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El fútbol de diciembre

Diciembre, el mes que debería ser festivo se nos ha vuelto contra: nos acostumbramos a que no haya un fin de año en paz. La excepción fue 2022


Alejandro Duchini / Especial para El Ciudadano

Diciembre, el mes que debería ser festivo (Navidad, Año Nuevo, verano, vacaciones -para quienes puedan pagarlas-…), se nos ha vuelto contra: nos acostumbramos a que no haya un fin de año en paz. La excepción fue 2022. Campeones del Mundo en Qatar, Messi en su apogeo, la Scaloneta como referencia deportiva y social y millones de personas que colapsaron el país para hacer una fiesta popular y sin violencia.

Estamos otra vez en diciembre y ante el primer aniversario del título. Pero no hay alegría en las calles sino protestas y DNU, anuncios de desempleo, aumentos de precios y hambre. Y represión. “Tristeza de la ciudad / por favor no vuelvas”, cantaban Los abuelos de la nada hace 40 años, cuando volvíamos a la democracia tras la dictadura más sangrienta. Pero entonces era todo ilusión. Primavera alfonsinista, se recuerda aquel tiempo en el que todo estaba por suceder. Diego Maradona en el Barcelona, Boca y River quebrados, Estudiantes de La Plata e Independiente peleando arriba. Rock nacional (Virus, Los Violadores, Soda Stereo, Sumo, Spinetta, Charly y Fito). El destape: revistas que mostraban desnudos y escandalizaba a generaciones aún temerosas. Y un cine que contaba, aunque con miedo, a los dictadores asesinos de los 70 y comienzos de los 80. Este diciembre 2023 espeja en parte a aquella dictadura: no se puede protestar, la policía ocupa las calles que son de la gente y hasta sube al transporte público a pedir documentos a los pasajeros. Igual a los tiempos de Videla.

Al menos por ahora tenemos al fútbol de los socios. Porque el Gobierno de Javier Milei quiere dar rienda suelta a la privatización de los clubes. Es el negocio pendiente de Mauricio Macri, quien se quedó con las ganas de ser el dueño de Boca. Se lo impidió la democracia. De manera apabullante, los socios le dijeron “no”. El fútbol expone como ningún otro movimiento social. Macri, ávido de poder, fue por todo, pero no midió las consecuencias y se chocó contra un paredón. También en diciembre, pero de 2015, otro empresario poderoso como Marcelo Tinelli entendió que no podía con el poder del fútbol. Fue cuando la elección de la AFA terminó 38 a 38 con 75 asambleístas. Luego, Tinelli se volvió mala palabra en San Lorenzo. Y su sueño de la AFA quedó trunco.

Los clubes son de los socios, advirtieron los jugadores de Rosario Central y River antes de la final del Torneo de Campeones de la Súper Liga. Ocurrió este mismo diciembre, en la previa a Navidad. “En ciudades y pueblos, en comunidades rurales o cualquier barrio del país, habitan los clubes: mayores o menores en cantidad de socios y actividades deportivas, con fútbol o sin él, profesional o no, con bibliotecas y actividades culturales, con espacios de diversión y sociabilidad”, nos refieren los sociólogos Rodrigo Daskal y Verónica Moreira en su libro Clubes Argentinos – Debate sobre un modelo (UNSAM). “En los clubes se han forjado amistades, relaciones amorosas, vínculos políticos, se ha votado democráticamente aún en tiempos no democráticos, se ha desplegado -particularmente alrededor del fútbol- ‘la cultura del aguante’ como configuración cultural. El sostén material e institucional de todo ello han sido los clubes”, nos señalan además sobre la importancia de que los clubes sigan en manos de los socios. Y después: “El modelo de una sociedad anónima deportiva anularía de raíz la posibilidad del accionar político y participativo. Cambiaría radicalmente la configuración de aquello que es un club”. ¿No fueron acaso inclusivos y democráticos Central y Newell’s desde sus inicios? Como los rosarinos, fueron los clubes de todo el país los que permitieron, a medida que se fundaban, que la gente se junte, que intercambie, que se conozca.

Javier Milei, por el fútbol, se volvió un caso único en los cuarenta años de democracia. Ningún presidente fue insultado a siete días de asumir. Ocurrió en La Bombonera, cuando fue a votar y estalló la bronca. Expuesto por un Macri candidato a vice de Boca, que ni se presentó a las elecciones y así zafó de los hinchas, Milei adujo que la reacción en su contra estaba preparada. Las encuestas recientes no lo favorecen: ya hay números que indican que su popularidad está en baja. Y están los cacerolazos que se replicaron en Rosario, Buenos Aires, Bariloche y Córdoba, entre otros puntos del país. El pueblo habla.

La sombra de los saqueos, que es la respuesta de la gente a un sistema que expulsa y expulsa, aparece desde diciembre de 2001. En medio de la represión y de la suspensión de todo acto masivo, en aquel entonces, con la renuncia de Fernando De la Rúa a la presidencia, con muertos en las calles y con el “que se vayan todos” como bandera, lo único que se disputó fue el torneo de fútbol. Racing campeón en medio de ese caos.

Lo bueno es que hay gente que, aún en este diciembre convulsionado, nos trae cosas buenas. En el libro Apuntes del Mundial, que se publicó este mes, su autor, el periodista Ariel Scher, utiliza a Qatar para recordarnos que hace un año fuimos felices en grupo. Que todo festejo, cuando es social, nos marca para siempre. Lo hace con una mirada personal que se mezcla con voces de Eduardo Galeano, León Gieco, Silvio Rodríguez, Violeta Parra o Stephen King, entre muchísimos otros. Y él, el propio Scher, nos recuerda, en uno de esos capítulos, algo que siempre deberíamos tener en cuenta: “Hay días y hay partidos y hay mundiales en los que la vida es pura alegría”.

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