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El film uruguayo “Chico ventana ahora quisiera ser submarino” disponible en Cine.ar Play

La ópera prima de Alex Piperno, que se sumó el pasado jueves a la plataforma pública, presenta una historia de fantasía en la que, a través de una puerta en un barco, se puede acceder a diferentes lugares del mundo


Chico ventana ahora quisiera ser submarino, ópera prima de Alex Piperno que se estreno el pasado jueves en las salas del país que están en funcionamiento y que está disponible en Cine.ar Play, trae una historia de fantasía en la que, a través de una puerta en un barco, se puede acceder a diferentes lugares del mundo.

“En el origen de la película estaba la sensación de que el barco que une a Montevideo y Buenos Aires -ciudad en donde vivo hace más de 15 años- podía unir infinitos mundos por vías fantásticas. Si un Buquebus podía conectar la vida que dejaba en Uruguay y la vida que empezaba en Argentina, ¿Por qué no podría unir cualquier otra cosa?”, dijo el realizador uruguayo a Télam.

Chico es un marinero que trabaja limpiando un crucero en la Patagonia. Inmerso en el sopor y tedio del trabajo, sueña con escapar de allí mientras mira las montañas, los glaciares, los lagos y a los turistas disfrutando de lo que él solo puede mirar. Hasta que descubre una puerta oculta en el barco que lo deposita en el departamento de una chica.

Esta chica, por su parte, vive del trabajo a la casa y de la casa al trabajo. Por las noches, el único placer que parece darse es el de una copa de vino, en soledad, mientras mira televisión. El cruce de ambos más que sorprenderla, le da cierto regocijo.

En Filipinas, a su vez, un grupo de campesinos encuentra una caseta perdida en medio de la montaña. A pesar de que parece ser una construcción vieja, ninguna recuerda haberla visto. Tras varias noches de guardia en su vigilancia, invocan espíritus, cuyos mensajes no son muy positivos.

Los tres mundos, tan diferentes y distantes entre, terminan por converger en un mismo punto, uniendo los personajes de este proyecto que comenzó en 2011 y que tuvo que llegó a reunir fondos y apoyos de Argentina, Uruguay, Brasil, Países Bajos y Filipinas.

“Los fondos se fueron devaluando en algunos casos por arriba del 70 por ciento. La película pudo concretarse con el ingreso de la productora filipina Armi Rae Cacanindin (Cinematográfica) al equipo de coproducción y con un esfuerzo muy importante en tiempo y dinero de todas las compañías productoras, a las cuales les estoy eternamente agradecido”, señaló Piperno.

Respecto de las jornadas de rodaje en lugares tan disímiles como Filipinas, un catamarán en la Patagonia y una casa en Montevideo. “El hecho de filmar en lugares radicalmente distintos entre sí resulta estimulante porque todo el tiempo me mantiene en una situación de atención y de novedad. Siempre estamos empezando, siempre no sabemos cómo se filma ese lugar. Y a la vez todos esos lugares forman parte de un mismo lugar en la película y hay que tratarlos de la misma forma como si fueran hermanos. Las tensiones de los encuadres tienen que funcionar parecido. Desde el principio estaba claro que la segunda parte del film ocurriría en las antípodas de donde se encontraba el barco y que sería un escenario rural, porque me interesaba que los personajes estuvieran por afuera de la lógica capitalista del crucero y de la ciudad”, apuntó el realizador.

En el film los personajes casi no tienen diálogos, sino que la trama se va revelando en torno al silencio. “En algún punto creo que se trata, más que de una elección, de una posibilidad. Uno se acerca a sus materiales como puede y lo que la película termina siendo es la consecuencia de esos encuentros. En el cine prefiero el silencio al bullicio, me gustan los personajes que no saben qué hacer y que se avergüenzan de sí mismos y son empujados por las circunstancias. Odio la idea del trabajo y me conmueve la función poética del lenguaje, es decir, la impertinencia, el humor, la sorpresa, las diagonales, los cuadros dentro del cuadro. Todo eso hará aparecer un tipo de imagen en lugar de otro, un tipo de tono en lugar de otro”, explicó Piperno.

Y con el silencio, la soledad también se presenta como otro de los protagonistas simbólicos de la película. “La soledad de la que yo puedo dar cuenta tiene que ver con el tedio y con la búsqueda desesperada de la novedad. Siempre en tensión con un afuera, nunca adentro de un pozo. Si me siento solo me aburro y si me aburro intento prolongarme en libros o en películas o en cualquier otra cosa, o bien celebro el quiebre del tiempo ordinario y tomo caminos que solo en el tiempo denso de la soledad se hacen visibles. Allí sí la soledad puede impulsar a uno a dar pasos hacia lo desconocido”, graficó Piperno.

Para concluir el realizador negó la posibilidad de una segunda parte del film, aunque reconoció: “Lo que sí no puedo evitar es darme cuenta que necesito incluir derivas fantásticas en la escritura, ligadas a la construcción de espacios imposibles y documentales a la vez. Algo de eso viene apareciendo en el desarrollo de la siguiente película, que lleva como título Astarsa y en la que el dispositivo fantástico se centra en el planeta nave psíquica que da título al film”.

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