Espectáculos

El irreverente imaginario de Alex de la Iglesia propone vacas que dan a luz seres humanos

El reconocido realizador español de “Acción mutante”, entre otras perlas del terror y el fantástico, grabó su primera serie a partir de una historia plena de humor negro y desmesura donde persiste la antigua lucha entre el bien y el mal a través de personajes bizarros y espeluznantes al mismo tiempo


Con 30 monedas, Alex de la Iglesia entra al universo de las series televisivas de la mano de HBO. Si bien ya había tenido una experiencia en este campo, se había tratado de un producto mucho menor, <Plutón BRB Nero<, producción de TVE que no obtuvo demasiada respuesta allí por el 2008, cuando fue emitida.

En aquel primer acercamiento al formato de la serialidad televisiva, De la Iglesia volvía a la ciencia ficción desquiciada con la que había inaugurado su obra cinematográfica, en 1993, con su película ya de culto Acción Mutante.

Ahora, con su nueva y más grande apuesta, retoma la línea del terror satánico que distinguía a una de sus películas más logradas, la recordada El día de la bestia.

Mirada corrosiva y juguetona sobre el mundo

Es cierto que el universo puesto en forma por Alex de la Iglesia estaba un poco más acorde a un cine de la década del 90 en la que primaba el gusto por la cita, la referencia y la relectura de los códigos clásicos de género.

Retomar ciertas operaciones clásicas y referenciar al cine mismo era la base para pensar formas que, o bien iban por el lado de la ironía (hasta lo paródico), o simplemente componían un pastiche vacío e inconsecuente.

Se trataba, ya desde los 80, de volver al policial (uno de los géneros más revisitados), al terror, o a cualquiera de los otros géneros para jugar irónicamente con sus tópicos y renovarlos de modo acorde a un mundo neoliberalizado definitivamente que deglutía y degradaba todo lo que tocaba.

Obras como las de Tarantino, la de  los hermanos Cohen, la del primer Sam Raimi, o la del imposible Guy Ritchie, son emergentes de ese cine que intentaba renovarse mediante la cita y la distancia, muchas veces, de seguro, en gestos vacuos que no proponían otra cosa que un alegre vaciamiento.

El cine de Alex de Iglesia, claramente, forma parte de ese linaje, arrancando su carrera con dos películas que, desde el humor negro desbordado, desarmaban todos los estereotipos del cine de terror y de ciencia ficción.

Allí, su cine destacó por un momento, con la calidad de sus obras, con el desenfreno festivo con el que destruía los códigos, y con la juguetona corrosividad de su mirada sobre el mundo.

Una felicidad contagiosa

La serie 30 monedas sigue aquella línea que Alex de la Iglesia nunca abandonó, redimensionándola con mayor o menor suerte en todos sus intentos durante muchos años. Es cierto que el gesto huele ya un poco a destiempo, a algo desfasado incluso; pero también es cierto que aquí logra una suerte de economía del exceso y de la referencia que pone a la serie entre lo más logrado de su obra.

La estructura de la serie televisiva, bajo el ala de la efectiva cadena HBO, le dio a De la Iglesia la oportunidad de volver a explorar con soltura su irreverente imaginario, sin alejarse de la posición inicial, pero dándole otro vuelo que le permite encontrar otras aristas algo renovadas y perceptiblemente festivas.

Las referencias aquí son varias, como lo es claramente el universo de la imbatible <El exorcista<, ciertas líneas del gran John Carpenter, y, como suele ser habitual y muchas veces gratuito, la mitología de H. P. Lovercraft.

El juego es puesto sobre la mesa en el primer capítulo con el pie en el acelerador. Todo se presenta y se desbarranca (en el buen sentido) a una velocidad que deja al espectador siempre al borde del asombro (el ritmo narrativo trepidante suele ser una base sólida –a veces agotadora– de su cine).

En un pueblo del interior de España, una vaca da a luz a un bebé humano. Lo que parece un engaño sostenido por las supersticiones pueblerinas, rápidamente comienza a mostrarse como el punto desde el cual se deshilvana una conspiración apocalíptica en la que se involucran Judas, el demonio y el mismísimo vaticano manipulado desde su centro por brujos satánicos.

Todo esto en un clima felizmente celebratorio, en un disfrute del género que se siente en cada acción, en cada gesto. De la Iglesia aquí es nuevamente como un niño jugando con su juguete favorito, al fin reencontrado y disponible en el largo recreo de la serialidad.

Lo arma, lo desarma, lo tira contra la pared y lo vuelve a componer sin que se noten las quebraduras, siempre entre risas y no sin una liberadora malicia. Esa felicidad es contagiosa, y eso no es poco.

Un juguete reencontrado

El pueblo es ya un hallazgo por sí mismo. Una suerte de comarca medieval amurallada, con sus casas de piedra y sus agrestes calles adoquinadas, ubicado en medio de un extenso paisaje inhabitado que lo distancia del mundo exterior.

El sitio (literalmente, el pueblo sitiado) da lugar al despliegue de la incisiva y despiadada mirada del autor español sobre los conflictos de la comunidad cerrada y sobre la brutalidad de las relaciones que en ella imperan de modo insoslayable. Pero si bien en su cine, en general, nadie se salva de esa mirada despiadada, aquí hay un trío protagónico que, más allá de sus conflictos, asume el rol de héroes y de heroína: el cura, la veterinaria y el alcalde.

Ellos serán quienes asumirán la responsabilidad de ir desentrañando una conspiración insospechada que tiene como eje a las 30 monedas que cobró Judas para entregar a Cristo. Esto lleva la acción a Roma, a París, y a Siria, en una rocambolesca intriga satánica que es como un parque temático de la excentricidad y de  la desmesura, pero, en este caso, manteniendo Alex de la Iglesia un cierto control incluso en el exceso.

A pesar de su festivo desenfreno infantil, De la Iglesia parece cuidar esta vez y con esmero ese querido juguete reencontrado.

Propuestas estimulantes

Como siempre en su cine (y más allá de su calidad) hay un trasfondo con varias capas de humor negro y desmesura. La idea de una antigua lucha entre el bien y el mal aquí asume, mediante esa conspiración que se va conociendo poco a poco, una lectura “religiosa” que hace creativas piruetas con el imaginario cristiano y el gnóstico, con dioses que pueden ser demonios, judas un santo, y el mundo una puesta en escena en la que el mal es necesario.

Al respecto, varias propuestas desarrolladas en los diálogos son realmente estimulantes, pero no cabe aquí transcribirlas porque hacen, en la serie, al progresivo descubrimiento de la “verdad”.

30 monedas tiene muchas cosas cuestionables (por ejemplo, el rol del personaje Merche), pero esta vez hay que agradecer a De la Iglesia que comparta su juguete y que haga nuestra la alegría de su juego. Su felicidad contagia, y cuando al final del capítulo 8 suena el timbre dan ganas de patalear para que siga el recreo.

 

 

30 monedas / HBO / 1temporada / 8 episodios

Creador: Alex de la Iglesia

Intérpretes: Eduard Fernández, Megan Montaner, Miguel Ángel Silvestre, Macarena Gómez

 

 

 

 

 

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