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El hombre, lo que más sorprende a un maestro

Por: Carlos Duclos

En realidad el hombre, ser racional que tiene en sus manos el poder para decidir sobre las horas de su vida y es, como dijera en un poema Amado Nervo, “el arquitecto de su propio destino”, muchas veces vive equivocado. Equivocación que nace desde los requerimientos de una sociedad donde el éxito, el poder y el afán por ser y poseer han dejado de lado los otros valores, los verdaderos, esos que no dan riqueza material pero sí espiritual.

Al gran maestro Dalai Lama, en una entrevista le hacen la siguiente pregunta: “¿Qué le sorprende más de la humanidad? Sin dudarlo responde: “Los hombres” y da la siguiente explicación: “Porque pierden la salud para ganar dinero y después pierden el dinero para recuperar la salud”.

Una gran verdad, vivimos en un medio donde el objetivo principal es el dinero, que no está mal tenerlo y preocuparse y trabajar para obtenerlo, pero todo en su justa medida. En esta era de la inmediatez y en donde cada día más productos atractivos son mostrados a los consumidores, muchos pierden un tiempo hermoso para estar con sus afectos trabajando, no para satisfacer las necesidades básicas sino para obtener el último modelo de celular, el auto nuevo, la computadora más sofisticada y así van acumulando estrés, duermen mal, comen mal y como dice el sabio, el dinero que ganaron lo terminan gastando en un consultorio médico.

Sigue la respuesta y expresa: “Por pensar ansiosamente en el futuro, no disfrutan del presente, por lo que no viven ni el presente y ni el futuro”.

Teniendo plena conciencia que nuestro paso por la tierra es efímero y mencionando la frase de otro grande como Shakespeare que dijo: “La vida es una sombra que pasa”, el hombre tendría que aprender a disfrutar más del presente que le toca vivir y no estar preocupado por el futuro. Obviamente, no se trata de decir hoy me gasto todo lo que gané o me como todo lo que quiero sin pensar en el mañana, se trata de planificar la vida de forma tal que en cada día haya un espacio para el placer. Ese placer que produce mirar a los chicos correr y jugar en una plaza, ese placer que da caminar con nuestra pareja tomados de la mano, ese placer de detenerse a escuchar el canto de los pájaros en un parque arbolado, esas cosas, cotidianas, pequeñas, pero que nos enriquecen el presente.

Completa su enseñanza el maestro diciendo: “Viven como si no tuvieran que morir nunca y mueren como si no hubieran vivido”. Excelentes y sabias palabras que nos sirven para analizar cuál es la trascendencia de la vida. En esto hay que poner especial énfasis y aprender a pensar cuáles son las cosas que van a perdurar después de la muerte. Harold Kushner escribió un libro bajo el título de “Cuando nada te basta” y plantea este tema de una manera clara y precisa. Dice: “Nuestras almas no están sedientas de fama, confort, riqueza ni poder. Esas gratificaciones crean casi tantos problemas como los que resuelven. Nuestras almas están sedientas de sentido. Lo que anhelan es la sensación de que hemos aprendido a vivir de manera tal que nuestra existencia sea importante, de modo que el mundo sea al menos un poco distinto por el hecho de que nosotros hayamos transitado por él”. Agrega más adelante: “Tarde o temprano habremos de plantearnos: ¿Qué tengo que hacer con mi vida? ¿Cómo debo vivir de modo que mi paso por este mundo sea algo más que un breve fogonazo de existencia biológica que habrá de desaparecer para siempre?”.

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