante el día apagamos las luces y tratamos de usar poca agua”, contó Nair, quien trabaja todos los días en el bar, junto con otras tres integrantes de la familia, porque “tampoco da para pagarle a alguien”.

“Siempre estuvimos del lado del que paga, entonces nos costó ajustar los precios al ritmo que aumentan las cosas. O aumentás cada vez que te llegan los productos o lo soportás vos, y terminás perdiendo. Al no tener una masividad de clientela no lo podés sostener”, agregó.

Este lunes anunciaron en su cuenta de Facebook que el sábado será el último día que mantendrán abierto. No tardaron en llegar comentarios de usuarios que lamentaron que uno de los históricos bares de la ciudad baje las persianas.

“La gente se apena mucho, pero no es una novedad lo que pasa. Me da mucha pena que las cosas pierdan valor, pero no puedo seguir viviendo a pérdida. Ojalá a alguien le llame la atención y lo pueda mantener”, concluyó Nair.

https://www.facebook.com/elrosarinobar/photos/a.265426477448414/325999621391099/?type=3&theater

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