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El Hombre y el mal (Última parte)

Por: Carlos Duclos

Ahora bien, ¿sostener que una ráfaga de mal azota al mundo en estos tiempos es una visión fatalista? ¿Nada bueno ha ocurrido ni ocurre? Niego que sea una visión fatalista, es sólo una visión de una parte importante de la realidad que tiende a comprometer a quienes aún no se han decidido a luchar por un orden más justo. ¿Nada bueno ha ocurrido? Claro que ocurrieron cosas buenas, claro que hay seres maravillosos que aportaron y siguen aportando su talento y su energía. Lo cierto es que si no fuera por ellos todo estaría mucho peor. Como dice la sabiduría judaica: en cada generación hay 36 justos (el número es simbólico) que sustentan toda la creación. Y la sabiduría cristiana nos habla de un tiempo caracterizado por acontecimientos en la humanidad que asombrarán a los hombres de buena voluntad. Es más: advierte sobre la necesidad de estar preparados para tales días. Es decir, se informa a las personas de buena voluntad que aún no han entrado en escena, que deben hacerlo. Deben hacerlo por ellos mismos, por sus hijos, por su descendencia. Los creyentes y los hombres que poseen principios morales y éticos firmes, aunque no profesen una fe religiosa, saben que finalmente el mal no logrará su propósito. Pero esto no los exime de participar en la lucha. Los seres humanos buenos o aquellos que están empeñados en serlo (el sólo desear la virtud ya hace al ser virtuoso), todo ese grupo humano consustanciado con el bien debe comprometerse, insisto, en la tarea de la lucha contra el mal y su objetivo. Y este compromiso no puede ni debe circunscribirse, en el caso del hombre creyente en Dios o algo superior, a la mera meta de ser mejor para alcanzar lo que simbólicamente se llama cielo. La verdad es que algunas religiones han interpretado a su manera las escrituras. Pero las primeras leyes dadas al pie del Monte Sinaí al pueblo judío marcan claramente que están revestidas de índole social, es decir son normas para una mejor calidad de vida en el aquí y ahora. Estas leyes son mucho más que diez y como lo he sostenido alguna vez en ellas se hace referencia al orden justo que debe imperar en toda sociedad para que ella prospere. Si se aplicaran las leyes “buenas” dadas a la humanidad a través del judaísmo y reforzadas más tarde por ese Jesús que dio origen al cristianismo, no habría muertes por guerra, por terrorismo, por delitos comunes. No habría inflación, no habría magros salarios, ni robos, ni hambre. Tampoco existirían esas series permanentes  de desastres naturales que se producen por el atentado contra el medio ambiente que provocan ciertos grupos de poder. No existiría ninguno de esos males que un sector de la humanidad al servicio del mal enquistó sobre la faz de la Tierra y que sumen en la angustia a miles de millones de seres. Finalmente, debo decir que el mal siempre estará dispuesto a exterminar a quienes se atrevan a desafiarlo. No es casual que muchos religiosos, humanistas y hasta verdaderos justos no creyentes sufran los ataques del sistema a través, por ejemplo, de los medios de comunicación. Más, sin embargo, es imposible dar coces contra el aguijón. Hace apenas un año, en una conferencia, un pastor y teólogo protestante terminó con estas palabras: “los creyentes entristecidos hoy por el avance de la injusticia debemos recordar la palabra de Dios por boca de Moisés en su último cántico: “Mía es la venganza y la retribución. A su tiempo el pie de ellos (el mal y sus representantes) resbalará, porque el día de su calamidad está cerca. Ya se apresura lo que les está preparado”.Y sinceramente creo que este mal que asola a gran parte de la humanidad, no es más que el umbral en donde pisa el pie del cambio de orden que entra en el mundo.

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