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Otro militar más

El gobierno de Bolsonaro en Brasil se tiñe cada vez más de verde oliva

El general de brigada Floriano Peixoto reemplazó a Gustavo Bebianno como ministro secretario general de la presidencia y ya suman ocho los uniformados, sin contar al propio presidente y a su vice, Hamilton Mourao


El general de brigada Floriano Peixoto en 2010 dentro de la ONU logró evitar que Estados Unidos comandara la Minustah.

La precoz caída de un ministro en el gobierno de Jair Bolsonaro le dio alas al “partido militar”, como se está llamando a los miembros de las Fuerzas Armadas que han copado el Palacio del Planalto siendo los principales puntales de la gestión iniciada el 1° de enero y convertidos en consejeros clave del presidente.

Hay, ahora, ocho ministros militares, sin contar al propio presidente ex capitán del Ejército y al general Hamilton Mourao, vicepresidente.

Se robustece no sólo el sector militar del gabinete sino también los llamados “haitianos”, los generales que durante el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff comandaron en Haití la Minustah, la fuerza de estabilización de la ONU en el país caribeño, y hoy son estrellas del bolsonarismo.

El reemplazante del echado ministro secretario general de la presidencia Gustavo Bebianno –ex coordinador de campaña del Partido Social Liberal– es precisamente un’ “haitiano”.

Se trata del general de brigada Floriano Peixoto, conocido porque en 2010 dentro de la ONU logró evitar que Estados Unidos comandara la Minustah y tendrá su despacho a metros del de Bolsonaro, haciendo algo para lo cual no estaba preparado, articular políticamente con el Congreso.

“Los generales son el cuarto poder”, escribió el diario económico Valor para graficar la decisión de Bolsonaro de rodearse, dentro del Palacio del Planalto, de jefes militares, al estilo de cómo funcionaban el ala castrense en el Brasil Imperio, a partir de la independencia de 1822.

Pero el verde oliva domina más que nunca con la salida de Bebianno y la entrada de Peixoto en el Palacio del Planalto, la sede gubernamental. Apenas el jefe de gabinete, un político profesional como Onyx Lorenzoni, del partido Demócratas, heredero de las fuerzas civiles que sustentaban a la dictadura militar, se mete entre los hombres de fajina.

Allí está el general Augusto Heleno, el cerebro detrás de Bolsonaro, ministro del Gabinete de Seguridad Institucional, encargado de todo el aparato de seguridad e inteligencia del Estado. También el general Carlos Alberto dos Santos Cruz, ministro de Gobierno, encargado de negociar con el Congreso como lo será Peixoto.

Un capitán del Ejército como Bolsonaro es Wagner Rosario, ministro de la Controladuría General de la Unión.

Fuera del Planalto se encuentra el vicepresidente general Mourao, pasado a retiro en 2015 anticipadamente por cuestionar la jerarquía de la entonces presidenta Dilma Rousseff, al objetar la Comisión de la Verdad sobre los delitos de la dictadura (1964-1985).

Le sigue el ministro de Defensa, general Fernando Azevedo e Silva, el capitán Tarcisio Gomes de Freitas, en Infraestructura, Marcos Pontes, coronel de la Fuerza Aérea en Ciencia y Bento Albuquerge, un almirante de la Marina en Minas y Energía.

El ala civil del gobierno está destacada por el financista Paulo Guedes, ministro de Economía y reivindicador de la dictadura chilena de Augusto Pinochet, y el ex juez Sérgio Moro, encargado de llevar adelante desde Justicia el endurecimiento de las leyes y el porte de armas, dos promesas de campaña de Bolsonaro.

Un ala política muy particular la integran el ministro de Educación, Ricardo Vélez Rodriguez, el canciller Ernesto Araújo y la titular de Derechos Humanos, Mujer y Familia, la pastora evangelista Damares Alves.

Los tres fueron sugeridos a los hijos de Bolsonaro por el llamado gurú ideológico del jefe de Estado y de la nueva extrema brasileña, el astrólogo Olavo de Carvalho, radicado en Estados Unidos.

El PSL de Bolsonaro, envuelto en el escándalo de testaferros para derivar dinero público de las partidas oficiales para partidos políticos, cuenta con el Ministerio de Turismo, jaqueado también por este caso.

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