El Hincha

clásico rosarino

El gol de Herrera marcó el destino del Clásico

A la Lepra se le fue toda la planificación al tacho y al Canalla le alcanzó para salvar otro año de sueños truncos.


Ese instante, bendito para unos y maldito para otros, en el que Herrera se anticipó en las alturas y le cambió la trayectoria a la pelota para sacudir la red y el sopor del Gigante, marcó el principio del fin del Clásico. A Newell’s se le fue toda la planificación semanal al tacho. Quedó patas para arriba. Y a Central, ese gol le alcanzó para salvar otro año de sueños truncos y para garantizarle la continuidad a Leo Fernández.

Una torpeza de Bianchi a la salida de un lateral, le concedió un córner a Central que aprovechó Gil a través de una precisa pegada. El laboratorio de Leo Fernández –que incluyó cortina de Tobio a Herrera como maniobra de distracción–, extrajo otro gol de pelota parada como resultado favorable. Tal como había sucedido contra Boca.

A merced de Central estuvo el sector izquierdo defensivo de Newell’s. Una invitación para que Camacho, Ferrari y hasta el propio Herrera se animen a combinar y desbordar en la búsqueda del centro cruzado. Lo hizo de a ratos nomás, en detrimento de la presencia acechante de Ruben en la lucha con el debutante Varela.

Jugó poquito Central en el primer tiempo. Y eso que dispuso la ventaja tempranera para poder hacerlo con el alivio de la chapa a favor. Alguna que otra acción individual de Carrizo –que terminó en una arremetida de Ruben– y una corrida del Pachi que incluyó un caño que ridiculizó a Sills, lo más sobresaliente.

En Newell’s, todas las pelotas tuvieron a Leal como destinatario. En modo barandazo, el portugués debió ingeniárselas para aguantar la marca de Tobio o Martínez, según por dónde proviniese el lanzamiento, y luego buscar asociaciones con los volantes.

La problemática en Newell’s radicó en que esos pelotazos a Leal se originaron desde los defensores, preferentemente de Bianchi y San Román. Sin estaciones en la zona media, la pelota prácticamente no pasó por los botines de Torres, Sarmiento y Figueroa. Los tres fueron meros espectadores de un primer tiempo que iba y volvía a través de pelotazos.

Se encomendó entonces Newell’s a lo que pudiese fabricar en tres cuartos para disponer de alguna que otra pelota parada que lo acerque al área de Ledesma. A través de esa fórmula, asustó con un cabezazo de Bianchi que pasó cerquita del palo e inquietó con un tiro libre rasante pero sin dirección de Leal.

Si el primer tiempo había sido discreto, el segundo pasó decididamente a la calificación de malo. Mucha fricción, mucho cansancio, mucho pelotazo sin sentido. Un leve atisbo de mejoría mostró Newell’s durante quince minutos.

Probó al arco Torres con un zurdazo apenas desviado. Y basta de contabilizar llegadas. Los cambios lo empobrecieron aún más al equipo de Llop. Nunca en la tarde logró inquietar en serio al arquero Ledesma.

Con un desborde más, que no pudo conectar Ruben tras pifia del debutante Varela, le alcanzó a Carrizo para erigirse en la figurita del Clásico. Porque de allí en adelante, no tuvo otra misión Central que cuidar la ventaja. Aferrarse a esa mínima diferencia para salvar el año, llevarse ese campeonato aparte que significa al Clásico y sepultar el mote de técnico interino de Leonardo Fernández.