Opinión

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El general Perón, la Constitución del 49 y la soberanía del río Paraná


Luciano Orellano*

Quienes quieran oír que oigan;

Quienes quieran seguir que sigan.

Mi empresa es alta, y clara mi divisa:

Mi causa, la causa del pueblo;

Mi guía, es la bandera de la Patria.

                                                 Perón

(Del mensaje leído al prestar su juramento como presidente de la Nación.)

El día 24 de junio en el acto multitudinario con las tres centrales sindicales, con un amplio sector de intelectuales, periodistas, escritores, políticos y referentes sociales, hacíamos mención a un desagravio al Plan Quinquenal frente a la Bolsa de Comercio de Rosario, una institución que siempre lo ha agraviado, una institución emblema de la usina política e ideológica que permanentemente trata de hacer declinar nuestra soberanía sobre el río Paraná y la Cuenca del Plata.

Parte de la soberanía que nos falta, que nos ha robado al pueblo argentino este órgano de poder, la ejercen desde las 28 cámaras que la componen, en su mayoría empresas extranjeras.

Queremos rendir un homenaje al general Juan Domingo Perón al cumplirse 48 años de su fallecimiento.

El Plan Quinquenal y su realización, fue lo que permitió por primera vez una planificación integral de la soberanía argentina. Basta mencionar que nuestro rio Paraná tenía rango ministerial bajo la órbita del Ministerio de Obras Públicas de la Nación, luego desde la Dirección Nacional de Construcciones Portuarias y Vías Navegables que contemplaba al río como una integridad. Se ocupaban de administrar la estadística, la planificación de obras, puertos, trazos, dragado y balizamiento, flota, atención de las vías navegables, etcétera.

Hoy reducida a una delegación de logística y operaciones sin presupuesto.

Una experiencia de referencia ineludible de cara al futuro y a las necesidades de la Patria, más vigente que nunca: por su espíritu, su contenido político e ideológico y sus objetivos.

La Constitución de 1949

Con la sanción de la Constitución Nacional de 1853, y sus modificaciones, Buenos Aires plasmó en los papeles su hegemonía a fuerza de divisas y dependencia extranjera.

Las discusiones sobre el control del comercio exterior, el puerto único, la reforma agraria y la navegación de los ríos interiores, quedaba en los debates perdidos del Pacto Federal. Y con ellos, quedaban a un lado Artigas y su “tierra libre”; Belgrano y su desvelo por la industria nacional, la navegación, la educación, los originarios; Güemes y la defensa nacional; Azurduy y el antiimperialismo; San Martín y la Independencia truncada.

Los dominadores abrazaban el constitucionalismo liberal, tan de moda y tan ajeno a los intereses del pueblo. Y ganó el centralismo del gobierno porteño, la deuda externa, el puerto único, el genocidio al Paraguay, la entrega de los recursos, la concentración de la tierra. Se sancionó la Constitución de la dependencia.

El constitucionalismo social, que se desplegó en el mundo en el siglo pasado, dejó su obra de ejemplo en Argentina. Bombardeos, fusilamientos y golpes de Estado, fueron necesarios para intentar derrotar al proceso que dio origen a la Constitución Nacional de 1949, tras la declaración de la Independencia Económica de 1947. Una junta militar, amiga del extranjero, tuvo que “derogarla” y poner en vigencia una Carta Magna liberal que ya no era aceptada por el pueblo en la práctica. Sabedores de eso, solo dejaron en pie los derechos de los trabajadores.

Los principios de la Constitución del gobierno de Perón se levantan ante la declinación integral de la soberanía

Pero las bombas apuntaron a los artículos que consagran al control del comercio exterior como privativo del Estado; la defensa nacional; al control de la moneda, de los servicios públicos y los recursos naturales, como el artículo 40:

  1. la economía al servicio del bienestar del pueblo y conforme el principio de la justicia social;
  2. autorización y legitimidad del Estado como ente monopolizador de la actividad de importación y exportación;
  3. protección de la actividad privada lucrativa, siempre que no afecte los intereses generales;
  4. propiedad imprescriptible e inalienable de la Nación de todos sus recursos naturales (petróleo, gas, carbón, recursos hídricos) y
  5. servicios públicos estatales y expropiación de aquellos que aún no pertenecen al patrimonio nacional; como al inciso 16 del artículo 68 que proponía la “extinción del latifundio”.

Golpearon los institutos jurídicos que sustentaban los cambios materiales necesarios para un país libre.

La reforma de 1994, en nada cambió la ideología de la Constitución liberal ni sus fines concretos. Y no es para menos, la desregulación pasó a ser la directriz de las leyes, de la economía y de las finanzas. La reforma posibilitó la privatización a granel de todos los sostenes de un Estado soberano. Se garantizó constitucionalmente la depredación extranjera.

Hoy, los principios de la Constitución del gobierno del general Perón se levantan ante la declinación integral de la soberanía y proponen la posibilidad de la recuperación de algunos de los elementos constitutivos de la independencia.

La dependencia solo puede ser enfrentada recuperando el control de las importaciones y las exportaciones, la moneda nacional, las finanzas, el Iapi, la Junta Nacional de Granos, la extinción del latifundio, del monopolio, la recuperación de las vías navegables, los servicios públicos, recuperando los mismos principios de la Constitución Nacional de 1949. Lo que la oligarquía y el imperialismo desean destruir, nos indica los aciertos de esta Constitución.

Están en pugna los mismos principios que defendieron nuestros patriotas, y ya es hora de que nos unamos y triunfemos quienes deseamos  ser ¡Libres de toda dominación extranjera!

*Integrante del Foro por la Recuperación del Paraná. Integrante del Instituto Soberanía

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