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El grito más dulce de un sector que entró en crisis

Apicultores dicen que la cantidad de colmenas en Santa Fe cayó a la mitad. Y que muchos dejan la actividad.

El tamaño, lo imponente de la muestra daría a cualquiera la impresión de estar ante el despliegue de un sector pujante, en pleno desarrollo y expansión. Lejos está de ser así: detrás de las bambalinas de la Expomiel Rosario 2010, que por segundo año consecutivo se hace en la ciudad, en la ex Rural el panorama que se relata es otro, y muy diferente. Que la cadena nacional de la apicultura sigue lejos de la decadencia es innegable; pero no tapa la certeza de sus integrantes de estar parados en medio de una crisis que se torna cada vez más grave. “Hace dos años, la cantidad de colmenas en la provincia de Santa Fe era de 450.000, y había 4.500 productores. Hoy tenemos declarados 2.200 productores, con lo cual debemos estar también en la mitad de colmenas”, describe Gustavo Di Franco. “Dos años atrás, en el departamento Rosario había entre 300 y 350 apicultores. Ahora quedamos unos 95”, completa a su lado Carmen Gómez. Ambos, junto a Marcelino Jaime y muchos otros colegas están trabajando en reflotar la Asociación Rosafé de Apicultores, en un intento por lograr el efecto rebote de una cadena que tuvo –y pese a todo, tiene– a Santa Fe como uno de los grandes protagonistas del país, y a la Argentina como uno de los grandes productores-exportadores del mundo.

“El país está a un 40 por ciento abajo de sus producciones históricas”, insiste Di Franco, y remite a la página oficial www.alimentosargentinos.gov.ar, de la Secretaría de Agricultura de la Nación. Allí, efectivamente, se puede verificar cómo, año por año, hace un lustro se estabilizó la cifra de exportaciones, y desde allí comenzó a caer. La pendiente no es pronunciada, pero tampoco se inclina cada vez más. Y va a contramano de la soja, el poroto que, junto a la última gran inundación y la sequía que le sucedió, están teniendo a maltraer a una de las cadenas más complejas y completas de producción natural y ecológica.

— ¿Hay menos apicultores?, preguntó El Ciudadano…

—”Hay menos, por la parte climatológica, pero también por los números que no cierran”, lamenta Carmen Gómez. “De la mayoría de los que estamos acá –traza un círculo con la mano pero hablan de la región– muy pocos son full-time, es decir, que viven de la actividad. La mayoría se puede mantener porque tiene otra cosa y porque saca de un lado para poner en otro. Pero el productor que está en la zona del nodo Rosario y vive de la apicultura, está vendiendo cosas, está resignando colmenas y otros que directamente están dejando la actividad o dedicándose a otra cosa porque no pueden vivir. Los costos están en dólares, la inflación está en dólares y la producción, aunque tenga un buen precio, en este último tiempo ha sido muy escasa”.

Para explicar más, refiere que como ocurre en toda cadena productiva, la relación es que si se produce poco el precio va a aumentar. “Pero en este caso el precio no aumentó mucho y ya venimos con dos años de baja producción”. También sostienen los apicultores que la Argentina “debería ser formadora de precios”, en el esquema mundial por su capacidad de producir y exportar, pero la distancia con el mercado de referencia, Alemania, complica: “Estamos muy al sur del mundo y el mayor gasto es el flete”.

La caída en la producción, explican, se debe a muchos factores. En la región de Rosario, uno grave fueron los incendios en las islas. “El productor que estaba en la isla, perdió”, confirman los tres. El daño fue triple: colmenas quemadas, humo que echó a los enjambres de los cajones y pérdida de especies vegetales con las que las abejas se alimentan. Pero hay más: el productor que hace orgánico y certifica, no pudo hacerlo más. Si vienen los certificadores y hay incendios, no lo aprueban”, comentan.

Los apicultores –todos medianos productores, con entre 250 y 350 colmenas– afirman que, por una cosa u otra, la caída fue de entre un 50 y un 60 por ciento.

Y por si fuera poco, quienes trabajan con abejas se enfrentan con un enemigo natural demasiado poderoso: nada menos que la soja. “Yo vivo en San Pedro y amigos míos han levantado plantaciones de naranjas y ahora tienen soja”, dice, resignada, la propia organizadora de la Expomiel, Sonia Torre.

“El campo está expulsando a los apicultores. No es que sea mala la soja: es que nosotros necesitamos floración. Y las flores son una maleza, algo que estorba lo que es la producción sojera. Entonces nos va achicando las áreas que podemos tener las colmenas”, explica por su parte Di Franco.

Y Carmen Gómez tercia para recordar que el “paquete” asociado al poroto tiene como protagonista al polémico herbicida glifosato. Y aunque admite que “es toda una discusión” si hace un daño directo a las abejas o no, en cambio no tiene dudas en afirmar que “el impacto es terrible”.

Di Franco acompaña: “La falta de diversidad que nos trajo aparejado el paquete sojero nos ha golpeado a todos muy fuerte. Porque los ciclos de pequeñas malezas o plantitas que había en algún momento y que le servían para pasar la invernada a la abeja, en este momento ya no los tenemos. Entonces tenemos que entrar con alimentación, cosa que antes no era necesario. Hoy la inversión en alimentación es muy alta, la inversión sanidad es muy alta: son todos aspectos que se agregaron a la apicultura en los últimos 30 años. Los apicultores de tres décadas atrás no tenían ni idea de todo esto”.

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